sábado, 26 de junio de 2010

¿QUO VADIS MUJICA?

PODER ETÁTICO Y FUERZAS ARMADAS
Nota 4

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 15.06.2010

El Presidente José Mujica, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, encaminó sus pasos hacia los cuarteles el 03.04.2010, pronunciando -en forma abierta y pública- una alocución ante militares de carrera y personal de tropa.
Con las diferencias que caben, un hecho de esta contundencia en los hábitos políticos uruguayos, no se registraba desde los tiempos del pachecato, en que el pro-dictador aceitaba sus relaciones con la maquinaria represiva del Estado.
Es que si “la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación”, la que “será ejercida directamente por el cuerpo electoral” (Arts. 4º y 82 de la Constitución), el poder público que de ella deviene y asume determinadas formas, se respalda en un sistema armado.
El Presidente Mujica propugna salvar la distancia existente entre los cuerpos militares y la sociedad civil con la bandera de la unidad nacional, así como con la exculpación, a las “fuerzas armadas de hoy”, las que a su personalísimo juicio “no deben cargar con ninguna mochila del pasado ante su pueblo”.
Reconocía, a la vez, que “los soldados rasos de mi patria navegan en la pobreza”, por lo que se impone ayudar(los) antes del venidero Presupuesto. Consignaba, asimismo, que “la seguridad del cielo y de las costas está muy comprometida”, tanto por falta de medios como por la vetustez de los equipos. Propuso una campaña solidaria contra la pobreza y esbozó algunas ideas para la integración del personal militar a determinadas tareas.
La esencia de este planteo pasa por incorporar recursos humanos y materiales ociosos del Estado -de muy alto costo-, a tareas de acción pública y, a la vez, tender un puente hacia un sector aislado de la comunidad nacional por un justificado recelo ciudadano.
Sucede que las fuerzas armadas de hoy -como ha manifestado el Sr. Mujica- no se han deslindado de las de ayer, siendo éstas las que participaron del ataque a la Constitución y del más oprobioso vilipendio de los derechos humanos, desde antes del golpe de estado del 27 de junio de 1973 hasta fines de 1984.
Los institutos militares no han efectuado su autocrítica y, por añadidura, ninguno de sus miembros, en retiro o en actividad, ha dado pistas, tan siquiera, de cuál fue el destino de los cadáveres de uruguayos muertos en la tortura. Se trata de un silencio oprobioso.
La “alta política” propuesta por el Presidente Mujica pasa, según afirmó, por “el arte de persuadir, sublimando el dolor en causas comunes que nos identifiquen…”
Terapia políticamente extraña. Equivalente a decirles a los familiares de los desaparecidos que pongan la otra mejilla; que olviden padres, hijos, hermanos; que se traguen el dolor y sepulten la memoria del horror. Que beban para siempre las lágrimas y marchen uncidos para recibir, al final del camino, una santificación presidencial.
Puede sospecharse que la unidad nacional propuesta por el Sr. Mujica se encamina a reforzar el poder etático, alineando a las fuerzas armadas en función de un programa de cambios, con el olvido de las sevicias, muchas concesiones para los inversores extranjeros y, para los más, una carrada de ajustes y recortes y ninguna redistribución de la riqueza.

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miércoles, 23 de junio de 2010

¿QUO VADIS MUJICA?

LAS BARAJAS DE LA CONCILIACIÓN
NOTA 3

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 10.06.2010

La proclama efectuada por José Mujica, en la noche del triunfo electoral, en el sentido de que no habría “vencidos ni vencedores”, anticipó algo de lo que vendría después y que ya, en muchos pasajes, estaba escrito.
Por fuera del programa oficial del Frente Amplio -y para sorpresa de los más incautos- lo que el nuevo mandatario comenzaba a sacar de sus bolsillos no eran más que hojas de un plan filo social-demócrata, de neta conciliación de clases. Bien distinto, por cierto, de aquello que algunos comenzaran llamando “participación popular”, de lo que desfilara por la comisión de programa y de lo que quedara plasmado en los congresos de la fuerza política.
El significado preciso de las palabras tiene sentido para medir los pasos del presidente y demás responsables del partido.

La primera acepción del término conciliar no es otra que la de “componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí”. La siguiente admite “conformar proposiciones a partir de doctrinas estimadas contrarias”. La tercera alude a la disposición para “granjear o ganar los ánimos y la benevolencia”.
La coparticipación partidaria en entes autónomos, servicios descentralizados y otros organismos, plasmada con una distribución equitativa de cargos entre blancos, colorados e independientes pasa, seguramente, por esto, aunque -tal vez- no sea lo más llamativo.
Lo hubiera sido, sí, la entrega de butacas ministeriales. Idea que sobrevoló, con apetencias y disgustos que no faltaron. La hipótesis era muy fuerte y no cuajó.
El romance comenzó con ademanes gentilicios y tuvo “una salida a caminar juntos”, al cabo de la cual regresaron de manos tomadas…
Tal aproximación política abre diversos senderos: el de un acercamiento más corporal a los empresarios, en especial a los inversores extranjeros; a los estudios que representan intereses foráneos y a otros sectores del quehacer nacional.

Es emblemático el caso de las fuerzas armadas.
Tras los “años de chumbo”, equipos del Frente Amplio analizaban el papel de los cuerpos militares en la democracia, demandando un debate público acerca de “qué tipo de fuerzas armadas debe tener el país”. Ítems, como los del alcance de la noción de defensa nacional, la formación del personal, sus vínculos, las operaciones dentro y fuera del territorio, la ley orgánica de los cuerpos armados, etc., motivaban preguntas y definiciones.
Llegado al gobierno, Tabaré R. Vázquez escamoteó la temática. Sólo se trató el asunto en escenarios secretos, o bajo reserva, como en las comisiones parlamentarias de defensa. Se eliminó la consideración en la opinión pública. De nada se enteraron los comités de base, ni la interna frenteamplista.

Ya antes de cruzar la banda presidencial, Mujica había hecho correr -casi como un buscapié- la idea de exonerar de la prisión en cárcel a mayores de 70 años, quienes podrían cumplir sus condenas de modo liberal, en domicilio. Favorecía así, a condenados por gravísimos delitos contra la vida y la dignidad humana.
En “PEPE - Coloquios”, la entrevista de 260 páginas que le efectuara a José Mujica el Licenciado Alfredo García -que viera luz en setiembre de 2009-, el entonces candidato presidencial sostenía: “…agarrar un tipo de 70 u 80 años para llevarlo en cana, como figura, es jodido.”
Cuando se iba a enviar el proyecto de ley respectivo, desde la Torre Ejecutiva al Parlamento, la bancada oficialista frenó el impulso y abortó la extraña criatura.
¿Se trataba sólo de una idea fuera de contexto?
No. Formaba parte de un paquete mayor manejado por el Presidente.
Algo similar había sostenido la ex ministra y amiga personal de Vázquez, la Dra. Azucena Berrutti.

A diferencia del docto ex presidente, el nuevo ungido encaminó sus pasos hacia los cuarteles.
No lo hacía para conformar ningún soviet leninista de obreros, campesinos y soldados. Allí habló el 4 de abril de 2010.
Examinaremos cuáles fueron los nudos centrales de su planteo.


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martes, 1 de junio de 2010

¿QUO VADIS MUJICA?

ADEMANES, DISCURSOS, IDEAS POLÍTICAS
Nota 2
Escribe Walter Ernesto Celina

waltercelina1@hotmail.com – 1º.06.2010

En forma concomitante con la aceleración de la campaña electoral, se recordará que el entonces senador José Mujica concurrió a la sede del PIT-CNT y, bajo la intensidad de los reflectores, suscribió la papeleta que sumaría voluntades para plebiscitar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, relativa al no juzgamiento de militares incursos en graves delitos acaecidos en el período de facto.
Lo hacía rompiendo la renuencia frenteamplista que al respecto propiciara Tabaré R. Vázquez.
Hay que tener memoria y procurar hacer bien las cuentas.
Aquel fogonazo publicitario, sólo fue eso. Ni el Frente Amplio como partido, ni él como candidato, prestaron decidido interés por el asunto.
No obstante, la consulta alcanzó el 47,98% de votos afirmativos. Los sufragios no alcanzaron el requisito de la mitad más uno. Los votos negativos fueron tácitos, según un extraño mecanismo de expresión, creado por el Dr. Gonzalo Aguirre Ramírez.
Bien, vuelvo al punto central. En correspondencia con la flacidez de la conducta apuntada, el 1º de marzo de 2010 el nuevo presidente vuelve a soslayar el tema ante los familiares de las víctimas. En efecto, no tuvo un gesto, una mención, ni nada para los silenciosos reclamantes por los uruguayos asesinados y sustraídos a sus deudos. Quedaba, así, peldaños más abajo que Tabaré R. Vázquez y Jorge Batlle Ibáñez.
¿Cuánto hubo de estrategia ante las fuerzas armadas? ¿Cuánto de ablandamiento político e ideológico? ¿Cuánto de defección?
Ahora no sería correcto precipitar un juicio. Aún la medición no puede ser precisa. Es factible, sí, analizar -como en una enfermedad- los síntomas, sin por ello adherir a la doctrina fisiócrata.
Un elemento significativo: En noviembre de 2009 el diario “La República” publica el librillo-reportaje “Mujica. La visión y el camino”, una entrevista de Víctor Carrato, originada en medio de la disputa con Luis Alberto Lacalle.
Habían quedado atrás los resultados plebiscitarios de octubre, los que no son mencionados.
Pudo haberse sabido qué fuerzas armadas aspiraba tener el partido de gobierno ante la eventualidad de un segundo mandato. O, al menos, qué papel podría asignárseles de futuro, sopesando sus vicisitudes históricas. O qué reformas podrían introducírseles.
Vano será encontrar la menor referencia.

Segundo aspecto. Desde la confirmación del triunfo mujiquista, hasta el 04 de abril de 2010 en que el nuevo presidente reúne militares subalternos -oficiales y personal de línea-, había celebrado encuentros con un amplísimo abanico. Empresarios, sindicalistas, gobernantes extranjeros, partidos políticos, entidades diversas. Menos con la asociación civil de familiares de desaparecidos.
¿Cómo puede interpretarse dejar afuera a esta mater dolorosa, en quien soportó torturas, sintió a quienes las aguantaban y pudo vivenciarlas con la muerte de los que sucumbían, dentro o fuera de aquellas mazmorras?
¿Cuál es el límite de una estrategia destinada a asimilar a la mayoría de las fuerzas armadas para una concepción distinta de la tradicional? ¿Hasta dónde una ética del bien común puede ceder, para convivir con los ejecutores y discípulos de la escuela de la seguridad nacional?
¿La filosofía y los programas enunciados en distintas épocas, y la moral que los conecta, pueden ser moneda de cambio a la hora de acceder al gobierno y aproximarse a la zona donde están las palancas del poder?

En días anteriores a la tradicional Marcha de los 20 de Mayo, por verdad y justicia, el presidente gira sobre sus talones casi 180 grados. Recibe al nucleamiento de dolientes de desaparecidos, les concede la cadena nacional de comunicación y participa de la columna silenciosa que recorre la Av. 18 de Julio con los retratos de los muertos ocultados.
La sinuosidad oscurece una interpretación rápida, pero el examen sistemático permitirá acercarse a la esencia de la política del personaje y su gobierno.
Pondré más cartas sobre la mesa. ¡No está todo dicho!
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