domingo, 24 de julio de 2011

JUAN MARÍA BORDABERRY, DICTADOR EN EL “PATIO TRASERO”




Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 17.07..2011



Tras la finalización de la 2da. Guerra Mundial los Estados Unidos procedieron a realinear sus fuerzas en el mundo. América Latina, considerada “patio trasero” de ese imperio colosal, no escapó al designio hegemónico y, desde los años 50, fue cubierta de dictaduras.
Por entonces, la institucionalidad democrática uruguaya se consideraba invulnerable, en opinión mayoritaria. No compartía tal impresión, sin perjuicio de la valoración indubitable que siempre sostuve acerca de un sistema con libertades públicas aseguradas.
Más allá de esta cuestión política, la economía no daba signos de vigor. El clamor social iba abarcando distintos estratos, volcados a demandas reivindicativas.
La Revolución Cubana, con la guerra de guerrillas, concluye con el derrocamiento de Fulgencio Batista, en 1959, e instaura un programa de cambios. Pero, ni la situación, ni la metodología, podían ser asimilables al caso uruguayo.
Lo sostuvo Ernesto “Ché” Guevara en la Universidad de la República, en una noche salpicada con la sangre del profesor doloreño Arbelio Ramírez y una represión orquestada por el gobierno del Partido Nacional en la Av. 18 de Julio. No me lo contaron. Estuve allí.

Los tupamaros, mediante procedimientos clandestinos, protagonizan actos de sensación, que sensibilizan a estratos de la población. Denuncian la connivencia de algunos políticos con la banca y las clases altas, sumando su voz a registros parlamentarios de la izquierda. Posteriormente el nuevo agrupamiento entra a operar como una incipiente fuerza militar, de extracción y manejo urbano.
Tal metodología era ajena a la línea general de los Partidos Comunista y Socialista, definidos ya como marxi-leninistas. Es de recordar, asimismo que, tras la cuestionada elección nacional de 1971, el 1º de marzo de 1972, asume como Presidente, ante la Asamblea General Legislativa, Juan María Bordaberry. En dicha instancia el diputado Rodney Arismendi rasga el velo del pichón de dictador, espetándole: ¡Perjuro!

Bordaberry llegó de la mano colorada de Pacheco Areco, como antes había sido senador chicotacista, por el lema Partido Nacional.
Su debilidad política precisó de una alianza: el Pacto Chico. Lo apoyaron todo el Partido Colorado (con J. Batlle y J. M. Sanguinetti), menos Amílcar Vasconcellos y Ponciano Torrado y, los blancos baratos, esto es, los echegoyenistas, heberistas y beltranistas, exceptuando al grupo mayoritario compuesto por los sectores de W. Ferreira Aldunate y C. J. Pereira.
Símbolo de la variopinta alianza es el Plan de Desarrollo Económico, catapultado por los colorados Ricardo Zerbino y Alberto Bensión. Alcanza aprobación bajo la usurpación iniciada el 27 de junio de 1973.

En 1972 los tupamaros intentan el copamiento de pueblo Soca y responden al Escuadrón de la Muerte. Exterminan a varios represores, algunos miembros de la logia criminal. En paralelo, 15 presos tupamaros se evaden de la Cárcel de Punta Carretas, cavando un túnel.
La Asamblea General, con votos colorados y blancos suspende las garantías sobre seguridad individual (Artº 31 de la Constitución) y dicta la ley sobre estado de guerra interno, allanándose a las pretensiones militares.
Inmediatamente, las denominadas Fuerzas Conjuntas invaden el local de la Seccional 20 del Partido Comunista, acribillando a 8 ocupantes pacíficos. Los senadores D. Ortiz (nacionalista) y E. Paz Aguirre (grupo de J. Batlle) ajustan el texto de la Ley de Seguridad del Estado, ampliando las facultades de la justicia militar.
De aquí en más, la fuente de la sevicia castrense siguió derramándose sin pausas.
W. Ferreira Aldunate, reconociendo el error de haber acompañado esta ley malhadada, poco después pudo levantar su cabeza para sostener con franqueza republicana: “Nos equivocamos”.
La aventura militar tupamara, como racionalmente era previsible, colisionó estrepitosamente contra un aparato profesional que, por añadidura, tenía la inspiración y el soporte del Pentágono. Ciertos militares blancos, como el Gral. Ballestrino, se reconocían nazistas.
El 27 de junio de 1973 es una fecha ignominiosa. Y, como la dictadura de 1933, marcó el apellido Bordaberry. Aunque no sólo a ellos.
Las personalidades inciden en la historia y no quedan relevadas de responsabilidad, por más que el tiempo pase. Sin embargo, la historia es más porque es un proceso, multicolor, cambiante, infinito. Permite ver lo pequeño y lo grande de los hombres. Lo accidental, lo permanente y la lucha por la libertad.
Como al evocarse la fecha ha habido registros parciales y edulcorados, me pareció oportuno recordar lo que conocí de primera mano.

Al pasar raya, los dictadores son los insignificantes. Sirven intereses mezquinos. Están de espalda a sus pueblos. Más, estos marchan majestuosamente -como se dijo alguna vez-, lenta en términos humanos, aunque de modo irrefrenable en el tiempo histórico.-

sábado, 2 de julio de 2011

RETRATO AL CARBÓN DEL SEÑOR PRESIDENTE

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 15.06.2011



No por ser muy antigua la técnica pictórica del retrato al carbón deja de tener actualidad.
Refiere a una forma de descripción de un individuo por sus cualidades físicas y morales.
El carbón deja los rasgos del personaje, negro sobre el blanco de la cartulina.
De este modo el politólogo de la izquierda oficialista Daniel Buquet, Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de la República y Doctor con especialización en Ciencias Políticas, graduado en México, accede a un reportaje en la revista Socio Espectacular distribuida semanas atrás. El título es expresivo: El FA dominado por el ala radical; el gobierno, por el ala moderada.
Se trata de una extensa e interesante nota que, por encima de cualquier diferencia, rescata las cualidades de quienes no claudican del pensamiento autónomo en pro del seguidismo en boga y apuntan a exámenes razonados de la realidad.
Preguntado sobre qué balance efectuaba del gobierno encabezado por José Mujica, al cabo del primer año del segundo ejercicio del Frente Amplio, con las expectativas de un giro a la izquierda y de la predisposición de este a reflexionar sobre innúmeras temáticas, responde el analista:
-“…La candidatura de Mujica surge como el resultado de una disputa interna en el Frente Amplio ante lo que podríamos llamar un ala más moderada y otra más radical. La candidatura de Mujica es impulsada por esa ala radical, con la expectativa de un giro a la izquierda que el propio Mujica alentó en su campaña, no digo sólo la campaña hacia la interna sino en todo ese proceso. Pero, acá pongo un matiz, porque apenas termina la elección interna y gana, luego que se concreta la fórmula y se lanza la campaña hacia la elección nacional, desaparece la promesa de giro a la izquierda.
Fue básicamente con la promesa de la continuidad. Los centros de la campaña electoral fueron: el Frente Amplio es un equipo, no es una persona ni dos personas; el Frente Amplio promete seguir las políticas del gobierno de Tabaré Vázquez y, además, la campaña lo que hizo fue defender los logros, los éxitos del gobierno anterior. No hubo, más allá de dos o tres cuestiones que en el Congreso del Frente se metieron en el programa…una propuesta concreta, formalizada, de giro a la izquierda. Lo que había sí, seguro, aunque no sé en qué medida, era una expectativa de giro a la izquierda por parte de mucha gente. No sabemos cuántos.
Pasado un año desde que Mujica asume, creo que una primera constatación es que Mujica, ni por la forma en que armó el gobierno, ni por el tipo de cosas que ha venido planteando, tiene una agenda de giro a la izquierda…”

El Lic. Daniel Buquet, ahora aborda la modalidad con que el Presidente se conduce desde el poder:
-“El estilo tiene distintos aspectos que son complementarios. Empecemos por “la pinta”. Mujica se trabajó a lo Menem en su transformación en candidato y, luego, en Presidente, prolijando mucho su aspecto físico sin perder la identidad, sin hacer un maquillaje absoluto. Me hacía recordar mucho a Menem cuando se iba recortando las patillas de a poco… Bueno, Mujica se empezó a peinar, a afeitarse todos los días, a no usar una campera de nylon, en fin, a estas cosas. Está claro que quiso acercarse a la idea de una imagen presidencial sin perder su característica.
Lo otro que tiene Mujica, como rasgo, es una especie de incontinencia verbal, le gusta hablar y le gusta decir lo que se le ocurre en el momento…”

Después, el politólogo remata con algunos conceptos como estos:
-“Mucha gente expresa que Mujica le gusta porque dice lo que piensa. Para contrarrestar eso, digo: ¡No, el problema es que no dice lo que piensa, sino que habla sin pensar! No es cierto, es una forma irónica de referirme. Lo que quiero decir es que para un político, y sobre todo para un presidente, decir algo incluye riesgos. Entonces, da la impresión que Mujica no cuida lo que va a decir, no reflexiona antes de decirlo pensando “bueno ¿qué consecuencias me puede traer esto?...”
-“Creo que Mujica se da cuenta que eso puede ser problemático; no lo elimina no voy a decir que porque es una fuerza psicológica interna indomable, sino que también le gustará mantener un estilo y mantener su peculiaridad, porque es parte de su capital político. Pero es cierto y, es un dato muy relevante que, a lo largo del año pasado se mostró una sensible disminución de su popularidad…”

Concluyendo: tenemos un presidente transformista, montado sobre una hamaca. Ejercita un juego de vaivén. Unas veces de acerca a los tirios, otras a los troyanos. No gestiona los asuntos públicos. A lo sumo, los comenta. Está hecho a la medida de la preservación del statu quo, del freno al cambio.
¿Y el Frente Amplio? ¡Bien, gracias!