jueves, 6 de noviembre de 2008

DE BUENOS Y VILLANOS

Escribe Walter Ernesto Celina

Hace poco pareció que el mundo se venía abajo como consecuencia de irregularidades comprobadas en la Aduana. Recayeron determinadas sentencias judiciales.
¡Escándalo debería haber si el delito no fuera perseguido!
Se reconoce que la organización aduanera nacional tiene falencias y que debe mejorar su estructura y funcionamiento.
En un exceso de imaginación, al Sr. Ricardo Prato, flamante director de la repartición -adscripta al Ministerio de Economía y Finanzas-, se le presentó casi como al intocable Eliot Ness, el mítico personaje que inmortalizara para el cine el director Brian di Palma. Una caracterización totalmente improcedente.
En paralelo, y a contrapelo de los comentarios mediáticos, ocurrían hechos a destacar, como los siguientes:
1.- El director saliente, Sr. Luis Salvo, recordó que en 3 años la recaudación de la dependencia aumentó de 793 millones de dólares a 1.800 millones. Las incautaciones, que eran del orden de los 2 a 3 millones de dólares, ascendieron a 28 millones. Especificó, asimismo, que a nivel internacional, mejoró la visión que se tenía del organismo de contralor de mercaderías.
2.- El Sr. William Bordachar, presidente de la Asociación de Funcionarios de la Aduana, tras una reunión celebrada con el actual director, manifestó que los delegados del personal serán convocados para integrar grupos de trabajo que analizarán reformas en el sistema operacional del instituto.
Indicó la gremial que abogaba por la rápida realización de concursos para el ingreso de personal, existiendo respuesta favorable del jerarca.
3.- A principios del mes de julio, el ex Secretario de Estado en Economía y Finanzas, Cr. Danilo Astori, nombró una comisión de personas con sólidos antecedentes personales para examinar denuncias que pudieran existir sobre corrupción en la Aduana.
A fines de octubre pudo saberse que sólo se habrían anotado una decena de denuncias de importancia relativa, sin que en ellas figure ninguna vinculada a mafias de narcotraficantes, ni de algún tipo de asociación delictiva de funcionarios.
Así las cosas, la historia de villanos y superhéroes tiene ahora un registro bien distinto al que atronó el ambiente. Resulta más real.

Una Aduana fuerte será aquella de tenga objetivos definidos y una gestión transparente, apuntalada por un gran elenco de funcionarios profesionalizados. Ello requerirá formalizar una verdadera carrera administrativa, vale decir, la mejor fórmula para que “el funcionario exista para la función y no la función para el funcionario”, tal cual exige la Constitución.
Es preciso conferir responsabilidades y derechos a los mejores. Y, por consecuencia, reducir la anarquía que en los escalafones introducen los cargos de “particular confianza” y toda la imaginería de los contratos temporales, de efectos distorsionantes, aseguradores de mayores ineficiencias y burocracia.
Será una manera de beneficiar al país.
En la Aduana y en cualquier sector de la administración del Estado.

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