sábado, 10 de octubre de 2009

SÚPLICAS Y PALOS DEL SR. PRESIDENTE

Walter Ernesto Celina

Como lo hicieran en vísperas de las elecciones pasadas, el Presidente Tabaré Vázquez y el senador Danilo Astori liaron petates y partieron, cada uno por su parte, para su nueva Meca: los Estados Unidos.
Se recordará que Vázquez proclamó -en país ajeno- a Astori como su Ministro de Economía y Finanzas, en caso de ganar las elecciones. Dio una señal de tranquilidad a los banqueros y organismos internacionales de préstamo en los que el promitente secretario de economía había sostenido entrevistas, exponiendo las bases de la eventual política a llevar por el Frente Amplio.
Se trató de un acto de sumisión evidente.
El candidato presidencial Mujica ha repetido tal conducta, aunque con más disimulo. Mientras su compañero de fórmula se encontraba en el país norteño, lo alabó, ratificándole su confianza para guiar la futura política del Estado. Tales manifestaciones estuvieron dirigidas a hacer saber que nada cambiaría en la orientación general económica de un gobierno frentista.
A esta arrodillada, le siguieron las abundantes explicaciones de Tabaré Vázquez sobre las características de su gestión. Sus obsequiosidades determinaron que el Presidente Barack Obama lo sentara a su lado a la hora de resumir una reunión múltiple con presidentes a América Latina.
Una sana costumbre republicana siempre aconsejó en Uruguay que sus hombres de gobierno no se refirieran, estando en misiones fuera del país, a asuntos propios, concernientes al ejercicio de la ciudadanía.
El Presidente -al igual que otros funcionarios del Estado- está alcanzado por la inhibición de intervenir en asuntos de política interna.
Hace poco, algunos adláteres o bufones vazquistas, intentaron auspiciar la reelección del presidente, en acciones que orillaban la Constitución. El silencio presidencial fue ominoso, hasta que sus seguidores arriaron banderas.
Vázquez se siente impune cuando se trata afirmar su ego, más allá de la humildad con que posa.
Fue en EE.UU. cuando ahora violó, otra vez, la Constitución.
Con absoluta falta de delicadeza respecto del texto magno, aludió al candidato oficial de su partido. Lejos de felicitarlo, sostuvo que sostenía estupideces. No desautorizó al excombatiente: le asestó una brutal puñalada.
Al día siguiente caminó, de nuevo, sobre la Constitución. Volvió a referirse a cuestiones de la política uruguaya. Esta vez, para señalar que, su maltratado de ayer, era algo así como un hombre sensible a lo popular, etc., etc.
Vázquez un día suplica, otro tira un torpedo y, al siguiente, derrama lágrimas de cocodrilo. ¡Qué personalidad...!
05.10.2009

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