LAS BARAJAS DE LA CONCILIACIÓN
NOTA 3
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 10.06.2010
La proclama efectuada por José Mujica, en la noche del triunfo electoral, en el sentido de que no habría “vencidos ni vencedores”, anticipó algo de lo que vendría después y que ya, en muchos pasajes, estaba escrito.
Por fuera del programa oficial del Frente Amplio -y para sorpresa de los más incautos- lo que el nuevo mandatario comenzaba a sacar de sus bolsillos no eran más que hojas de un plan filo social-demócrata, de neta conciliación de clases. Bien distinto, por cierto, de aquello que algunos comenzaran llamando “participación popular”, de lo que desfilara por la comisión de programa y de lo que quedara plasmado en los congresos de la fuerza política.
El significado preciso de las palabras tiene sentido para medir los pasos del presidente y demás responsables del partido.
La primera acepción del término conciliar no es otra que la de “componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí”. La siguiente admite “conformar proposiciones a partir de doctrinas estimadas contrarias”. La tercera alude a la disposición para “granjear o ganar los ánimos y la benevolencia”.
La coparticipación partidaria en entes autónomos, servicios descentralizados y otros organismos, plasmada con una distribución equitativa de cargos entre blancos, colorados e independientes pasa, seguramente, por esto, aunque -tal vez- no sea lo más llamativo.
Lo hubiera sido, sí, la entrega de butacas ministeriales. Idea que sobrevoló, con apetencias y disgustos que no faltaron. La hipótesis era muy fuerte y no cuajó.
El romance comenzó con ademanes gentilicios y tuvo “una salida a caminar juntos”, al cabo de la cual regresaron de manos tomadas…
Tal aproximación política abre diversos senderos: el de un acercamiento más corporal a los empresarios, en especial a los inversores extranjeros; a los estudios que representan intereses foráneos y a otros sectores del quehacer nacional.
Es emblemático el caso de las fuerzas armadas.
Tras los “años de chumbo”, equipos del Frente Amplio analizaban el papel de los cuerpos militares en la democracia, demandando un debate público acerca de “qué tipo de fuerzas armadas debe tener el país”. Ítems, como los del alcance de la noción de defensa nacional, la formación del personal, sus vínculos, las operaciones dentro y fuera del territorio, la ley orgánica de los cuerpos armados, etc., motivaban preguntas y definiciones.
Llegado al gobierno, Tabaré R. Vázquez escamoteó la temática. Sólo se trató el asunto en escenarios secretos, o bajo reserva, como en las comisiones parlamentarias de defensa. Se eliminó la consideración en la opinión pública. De nada se enteraron los comités de base, ni la interna frenteamplista.
Ya antes de cruzar la banda presidencial, Mujica había hecho correr -casi como un buscapié- la idea de exonerar de la prisión en cárcel a mayores de 70 años, quienes podrían cumplir sus condenas de modo liberal, en domicilio. Favorecía así, a condenados por gravísimos delitos contra la vida y la dignidad humana.
En “PEPE - Coloquios”, la entrevista de 260 páginas que le efectuara a José Mujica el Licenciado Alfredo García -que viera luz en setiembre de 2009-, el entonces candidato presidencial sostenía: “…agarrar un tipo de 70 u 80 años para llevarlo en cana, como figura, es jodido.”
Cuando se iba a enviar el proyecto de ley respectivo, desde la Torre Ejecutiva al Parlamento, la bancada oficialista frenó el impulso y abortó la extraña criatura.
¿Se trataba sólo de una idea fuera de contexto?
No. Formaba parte de un paquete mayor manejado por el Presidente.
Algo similar había sostenido la ex ministra y amiga personal de Vázquez, la Dra. Azucena Berrutti.
A diferencia del docto ex presidente, el nuevo ungido encaminó sus pasos hacia los cuarteles.
No lo hacía para conformar ningún soviet leninista de obreros, campesinos y soldados. Allí habló el 4 de abril de 2010.
Examinaremos cuáles fueron los nudos centrales de su planteo.
**
No hay comentarios:
Publicar un comentario