Escribe Walter Ernesto Celina
Que el ejercicio del poder y la proximidad al mismo hace que se enciendan los apetitos burocráticos, no es cosa nueva. Ni privativa de determinados regímenes, países o partidos.
Los presupuestos nacionales y sus rendiciones de cuentas, como los de los entes autónomos, cuerpos municipales, etc. configuran catálogos demostrativos de esta tendencia, signada por los repartos, el amiguismo, cuando no por el nepotismo y la corrupción
Es una historia larga, muy larga. Voces independientes siempre se alzaron -y lo continuarán haciendo-, en una lucha que parece no terminar, contra una modalidad perniciosa, que es una especie de virus ínsito en el aparato del Estado, flagelo que habitualmente permea a muchos comandos administrativos.
Esta breve consideración viene a cuento a raíz de un episodio muy particular, que ha transcurrido casi desapercibido.
Las diferencias surgidas a propósito del proyecto de ley de educación enfrentan, como se sabe, a sectores de maestros, profesores y estudiantes con quienes sustentan la propuesta llevada al Parlamento por el Poder Ejecutivo. No es a esto a lo que he de referirme, aunque sí a una cuestión colindante.
La formación docente del país ha estado centrada, fundamentalmente, en el área de los organismos de la educación, esto es, de la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública) y de la UDELAR (Universidad de la República).
Desde los institutos pedagógicos, especialmente magisteriales, surgieron generaciones de maestros y de profesores, quienes con su versación nutrieron los cuadros de la enseñanza primaria, secundaria y técnica. La Universidad, en tanto, formó cuadros profesorales, siendo el saber de profesionales el que apuntaló el desarrollo de la educación media, técnica y terciaria.
Siempre fue un valor entendido que debía unificarse en un gran centro académico lo que estaba disperso. La educación no es una actividad espontánea. Es una ciencia y, en cierto modo, tiene el vuelo de un arte. Los docentes de carrera siempre aspiraron a jerarquizar su labor.
El “tire y afloje” que imperó entre los cuerpos directrices de la enseñanza básica, media y técnica -cuyos directores cayeron como llovidos por los gobiernos de turno, por lo general sin la idoneidad necesaria para sus altas funciones- y los centros de formación universitaria, no alentó ni la coordinación de la educación, ni por supuesto, la apertura hacia un instituto pedagógico superior.
Siempre fue un valor entendido que tal aspecto debía desplazar hacia una facultad de pedagogía la instrucción de los docentes, de todas las ramas.
La solución era muy sencilla. Los recursos materiales y humanos disponibles debían converger hacia la Universidad, la que a su vez, tendría que obtener los recursos necesarios para poner en marcha esta fuente profesionalizada de docentes.
Lo que antes los partidos políticos tradicionales no querían era ceder “fueros”, imbricados en lo que ahora tiene tres consejos desconcentrados y un consejo directivo central. ¡Cómo restarles “las chacras” de la formación docente! ¡Si hasta con deuda externa se pagaron retribuciones a jerarcas mediocres y profesores “a dedo”, por cantidades suculentas!
Actualmente la desconfianza o rivalidad entre los organismos de la enseñanza básica y media con el de nivel universitario no existiría o estaría bastante mitigada. Hoy por hoy, es el propio Consejo Directivo de ANEP el que quiere desprenderse rápidamente de los ámbitos en los que prepara los cuadros enseñantes.
¿A cambio de qué?
¡Aquí está la cosa!
Nada menos que a costa de fundar ¡dos nuevos entes autónomos!
¿Más servicios burocráticos, independientes de los existentes, con más directorios, presupuestos, cargos de particular confianza, nuevos empleados presupuestados y contratados y la mar en coche?
Sí. Lo que propugna Luis Yarzábal, jerarca y vocero del CODICEN, es que la Dirección de Formación y Perfeccionamiento Docente se transforme en un ente autónomo de nivel terciario y que, el segundo ente a crear, se aboque a la educación tecnológica.
Ambos pues, estarían por fuera de ANEP y UDELAR. La propuesta fue llevada a la Universidad. Por una información de prensa (1) una comisión de la fuerza de gobierno, encabezada por Jorge Brovetto e integrada con representantes de las bases y legisladores de las comisiones de educación de ambas Cámaras, habría tenido un principio de acuerdo y se propiciaría incorporar la genial idea al proyecto de ley de enseñanza. Como quien dice, poner sobre el lomo de la mula una carga que quizá el animal no aguante.
Claro es que, si se desata el paquetito, alguien tendrá que dar la cara para fundamentar un contenido tan poco creíble.
Por añadidura, habrá que sortear la exigencia del artículo 202 de la Constitución, que establece que se precisan dos tercios de los votos del total de componentes de cada Cámara para instituir estos organismos autonómicos.
Los uruguayos estamos hartos de banquetes con cargos, de delirios burocráticos e ineficiencias que, a la postre, terminan en más impuestos. Los mismos que, con mayor intensidad, aprietan a los que menos tienen.
¿A cambio de qué?
¡Aquí está la cosa!
Nada menos que a costa de fundar ¡dos nuevos entes autónomos!
¿Más servicios burocráticos, independientes de los existentes, con más directorios, presupuestos, cargos de particular confianza, nuevos empleados presupuestados y contratados y la mar en coche?
Sí. Lo que propugna Luis Yarzábal, jerarca y vocero del CODICEN, es que la Dirección de Formación y Perfeccionamiento Docente se transforme en un ente autónomo de nivel terciario y que, el segundo ente a crear, se aboque a la educación tecnológica.
Ambos pues, estarían por fuera de ANEP y UDELAR. La propuesta fue llevada a la Universidad. Por una información de prensa (1) una comisión de la fuerza de gobierno, encabezada por Jorge Brovetto e integrada con representantes de las bases y legisladores de las comisiones de educación de ambas Cámaras, habría tenido un principio de acuerdo y se propiciaría incorporar la genial idea al proyecto de ley de enseñanza. Como quien dice, poner sobre el lomo de la mula una carga que quizá el animal no aguante.
Claro es que, si se desata el paquetito, alguien tendrá que dar la cara para fundamentar un contenido tan poco creíble.
Por añadidura, habrá que sortear la exigencia del artículo 202 de la Constitución, que establece que se precisan dos tercios de los votos del total de componentes de cada Cámara para instituir estos organismos autonómicos.
Los uruguayos estamos hartos de banquetes con cargos, de delirios burocráticos e ineficiencias que, a la postre, terminan en más impuestos. Los mismos que, con mayor intensidad, aprietan a los que menos tienen.
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