Escribe Walter Ernesto Celina
Como es sabido, la empresa periodística “El País”, de Montevideo, es un emprendimiento editorial que ha cumplido 90 años.
Sus fines económicos no ceden a sus fines políticos, dos elementos esenciales a su filosofía mercantilista. Su credo básico tiene marca de orillo: el neoliberalismo.
Sus mejores páginas, en una vida tan dilatada, fueron cediendo a estos parámetros.
Ya antes del golpe de estado “cívico-militar” de 1973 quien fuera su director, el ex senador Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, vinculaba su prédica con el apoyo personal y directo a grupos de asaltantes a la Universidad de la República.
Cuando los militares con Bordaberry arrasaron la Constitución, “El País” se prosternó dócilmente en el altar del despotismo y tiró, para siempre, lo poco que le quedaba de momentos de honra de su pasado.
Diversos sectores del Partido Nacional apoyan sus campañas al calor que les brinda este medio, que en el corte grueso, como en el más fino, con razón a veces y, sin fundamento justo en otras, condena lo que hace, puede hacer o no hace el actual partido de gobierno.
En materia internacional, como lo hizo antes en sus campañas macarthistas febriles, adopta una línea proimperial, con su amor irrenunciable a las políticas norteamericanas de todos los tiempos.
La empresa es tan monárquica que hasta tiene un “administrador vitalicio”, según reza la nomenclatura de su staff.
Como los mercaderes y contrabandistas de ideas, gusta de vestir disfraces. Por necesidades de imagen, estos 90 azarosos años de la editora precisaron del Salón de los Pasos Perdidos del Poder Legislativo -que les fue cedido- para reunir acólitos. Batidores de parches, fueron voceros de “homenajes” en centros deliberativos.
He leído la intervención que en la Junta Departamental de Montevideo realizó el Edil frenteamplista Dari Mendiondo, viejo militante social y político, con una historia de dignidad que muchos podrían envidiarle de por vida.
Con ecuanimidad evocó figuras de la respetabilidad del Dr. Wáshington Beltrán, o la del ex director de la publicación y luego diputado -en brega por una izquierda “sin exclusiones” y copartícipe en el nacimiento del Frente Amplio-, Don Luis Pedro Bonavita.
No haré una crónica. Rescato apenas un pasaje. Sostuvo Mendiondo: “Según “El País”, con una fotografía mía, publicada en tiempo de la dictadura, era un sedicioso. Fui Edil en esta Junta en el año 1971 cuando, precisamente el diario hace una campaña singularmente agresiva contra miembros del Cuerpo. Se comprobó que no era una campaña en función de la Junta, sino parte de un vasto y siniestro operativo contra la democracia: disolver las Cámaras de Senadores y Diputados; las Juntas; desplazar los Intendentes Municipales, pasando a un régimen dictatorial.”
En un momento posterior, el edil rememoró la existencia de prensas populares, como las de barrio o las ideológicas. Citó al semanario “El Sol”, del socialista Frugoni; “Justicia” y “El Popular” de los comunistas o “El Debate”, de Herrera, con una calificación memorable que efectuara para el hoy cotidiano nonagenario: “Los cretinos útiles de “El País” se prestan para cualquier maniobra, siempre que beneficie los intereses de la oligarquía”.
El inesperado bofetón aguó la celebración del diario caganchero, ubicado frente a la plaza que lo adjetiva en la city capitalina.
Un soplo de aire fresco había entrado en la Junta como para decir que la publicación de nombre equivocado no es vocera de la República, ni representa los intereses del pueblo uruguayo.
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