Escribe Walter Ernesto Celina
Hace unas semanas, caminando por el Centro de Montevideo, mi amigo el Procurador Julio Salgado Majul sugirió llegar al Café Metro. Nuestra mesa daba a la vieja calle Cuareim, renominada Zelmar Michelini, mártir de la libertad.
Estábamos evocando tiempos idos, por frente a la ochava del que fuera Cine Metro, ahora convertido en teatro.
-Mira quien pasa, me dice Julio.
Advierto que es el insigne Antonio Taco Larreta. Levanto la mano saludándolo. Replica con su característica amabilidad.
Un instante después entra al local dirigiéndose al sector de la calle San José, entre los ademanes cordiales de otros asistentes.
Conversa con interés con la dama que le aguardaba. Era la gran actriz Beatriz Massons.
El mozo intermedia y nos hace saber que Don Taco, en minutos, vendrá a nuestra mesa.
Un verdadero honor. Una circunstancia fortuita. El placer de estrechar su mano, el recuerdo de una de sus visitas a Mercedes, circunstancia registrada por un comentario periodístico que me correspondiera efectuar varios años después..., sonrisas y despedida fraterna.
Días después, Antonio Taco Larreta partía para Estados Unidos. Lo hacía con su colega Beatriz Massons, conjuntándose además con Susana Groisman y Stefanie Neukirch.
Estas trabajarían sobre Delmira Agustini.
El gran personaje de la cultura nacional y la experimentada Beatriz “trazaron un periplo por la más alta poesía de nuestra lengua, y por otra, que no lo es”, tal cual lo apunta otro exitoso en Estados Unidos: Don Elbio Rodríguez Barilari.
¿Qué programa pusieron a punto? Manifiesta el autor de Lincolniana -la pieza llevada a las tablas en el Goodman Theatre-: “...Empezaron por el bíblico Cantar de los Cantares e hicieron escala en nuestros queridos clásicos griegos antes de abordar el verso español”. Y agrega: “Ahí no podían faltar los dos: Santa Teresa y San Juan. No estuvieron ausentes ni Góngora ni su archirival, el modernísimo Quevedo. De los nuestros, idea Vilariño, Neruda, Benedetti.
La formidable inteligencia actoral de Taco Larreta tuvo su parangón en dos o tres historias de Jorge Luis Borges.”
Y concluye el comentarista con estas justas imágenes: “Si Taco es como un compositor que nos redescubre a Beethoven (o a Cervantes) desde su instrumento, Beatriz Massons es más como un instrumento puro, un formidable Stradivarius.”
Con Larreta y los queridos artistas que asumieron desafíos en las exigentes salas de Nueva York y Chicago, Uruguay pone en evidencia su preciosa tradición cultural.
Algo que es obligatorio preservar y por la que muchos compatriotas trabajan en silencio, ahincadamente.
Antonio Larreta es su embajador señero.
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