Tras la finalización de la 2da. Guerra Mundial los Estados Unidos procedieron a realinear sus fuerzas en el mundo. América Latina, considerada “patio trasero” de ese imperio colosal, no escapó al designio hegemónico y, desde los años 50, fue cubierta de dictaduras.
Por entonces, la institucionalidad democrática uruguaya se consideraba invulnerable, en opinión mayoritaria. No compartía tal impresión, sin perjuicio de la valoración indubitable que siempre sostuve acerca de un sistema con libertades públicas aseguradas.
Más allá de esta cuestión política, la economía no daba signos de vigor. El clamor social iba abarcando distintos estratos, volcados a demandas reivindicativas.
La Revolución Cubana, con la guerra de guerrillas, concluye con el derrocamiento de Fulgencio Batista, en 1959, e instaura un programa de cambios. Pero, ni la situación, ni la metodología, podían ser asimilables al caso uruguayo.
Lo sostuvo Ernesto “Ché” Guevara en la Universidad de la República, en una noche salpicada con la sangre del profesor doloreño Arbelio Ramírez y una represión orquestada por el gobierno del Partido Nacional en la Av. 18 de Julio. No me lo contaron. Estuve allí.
Los tupamaros, mediante procedimientos clandestinos, protagonizan actos de sensación, que sensibilizan a estratos de la población. Denuncian la connivencia de algunos políticos con la banca y las clases altas, sumando su voz a registros parlamentarios de la izquierda. Posteriormente el nuevo agrupamiento entra a operar como una incipiente fuerza militar, de extracción y manejo urbano.
Tal metodología era ajena a la línea general de los Partidos Comunista y Socialista, definidos ya como marxi-leninistas. Es de recordar, asimismo que, tras la cuestionada elección nacional de 1971, el 1º de marzo de 1972, asume como Presidente, ante la Asamblea General Legislativa, Juan María Bordaberry. En dicha instancia el diputado Rodney Arismendi rasga el velo del pichón de dictador, espetándole: ¡Perjuro!
Tal metodología era ajena a la línea general de los Partidos Comunista y Socialista, definidos ya como marxi-leninistas. Es de recordar, asimismo que, tras la cuestionada elección nacional de 1971, el 1º de marzo de 1972, asume como Presidente, ante la Asamblea General Legislativa, Juan María Bordaberry. En dicha instancia el diputado Rodney Arismendi rasga el velo del pichón de dictador, espetándole: ¡Perjuro!
Bordaberry llegó de la mano colorada de Pacheco Areco, como antes había sido senador chicotacista, por el lema Partido Nacional.
Su debilidad política precisó de una alianza: el Pacto Chico. Lo apoyaron todo el Partido Colorado (con J. Batlle y J. M. Sanguinetti), menos Amílcar Vasconcellos y Ponciano Torrado y, los blancos baratos, esto es, los echegoyenistas, heberistas y beltranistas, exceptuando al grupo mayoritario compuesto por los sectores de W. Ferreira Aldunate y C. J. Pereira.
Símbolo de la variopinta alianza es el Plan de Desarrollo Económico, catapultado por los colorados Ricardo Zerbino y Alberto Bensión. Alcanza aprobación bajo la usurpación iniciada el 27 de junio de 1973.
Su debilidad política precisó de una alianza: el Pacto Chico. Lo apoyaron todo el Partido Colorado (con J. Batlle y J. M. Sanguinetti), menos Amílcar Vasconcellos y Ponciano Torrado y, los blancos baratos, esto es, los echegoyenistas, heberistas y beltranistas, exceptuando al grupo mayoritario compuesto por los sectores de W. Ferreira Aldunate y C. J. Pereira.
Símbolo de la variopinta alianza es el Plan de Desarrollo Económico, catapultado por los colorados Ricardo Zerbino y Alberto Bensión. Alcanza aprobación bajo la usurpación iniciada el 27 de junio de 1973.
En 1972 los tupamaros intentan el copamiento de pueblo Soca y responden al Escuadrón de la Muerte. Exterminan a varios represores, algunos miembros de la logia criminal. En paralelo, 15 presos tupamaros se evaden de la Cárcel de Punta Carretas, cavando un túnel.
La Asamblea General, con votos colorados y blancos suspende las garantías sobre seguridad individual (Artº 31 de la Constitución) y dicta la ley sobre estado de guerra interno, allanándose a las pretensiones militares.
Inmediatamente, las denominadas Fuerzas Conjuntas invaden el local de la Seccional 20 del Partido Comunista, acribillando a 8 ocupantes pacíficos. Los senadores D. Ortiz (nacionalista) y E. Paz Aguirre (grupo de J. Batlle) ajustan el texto de la Ley de Seguridad del Estado, ampliando las facultades de la justicia militar.
De aquí en más, la fuente de la sevicia castrense siguió derramándose sin pausas.
W. Ferreira Aldunate, reconociendo el error de haber acompañado esta ley malhadada, poco después pudo levantar su cabeza para sostener con franqueza republicana: “Nos equivocamos”.
La aventura militar tupamara, como racionalmente era previsible, colisionó estrepitosamente contra un aparato profesional que, por añadidura, tenía la inspiración y el soporte del Pentágono. Ciertos militares blancos, como el Gral. Ballestrino, se reconocían nazistas.
El 27 de junio de 1973 es una fecha ignominiosa. Y, como la dictadura de 1933, marcó el apellido Bordaberry. Aunque no sólo a ellos.
Las personalidades inciden en la historia y no quedan relevadas de responsabilidad, por más que el tiempo pase. Sin embargo, la historia es más porque es un proceso, multicolor, cambiante, infinito. Permite ver lo pequeño y lo grande de los hombres. Lo accidental, lo permanente y la lucha por la libertad.
Como al evocarse la fecha ha habido registros parciales y edulcorados, me pareció oportuno recordar lo que conocí de primera mano.
La Asamblea General, con votos colorados y blancos suspende las garantías sobre seguridad individual (Artº 31 de la Constitución) y dicta la ley sobre estado de guerra interno, allanándose a las pretensiones militares.
Inmediatamente, las denominadas Fuerzas Conjuntas invaden el local de la Seccional 20 del Partido Comunista, acribillando a 8 ocupantes pacíficos. Los senadores D. Ortiz (nacionalista) y E. Paz Aguirre (grupo de J. Batlle) ajustan el texto de la Ley de Seguridad del Estado, ampliando las facultades de la justicia militar.
De aquí en más, la fuente de la sevicia castrense siguió derramándose sin pausas.
W. Ferreira Aldunate, reconociendo el error de haber acompañado esta ley malhadada, poco después pudo levantar su cabeza para sostener con franqueza republicana: “Nos equivocamos”.
La aventura militar tupamara, como racionalmente era previsible, colisionó estrepitosamente contra un aparato profesional que, por añadidura, tenía la inspiración y el soporte del Pentágono. Ciertos militares blancos, como el Gral. Ballestrino, se reconocían nazistas.
El 27 de junio de 1973 es una fecha ignominiosa. Y, como la dictadura de 1933, marcó el apellido Bordaberry. Aunque no sólo a ellos.
Las personalidades inciden en la historia y no quedan relevadas de responsabilidad, por más que el tiempo pase. Sin embargo, la historia es más porque es un proceso, multicolor, cambiante, infinito. Permite ver lo pequeño y lo grande de los hombres. Lo accidental, lo permanente y la lucha por la libertad.
Como al evocarse la fecha ha habido registros parciales y edulcorados, me pareció oportuno recordar lo que conocí de primera mano.
Al pasar raya, los dictadores son los insignificantes. Sirven intereses mezquinos. Están de espalda a sus pueblos. Más, estos marchan majestuosamente -como se dijo alguna vez-, lenta en términos humanos, aunque de modo irrefrenable en el tiempo histórico.-
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