1ra. escena – En el barrio
El gordito habilidoso sale de su casa, en el exclusivo sector de Punta Gorda. Endereza a su lujoso automovil. Se disparan alarmas. En el asiento trasero varias carpetas y libros dejan leer parcialmente sus rótulos: Sociedades Anónimas Las Pasivas, Grandes Tiendas con DGI, Hnos. Pier Anus, Nociones Básicas de Derecho Penal para Legisladores.
Anochece. Sale de la Av. Gral. Paz y avanza por Av. Rivera, hacia el centro. Entrepara la marcha a pocas cuadras, al llegar a la calle Grito de Gloria, y gira a la derecha. Alguien lo espera en el acceso a un colegio monástico. Por un pasillo llegan a un salón casi vacío. Una cruz de bronce, más abajo un enorme óleo de José M. Escrivá de Balaguer y, con letras negras sobre fondo blanco, la leyenda Opus Dei.
Sobre una enorme mesa de tapete rojo, un sacerdote conversa imperceptiblemente con los hermanos Dante Inferno, Jorgito y Pepe Peir Anus. Junto a ellos, un portarretrato con Juancho, quien paga pena de prisión. Más allá, una Biblia y la última edición del diario Le Observateur, en español.
El nuevo interlocutor toma asiento. Habla con sigilo, por si las moscas. Una sonrisa seca se recorta en los rostros de los caballeros de la tabla rectangular. Chocan sus manos, ágiles en el traspaso de bienes ajenos. La debacle de 2002 fue apenas un buen negocio para pocos.
El gordito, profesor, diletante y escritor de derecho penal, simpático, portador de una gran papada y bolsas liláceas bajo los ojos, fuma y fuma, como en el verso de Carriego.
Espera, ahora, jugar su gran partido. Es amigo de los Peir Anus. También, correligionario y confidente del Sumo Presidente, de quien atiende encargos. Desde cuestiones laborales -como operador patronal-, a asuntos internacionales, caso de las relaciones diplomáticas en el Plata.
Por encima de todo, es un vocacional de la intermediación abogadil
El partido va a comenzar.
Sobre una enorme mesa de tapete rojo, un sacerdote conversa imperceptiblemente con los hermanos Dante Inferno, Jorgito y Pepe Peir Anus. Junto a ellos, un portarretrato con Juancho, quien paga pena de prisión. Más allá, una Biblia y la última edición del diario Le Observateur, en español.
El nuevo interlocutor toma asiento. Habla con sigilo, por si las moscas. Una sonrisa seca se recorta en los rostros de los caballeros de la tabla rectangular. Chocan sus manos, ágiles en el traspaso de bienes ajenos. La debacle de 2002 fue apenas un buen negocio para pocos.
El gordito, profesor, diletante y escritor de derecho penal, simpático, portador de una gran papada y bolsas liláceas bajo los ojos, fuma y fuma, como en el verso de Carriego.
Espera, ahora, jugar su gran partido. Es amigo de los Peir Anus. También, correligionario y confidente del Sumo Presidente, de quien atiende encargos. Desde cuestiones laborales -como operador patronal-, a asuntos internacionales, caso de las relaciones diplomáticas en el Plata.
Por encima de todo, es un vocacional de la intermediación abogadil
El partido va a comenzar.
2da. Escena – En el club político
El viento que cruza el campo se torna adverso para mover el balón. El Frente Zurdo cuestiona la posibilidad que el hombrecillo encare la defensa de los Pier Anus, personalidades excluidas del santoral patrio. Él expone. Son sus amigos. Ejerce una profesión liberal.
Se retira bajo una lluvia de calificaciones, no reproducibles. Salvo dos, a saber: Una, muy delicada. “¡Tú, Gonza, no eres socialista; tú estás casado con una caja registradora!”. Más duro, a alguien se le oyó: “¡Lustrabotas capitalista, lustrabotas de los Peir Anus!”.
Corrió el hombre gordito, desparramándose en brazos del Sumo Presidente. Justamente, estaba dedicado a sus reflexiones esotéricas en la sede exclusiva de la Congregación de Oriente, de la calle Mario Cassinoni. A un ademán del hombre, envuelto con un manto carmesí, el ujier se alejó hacia una lejana puerta.
-No te preocupes mi bien mandado amigo. Compensaré tus dolores. Serás ahora ministro de tierra, mar y aire. Podrás viajar. Eso sí, no preguntes nada si aprecias que vas en lanchas muy rápidas. Nuestra marina es la más veloz de la región.
E insistió, con tono paternal:
-Más, si te place, te condecoraré como canciller. Al menos, así, aliviarás los sinsabores que te dieron esas señoras de luto, parientas de desaparecidos, que no han creído en nosotros. Viajarás, como otros, hijo…
-Gracias Taba, contestó su interlocutor válido, con voz casi apagada.
Y agregó: -Nuestro socialismo es auténtico.
Una lágrima gelatinosa se le coloreó lila. Cayó desde uno de sus ojos, manchando el atuendo del hombre fuerte. Ambos ofrendaron una letanía en honor al Supremo Arquitecto. Un incienso ritual los desdibujó, hasta esfumarlos.
Se retira bajo una lluvia de calificaciones, no reproducibles. Salvo dos, a saber: Una, muy delicada. “¡Tú, Gonza, no eres socialista; tú estás casado con una caja registradora!”. Más duro, a alguien se le oyó: “¡Lustrabotas capitalista, lustrabotas de los Peir Anus!”.
Corrió el hombre gordito, desparramándose en brazos del Sumo Presidente. Justamente, estaba dedicado a sus reflexiones esotéricas en la sede exclusiva de la Congregación de Oriente, de la calle Mario Cassinoni. A un ademán del hombre, envuelto con un manto carmesí, el ujier se alejó hacia una lejana puerta.
-No te preocupes mi bien mandado amigo. Compensaré tus dolores. Serás ahora ministro de tierra, mar y aire. Podrás viajar. Eso sí, no preguntes nada si aprecias que vas en lanchas muy rápidas. Nuestra marina es la más veloz de la región.
E insistió, con tono paternal:
-Más, si te place, te condecoraré como canciller. Al menos, así, aliviarás los sinsabores que te dieron esas señoras de luto, parientas de desaparecidos, que no han creído en nosotros. Viajarás, como otros, hijo…
-Gracias Taba, contestó su interlocutor válido, con voz casi apagada.
Y agregó: -Nuestro socialismo es auténtico.
Una lágrima gelatinosa se le coloreó lila. Cayó desde uno de sus ojos, manchando el atuendo del hombre fuerte. Ambos ofrendaron una letanía en honor al Supremo Arquitecto. Un incienso ritual los desdibujó, hasta esfumarlos.
3ra. escena – En el deliberativo
Allá, por octubre de 2008, entró en vigencia una ley sobre moratoria y quiebre de empresas, con consecuencias civiles y penales para sus directores. La materia rozaba, en particular, diversas cuestiones jurídicas que habían bañado el Caso Peir Anus. La consagraron todos los partidos con butacas parlamentarias. Su principal informante fue Paraguayensis Abre-Ú, con sonrisas a diestra y siniestra.
Poco después, el estrenado canciller -sustituto del Doctor Boyardo-, llama a Paraguayensis y le requiere como gauchada una ley modificativa, que permitiera superar o esclarecer normas contradictorias entre textos preexistentes y el último sancionado. Con ademán gentil, el requerido acepta; pide firmas y la novísima iniciativa pasa a la Cámara Baja. ¿Qué tal?
Aquí, Santo Lorenzotti, denuncia las dudas que lo carcomen. El coordinador de la bancada oficialista, Verbal Cámepa, apura la aprobación del petit engendro. Lorenzotti, en una sesión pública, levanta la única voz que previene sobre sus efectos en causas abiertas. Adviértase: En un siglo más 17 años, las cláusulas que se derogaban sólo habían obrado para culpabilizar a unas cinco personas. ¡Tres de ellas, los miembros opusdeístas del clan Peir Anus!
Abre Ù conversa con el fallido defensor de los hermanos facciosos. El consejero de Taba Vasco Rosa insiste, convenciendo a Santo Lorenzotti, quien aún, con una alguna sombra de duda, decide abandonar sus reservas.
Empecinado, como cuando compareciera ante el Santo Oficio, Galileo Galilei volvió a manifestar desde su divino palco: ¡E pur si muove!
Desde abajo de la piedra saltó un gran cangrejo. ¿Cuándo?
Fue el 29 de julio de 2010, oportunidad en que un tribunal de alzada clausuró los procedimientos penales contra la mafia vernácula de los Peir Anus.
Hay griteríos palaciegos. Campanilla de orden en el hemiciclo. Las luces se van apagando.
Gran final
Entre lindezas varias, habían llevado al país al borde de la quiebra, hundiendo al pueblo en privaciones de toda índole, pagadas con miserias y dolores infinitos. Derivaron millones de dólares a cuentas del exterior.
Los cruzados del Opus Dei volvieron a juntar sus manos sobre el tapete rojo.
Celebraron, sobre un mar de sangre extraída a miles de compatriotas, con la vileza de los verdugos con oficio.
La tragi-novela termina aquí, por ahora.
Cualquier semejanza con nombres, fechas, lugares, circunstancias, personas, etc., es mera coincidencia. Sólo juegos de la imaginación.
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