miércoles, 17 de diciembre de 2008

UN TEMA QUE IMPORTA: EL URBANISMO

Escribe Walter Ernesto Celina

URBANISMO Y POLÍTICA

Ahora que la ciudadanía comienza a sumergirse en los temas electorales cabría preguntarse cómo crecen nuestras ciudades, cómo se trazan las vías y espacios destinados a las necesidades colectivas, cómo se prevén los sistemas sanitarios, cómo se evita la vulneración de la naturaleza y se cuidan los recursos renovables y los que no tienen forma de reposición, etc.
El urbanismo tiene que ver con estas y muchas cuestiones más. Por definición, se trata del conjunto de conocimientos relativos a la planificación, desarrollo, construcción, reforma y ampliación de edificios y del acondicionamiento de áreas libres y de recreación en ciudades, así como de la organización u ordenación de dichos elementos. Refiere, desde luego, a la concentración y distribución de los habitantes en centros poblados.
Este ramillete de asuntos se caracteriza por tener un perfil de naturaleza técnica, que precisa -para plasmarse- de un soporte político.
De ahí su actualidad permanente.

UNA RISTRA DE ASUNTOS PARA PENSAR

En el tomo XXX de la Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay aparece una excelente contribución de César J. Loustau, bajo la denominación de “El urbanismo en el Uruguay”.
Consta de dos partes diferenciadas. La primera refiere al Montevideo colonial y los comienzos de la República (siglos XVIII y XIX); la segunda, a los conceptos que empezaron a jugar en el siglo XX y lo que viene hacia estos primeros años del siglo XXI.
La sola enumeración de items que paso a reseñar da una idea del esfuerzo de síntesis del analista para condensar información sobre: La dirección de paseos y jardines (1889-1904); la urbanización de Carrasco (1912); el antecedente francés del plan Haussmann; casa de gobierno, delineamiento de avenidas y ubicación de edificios públicos; parque del pueblo (1914); embellecimiento de ciudades y pueblos (1918-1922); surgimiento de la cátedra de trazado de ciudades y paisajismo (1918-1922); plan Fabini (1928); legislación sobre higiene de la vivienda (1928); plan del Centenario (1930); creación del Instituto de Urbanismo de UDELAR; oficina del plan regulador; remodelación de la Av. Agraciada (1942); legislación sobre centros poblados (1946); propuestas urbanísticas de Vilamajó, Gómez y Bonet; plan director (1956); grandes conjuntos habitacionales; el desplazamiento del centro de la ciudad; deserción de la Ciudad Vieja; Ciudad de la Costa; la circulación; problemas del tránsito en la urbe; la realidad actual y, varios anexos: la autopista de la Av. Italia; el subterráneo; el puente Buenos Aires-Colonia y el plan de Montevideo (1998-2005).
Se trata de antecedentes, normativas, propuestas y proyectos de obras.

PROLEGÓMENOS DEL URBANISMO NACIONAL

César J. Loustau inicia su trabajo con una cita del recordado profesor arquitecto Américo Ricaldoni. Contiene una definición de etapas históricas de la disciplina en lo local. Sostenía, en efecto: “La planificación en Montevideo puede clasificarse en 4 períodos sucesivos. El colonial y militar, desde el año 1700 al 1800 aproximadamente, representado principalmente por los trabajos del ingeniero militar don Domingo Petrarca; luego el período de la planificación topográfica y vial, hasta 1836, caracterizada por la obra del coronel de ingenieros don José María Reyes en su calidad de primer presidente de la Comisión Topográfica; los seis años siguientes constituyen la tercera etapa, que clasificamos como arquitectónica y monumental, en mérito a la ordenación de espacios y edificios proyectada por el arquitecto italiano Carlo Zucchi; finalmente, el período de planificación administrativa hasta el año 1900, en el que la legislación regula el desarrollo urbano buscando inspiración en las preocupaciones edilicias que en ese tiempo dominaban: la seguridad, la salubridad, la vialidad y, hasta cierto punto también, el ornato de las vías públicas.”

LA LLAMADA “CIUDAD NUEVA”

Loustau precisa que, a partir de la finalización de la Guerra Grande, aumentó considerablemente la población, siendo la causa principal la corriente inmigratoria. “Hubo que agrandar -recuerda- los límites urbanos a costa de ocupar el ejido. El autor del plano de esta ampliación fue el argentino José María Reyes (1803-1864). La trama, también en damero, acusa un ligero enviaje con el de la Ciudad Vieja. Esta expansión monótona es conocida con el nombre de Ciudad Nueva.”
Agrega, en otro momento, que tal complemento urbano presenta, como una de sus pocas novedades, la mayor amplitud de la arteria principal, la Av. 18 de Julio, “ubicada en el lomo de la cuchilla”. Se le considera un “eje estructurante” del amanzanamiento. Dicha vía hizo que a Montevideo se la denominara “ciudad de la raya al medio”.

LA “CIUDAD NOVÍSIMA”

Indica el articulista especializado que “la Ciudad Novísima surgió luego de la paz firmada el 8 de octubre de 1851, que puso fin a la Guerra Grande e integró a la ciudad, los barrios de la Aguada y el Cordón. La Ciudad Vieja, la Ciudad Nueva y los amanzanamientos de la Aguada y el Cordón fueron resultado de la voluntad expresa del gobierno. No ocurrió así con el posterior crecimiento de la urbe, que obedeció a actos aislados de iniciativa privada.” Con una consecuencia: “su resultado fue desordenado”.
Hacia 1887 el ingeniero francés Norbert Maillart -autor del Edificio de los Tribunales de Buenos Aires- formuló un plan de avenidas y edificios que, dos años más tarde, fue adoptado con modificaciones, cerrándose el perfil del siglo XIX.
El catálogo presentado de manera erudita por César J. Loustau continúa con el sumario de puntos que, más próximos, en el tiempo, se registraron en el siglo XX, referidos en el inicio de esta nota.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

PERIODISTA EDMUNDO ROVIRA

CONTRAOLVIDO EN LA JUNTA MONTEVIDEANA
Escribe Walter Ernesto Celina

La recordación en la Junta Departamental de Montevideo de los 90 años del diario “El País” permitió poner de manifiesto los claroscuros de la publicación.
El legislador comunal Dari Mendiondo tuvo, sin duda, una parte destacada en el sedicente homenaje. Rememoró la adhesión del matutino a la campaña “moralizante” de los golpistas, bastante antes que dieran el zarpazo. Asimismo, situó bajo un haz de luz a personalidades que cruzaron por dicha tribuna y escenario laboral, enmarcando su intervención en el valor intrínseco de la libertad de prensa.

Cuando el diario de la Plaza Cagancha se sumaba a la acción de desprestigio contra el cuerpo deliberativo, en los prolegómenos del 27 de junio de 1973, hubo individuos principistas que, trabajando en ese medio -conectado a la agencia de espionaje y contrainformación CIA-, se jugaron por el destino de la República.

Mendiondo rescató el nombre, casi olvidado, del periodista Edmundo Rovira.
Había nacido en Mercedes (Soriano), en el seno de una familia digna, a la que conocí por ser oriundo del hermoso reducto litoraleño y, aún, por mi condición de vecino de los Rovira, en horas de la infancia.
Con Edmundo nos encontramos cumpliendo funciones periodísticas similares para medios opuestos. Fuimos cronistas parlamentarios. Él, en la Cámara de Representantes; yo en el Senado y, ocasionalmente, en Diputados y la Asamblea General. Nos cruzábamos, asistíamos a las mismas sesiones. A veces, codo con codo, estábamos registrando los eventos políticos en el hemiciclo parlamentario.
Era un individuo correctísimo, de cordialidad invariable. Cuando fui requerido por Luis Pedro Bonavita y Rodney Arismendi para ejercer la Secretaría de Bancada en la Cámara de Representantes, la proximidad con él me permitió un trato más habitual. En su trabajo era riguroso como profesional. Por supuesto, sus crónicas pasaban por un filtro que exigía desconocer a los adversarios de izquierda.

La intensidad de aquellos momentos políticos no dejaba espacio para el disfrute de la amistad. Más, nos sabíamos hijos del mismo terruño, teníamos un mismo horizonte, no nos desligábamos de los compromisos contraídos con el país. Cada uno en lo suyo, actuando en mundos diferentes. La brega era dura y despareja.
No disputábamos cargos. Éramos partícipes de una causa que reputábamos superior. Nada nos arredraba.

Por supuesto, el nombre de Edmundo Rovira ha estado ausente en “El País” en su conmemoración.. Y en otros ámbitos.
El Edil Dari Mendiondo rescató su figura, con una breve exacta y pincelada, en una intervención que levantó polvos por todo lo que manifestó.
Sostuvo: “...Respeto a Edmundo Rovira, cronista parlamentario del diario “El País”, en cuya casa de Pocitos nos supo amparar al Edil Luis Tourón y a mi, durante muchas noches de clandestinidad previas a la dictadura.
Luego me encontré con él en el Batallón 5to. de Artillería. Estuvimos seis meses con los ojos vendados, Seis meses incomunicados. Seis meses desaparecidos, sin que nuestras familias supiesen de nosotros. Él, sin embargo, hacía palabras cruzadas para que pudiéramos mantenernos en una silla las veinticuatro horas.
Murió en el Penal de Libertad.”
En esa inicua forma de cegar su vida, cobra altura y trasciende la memoria del ciudadano, del periodista, del compañero, del amigo. De uno de los tantos justos que dejaron su ofrenda en el altar de la Patria, que un día será plena y de todos.

domingo, 7 de diciembre de 2008

CACHETAZO EN LA JUNTA DEPARTAMENTAL DE MONTEVIDEO

Escribe Walter Ernesto Celina

Como es sabido, la empresa periodística “El País”, de Montevideo, es un emprendimiento editorial que ha cumplido 90 años.
Sus fines económicos no ceden a sus fines políticos, dos elementos esenciales a su filosofía mercantilista. Su credo básico tiene marca de orillo: el neoliberalismo.
Sus mejores páginas, en una vida tan dilatada, fueron cediendo a estos parámetros.
Ya antes del golpe de estado “cívico-militar” de 1973 quien fuera su director, el ex senador Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, vinculaba su prédica con el apoyo personal y directo a grupos de asaltantes a la Universidad de la República.
Cuando los militares con Bordaberry arrasaron la Constitución, “El País” se prosternó dócilmente en el altar del despotismo y tiró, para siempre, lo poco que le quedaba de momentos de honra de su pasado.

Diversos sectores del Partido Nacional apoyan sus campañas al calor que les brinda este medio, que en el corte grueso, como en el más fino, con razón a veces y, sin fundamento justo en otras, condena lo que hace, puede hacer o no hace el actual partido de gobierno.
En materia internacional, como lo hizo antes en sus campañas macarthistas febriles, adopta una línea proimperial, con su amor irrenunciable a las políticas norteamericanas de todos los tiempos.
La empresa es tan monárquica que hasta tiene un “administrador vitalicio”, según reza la nomenclatura de su staff.
Como los mercaderes y contrabandistas de ideas, gusta de vestir disfraces. Por necesidades de imagen, estos 90 azarosos años de la editora precisaron del Salón de los Pasos Perdidos del Poder Legislativo -que les fue cedido- para reunir acólitos. Batidores de parches, fueron voceros de “homenajes” en centros deliberativos.

He leído la intervención que en la Junta Departamental de Montevideo realizó el Edil frenteamplista Dari Mendiondo, viejo militante social y político, con una historia de dignidad que muchos podrían envidiarle de por vida.
Con ecuanimidad evocó figuras de la respetabilidad del Dr. Wáshington Beltrán, o la del ex director de la publicación y luego diputado -en brega por una izquierda “sin exclusiones” y copartícipe en el nacimiento del Frente Amplio-, Don Luis Pedro Bonavita.
No haré una crónica. Rescato apenas un pasaje. Sostuvo Mendiondo: “Según “El País”, con una fotografía mía, publicada en tiempo de la dictadura, era un sedicioso. Fui Edil en esta Junta en el año 1971 cuando, precisamente el diario hace una campaña singularmente agresiva contra miembros del Cuerpo. Se comprobó que no era una campaña en función de la Junta, sino parte de un vasto y siniestro operativo contra la democracia: disolver las Cámaras de Senadores y Diputados; las Juntas; desplazar los Intendentes Municipales, pasando a un régimen dictatorial.”
En un momento posterior, el edil rememoró la existencia de prensas populares, como las de barrio o las ideológicas. Citó al semanario “El Sol”, del socialista Frugoni; “Justicia” y “El Popular” de los comunistas o “El Debate”, de Herrera, con una calificación memorable que efectuara para el hoy cotidiano nonagenario: “Los cretinos útiles de “El País” se prestan para cualquier maniobra, siempre que beneficie los intereses de la oligarquía”.

El inesperado bofetón aguó la celebración del diario caganchero, ubicado frente a la plaza que lo adjetiva en la city capitalina.
Un soplo de aire fresco había entrado en la Junta como para decir que la publicación de nombre equivocado no es vocera de la República, ni representa los intereses del pueblo uruguayo.