lunes, 14 de diciembre de 2009

JOYAS DEL CINE

UNA COMEDIA INSUSTITUIBLE
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com - 28.11.2009

En la historia del cine no se puede hablar de comedias memorables sin mencionar al genial Charles Spencer Chaplin (Carlitos). El actor inglés (1989-1977) saltó a la fama con películas mudas. Con un personalísimo estilo, amalgamó el perfil del payaso circense con los de mimo y acróbata. Su personaje trascendente del desheredado -Charlot, un vagamundo- encarna la lucha del individuo contra las adversidades y profundiza sentimientos muy puros de amor a los semejantes.
En la etapa del cine sonoro apela a la sátira y a los componentes dramáticos y, además de su función actoral, opera como director, compositor y productor.
Recibió un Oscar honorífico de la Academia de Hollywood y otros premios en 1972, tras haber emigrado de los Estados Unidos ante a la persecución desatada contra la comunidad artística -en los años 1940 y 50-por el Comité de Actividades Antiamericanas, encabezado por el senador Joseph McCarthy, del Partido Republicano.
Falleció en la navidad suiza de 1977.

Fue un fundador de la comedia cinematográfica. Su genio atrapó a los públicos de una sociedad distante. Hoy, ver sus filmes, suscita alegría, admiración y ternura.
Ninguna de sus películas figura en la selección de la revista inglesa Sight and Sound (Imagen y Sonido), a la que aluden algunos de los títulos que vengo comentando.
Cantando en la lluvia (Singin in de rain) es un espectáculo mayor de un cine maduro y fresco. Distinto del chaplinesco pero, igualmente, atrapante, generador de un estado de ánimo inducido por la belleza decantada en la danza moderna.
Sus directores fueron Gene Kelly y Stanley Donnen; productor, Arthur Freed; actores, el propio Kelly, Donald O’Connor, Debbie Reynolds, Jean Hagen, Cyd Charisse.
Se trata de una comedia musical reidera que realiza la descripción del pasaje del cine mudo al sonoro.
Kelly se distinguió en Broadway como bailarín de claqué (zapateador de taco y punta), habiéndose iniciado en Pittsburgh (Pennsylvania) en la escuela de baile de su madre.
Requerido por Hollywood, codirigió varias cintas musicales famosas en la historia del cine, tales como Un día en Nueva York (1949) y la laureada Cantando bajo la lluvia (1952). Las dos con Stanley Donnen. Sus bailes y su coreografía en Un americano en París (1951), de Vicente Minnelli, fueron aclamados como ejemplos superiores de ballet cinematográfico.

En Invitación a la danza (1956) -totalmente bailada- trabaja como director. En Baile de dioses (1960) aporta una coreografía jazzística para el Ballet de la Ópera de París.
Fue actor distinguido en Heredar el viento (Inherit the wind), 1960, de Stanley Kramer. Expira en febrero de 1996.
Su amigo Stanley Donnen llegó a Hollywood a su pedido. Era un afamado bailarín de Broadway. Comediógrafo musical, almacenó tres obras reconocidas: Tres chicas con suerte (1953), Siete novias para siete hermanos (1954) y Una cara con ángel (1957).
Viró hacia la comedia pura, alcanzando un gran estilo y autoridad directriz. Suyas son: Indiscreta (1958), Charada (1963) y Dos en la carretera (1967).

Cantando bajo la lluvia
ocupa el décimo lugar en el ranking inglés citado al comienzo, pero nadie ignora que se trata de una de las mejores creaciones de su género.
El baile cantado con júbilo, bajo una copiosa lluvia, es una demostración de maestría, tan original de este filme, como algo digno de verse no sólo una vez, sino siempre. Tal el entusiasmo que promueve.
Sus movimientos ocurrieron con tres peculiaridades. La primera: al filmarse, el actor se encontraba enfermo, con alta temperatura. La segunda: para resaltar el efecto del chapoteo en el agua, esta fue mezclada con leche. Tercera: la utilización simultánea de varias cámaras permitió que la canción quedara registrada con una sola toma.
Con justa razón fue nominada a varios premios del Oscar. Se le declaró de interés cultural, histórico y estético por la Biblioteca del Congreso de EE.UU. y ha sido seleccionada para su preservación por el Registro Nacional de Filmes del mismo país.-

JOYAS DEL CINE

EL ACORAZADO POTEMKIN
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com - 26.11.2009

El acorazado Potemkin es un film emblemático del cine soviético, surgido tras la revolución de octubre de 1917 y, más allá de esta consideración distintiva, una bellísima pieza, caracterizada por una fuerza expresiva incontenible, concebida por un colectivo conducido por una descollante figura del arte escénico: Seguei Eiseinstein.
Quede dicho, de manera preliminar, que el filme fue estructurado y producido en tiempos del cine mudo, cuando en 1925 las técnicas de filmación padecían de una implacable rigidez. Es el más antiguo en el ranking de la revista inglesa Sight and Sound (Imagen y Sonido). En tal nómina ocupa el lugar séptimo, ubicación tan discutible, como la ausencia de numerosas obras maestras.

El libreto parte de hechos ocurridos en el puerto de la ciudad ucraniana de Odessa en los días posteriores al 26 de junio de 1905, en que las fuerzas populares antizaristas pujan por cambios políticos y sociales. Los ingredientes amalgaman la represión inmisericorde de civiles y el alzamiento de los marineros, volcados a las fuerzas insurgentes.
¿Quién era Eisenstein (1898-1948)? Nacido en Letonia, estudia en el Instituto de Ingeniería Civil de Petrogrado (Leningrado hasta 1991, actual San Petesburgo). Integra el Ejército Rojo. Dirige el Teatro Obrero.
Sus ideas poco convencionales acerca de la dramaturgia lo llevan a cultivar los contrastes fuertes, conducentes a despertar emociones y suscitar la racionalidad. En La huelga (1924) acude al uso de imágenes sugerentes: tropas que van al matadero y escenas de fusilamientos por agentes gubernamentales.
El acorazado procura exaltar episodios que preludiaron la toma del poder por los soviets (obreros, campesinos y soldados). Se realizó por encargo oficial y estuvo sujeto a los mecanismos de contralor y censura del aparato estalinista.

Las antologías de los más relevantes críticos del cine destacan la maestría con que Serguei Eiseinstein concibe los episodios trágicos en la plaza portuaria ucraniana y una ejecución en el barco. Destacan, asimismo, el lenguaje visual que aporta, el movimiento de la cámara (tomas inclinadas) y los montajes innovadores.
Cinco partes componen la historia, ensambladas para constituir un todo. Con la sonorización, la película incorpora músicas de Edmond Meisel, Nikolai Kriukov y Dmitri Shostakovich.
Otras joyas completan el cofre que ha legado el director letón, se trate de escenas rodadas para ¡Qué viva México!, incautadas por problemas financieros y rearmadas por otros directores, o refieran a películas hechas en la URSS, que también soportaron las acechanzas de las vestales del poder.
Justamente, en la Conspiración de los Boyardos se muestran, de manera imperecedera, los recelos sombríos que circulan como enfermedad en torno a quienes mueven el bastón del mando.-



JOYAS DEL CINE

“EL CIUDADANO” - DE ORSON WELLES
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com - 27.11.2009

El ciudadano -también Ciudadano Kane- es una obra emblemática del cine estadounidense, producida y dirigida en 1941 por Orson Welles, quien a la vez, es su guionista y actor principal. Le pertenecen, asimismo, los rubros de cuidado artístico, fotografía, sonido, música y montaje.
Welles (1915-1985) fue un niño prodigio. A los 16 años era actor profesional. En 1936 accedió a la dirección teatral adaptando Macbeth, de William Shakespeare. En 1937 fundó el Mercury Theatre, extendiendo el teatro a la radio. Casi inmediatamente, en 1938, con La guerra de los mundos, sembró pánico en la pujante audiencia de la época, la que llegó a creer en una catastrófica invasión alienígena.
El conmocionante impacto llevó a la productora RKO Picture a financiar el proyecto de Welles denominado Ciudadano Kane.
Se convertiría en la película norteamericana más célebre y en una de las de mayor fama universal, la primera de todos los tiempos, para la mayoría de los críticos especializados.
¿A qué refiere?
Su sustancia fue un espectacular desafío. Retrató la psicología y modalidad de vida del magnate de la prensa de EE.UU. William R. Hearst. La respuesta no se hizo esperar. La cadena de medios del super empresario desacreditó el filme, el que no pudo -de momento- obtener la repercusión que adquiriría tiempo después. La consagración de la labor proficua de Welles vino desde Europa. Recién, en 1970, el gran director tuvo el reconocimiento honorífico de la Academia de Hollywood.
Así se sintetizan los méritos de la obra en la presentación hecha recientemente en un folleto del Archivo Nacional de la Imagen – SODRE: “...Marca un hito en la historia del cine. Técnicamente (Welles) no inventó nada pero sí usó todos los recursos existentes en el momento: profundidad de campo, claroscuro e iluminación heredada del expresionismo, escenografías techadas, movimientos de cámaras con uso de grúas y tomas a nivel del piso. Sobre todo, impuso la mirada personal del autor-director. También desmontó la cronología de las historias tal como eran desarrolladas hasta entonces, empezando la narración desde el final con una forma diferente de construcción narrativa tipo “puzzle”, para que el espectador la armara en su cabeza.”
De su magnífico legado son: El cuarto mandamiento (1942); La dama de Shanghai (1948); Macbeth (1948); Otelo (1952); Sed de mal (1958); Campanadas a medianoche (1966); Una historia inmortal (1968). Las dos últimas, rodadas en España, país de su preferencia. Dispuso que allí descansaran sus restos.
Actuó para diversos directores: Alma rebelde (1944, Robert Stevenson); El tercer hombre (1949 Carol Reed); Moby Dick (1956, John Huston); Impulso criminal (1959, Richard Fleischer); El viaje de los malditos (1976, Stuart Rosenberg).
Orson Welles queda en la historia del arte cinematográfico como un creador mayor.-


jueves, 3 de diciembre de 2009

LOS TÍTULOS CLÁSICOS DEL CINE

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com - 23.11.2009

En tiempos en que la política invade casi compulsivamente los espacios periodísticos, proponer un cambio de temática no resultará una originalidad pero, al menos, para una parte de los lectores, podrá ser menos tedioso.
Plantearse realizar el registro de los 10 mejores filmes de la historia del séptimo arte no es tarea sencilla. Antes bien, anticipa que es un asunto controversial.

La revista Sight and Sound, británica, promovió hace unos años una encuesta entre la crítica especializada, que luego fue ampliando hacia los directores más famosos.
De este modo, emergió un ranking integrado con diez películas.
Una selección de filmes pioneros resultó predominante en el listado, por lo que me ha parecido más ajustado calificar a los escogidos como títulos clásicos, aunque algunos -pocos- podrían aún reputarse como relativamente modernos.

La buena cultura cinematográfica uruguaya, uno de cuyos críticos eminentes fue Homero Alsina Thevenet (desaparecido no hace mucho), catapultó las denominaciones seleccionadas, muchísimo antes de lo que verificara la publicación británica.
Cine Club (entidad que no soportó el auge de la televisión), Cine Universitario, Cinemateca Uruguaya y el SODRE (antes del incendio del Estudio Auditorio) exhibieron el grupo de cintas. Y actualmente la Sala Nelly Goitiño, perteneciente a la entidad oficial, ha efectuado una programación con las piezas fílmicas de referencia.

Entro en materia.
¿Cuáles son las 10 más famosas?
1.- El ciudadano, de Orson Welles. 2. Vértigo, de Alfred Hitcocock. 3. La regla de juego, de Jean Renoir. 4. El padrino I y II, de Francis Ford Coppola. 5. Cuento de Tokio, de Yasujiro Ozu. 6. 2001, Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. 7. El acorazado Potemkin, de Serguei Eiseinstein. 8. Amanecer, de F. W. Murnau. 9. 8 y medio, de Federico Fellini y 10. Cantando bajo la lluvia, de Gene Kelly y Stanley Donen.
Se trata de obras señeras. Sin embargo, como toda clasificación, encasilla la realidad y la reduce. Los elementos subjetivos no pueden, asimismo, separarse de cualquier valoración.
Como siempre es bueno cotejar las opiniones ajenas con las propias, estoy tentado de examinar con cada lector las listas que cada cual haría.
Y para que no se infiera que pueda estar propenso a esconder el bulto, con absoluta modestia, de este gran grupo priorizaría tres, a saber: El Acorazado Potemkin, El ciudadano y Cantando bajo la lluvia.
Sobre algunas de sus características me extenderé en su momento.-

EN LA BOTICA DEL TEATRO

“LA MADONNITA”
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com - 22.11.2009

Las artes escénicas rioplatenses, en su sentido más amplio -comprendiendo los eslabones que le fueron dando forma desde los tiempos de la colonia-, muestran una riqueza de manifestaciones que, asociadas, hacen a un fenómeno cultural complejo.

Sin demérito de lo uruguayo, lo argentino proporciona un aporte sustancial. Este ciclo evolutivo, con saltos de calidad, muestra los perfiles de las transformaciones que se sustancian por las riberas del Plata y del Uruguay, coadyuvando al proceso de integración social y sensibilización en que nuestros pueblos se acercan íntimamente.
Esta reflexión preliminar tiene que ver bastante con dos obras teatrales presentadas en estos meses por la Institución El Galpón, de Montevideo. Me refiero a Babilonia, de Armando Discépolo, y a La Madonnita, de Mauricio Kartun, dos dramaturgos de trayectoria, tanto en el pasado, como en el presente del hermano país.
El primero tuvo el impulso de Pablo Podestá, siendo creador del grotesco criollo, como lo he señalado en una reflexión anterior.
Armando Discépolo -hermano del genial Enrique, que dio a la poética tanguística páginas señeras-, mostró las injusticias del orden social, en el marco de referencia de la inmigración, caso de Babilonia. Retrató la vida con sus ambivalentes cuotas de humor y acidez y, desde la nostalgia, pareció reivindicar los aires de la utopía.
En La Madonnita y desde nuestra contemporaneidad, Kartun da un salto hacia principios del siglo XX. Con una inusual economía de recursos actorales y escénicos, promueve una discusión entre la belleza, configurada desde el arte, y la belleza sensual, emergente de la visión de las formas humanas.
El nombre Madonnita no se vincula con la artista del baile pop norteamericano, sino que alude a aquellas Madonnas inmortalizadas por Rafael (1483-1520). El maestro renancentista italiano acusó las influencias de Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel y en el período florentino alcanzó imágenes, suaves y redondas, de particularísima gracia.

La Madonnita, en el libreto de Mauricio Kartun, es una mujer desgraciada, paralítica y, a la vez, una foto sugerente. Como postal se vende en bodegones y arrabales a inmigrantes sin familia, solitarios doloridos, que se solazan con la imagen de la mujer que desearían poseer.
El fotógrafo, un europeo caído al Río de la Plata, ve en la mujer un objeto para su arte y, a la par, su instrumento de sobrevivencia. El compadrito -vendedor de las copias- siente y exalta el valor físico de la modelo, inválida y muda. Se suscita un choque de visiones, en medio de un desarrollo dramático. El escritor argentino da una pincelada de la época ida, lleva el tiempo para atrás. El momento histórico-social es nítido. El discurso teatral ilustra y hace pensar. Ahonda en el pasado del que venimos y del que somos parte.

La formulación de Kartun corresponde a un estadio evolucionado de unas letras que mostraron sus primeros intérpretes en los tiempos de Mayo de 1810. Habían comenzado a tener tímidas voces en los versos de Bartolomé Hidaldo y otros. Subieron por tablas improvisadas, se esparcieron con los carretones circenses, crecieron con las músicas sencillas y las palabras de payadores y cantores y un día fueron escenas de sainetes. La palabra no se cansó de andar y devino en creación robusta. Fue semilla para florecimientos variados y generosos.
Lo muestra este teatro penetrante.
El Galpón, al tomar las piezas referidas, hace honor a la cultura rioplatense.-