viernes, 2 de octubre de 2009

LA FUNCIÓN “MARCHA ATRÁS”

Escribe Walter Ernesto Celina

En su momento tuve oportunidad de señalar que el Presidente de la República había cometido un inocultable error al propiciar, de modo inconsulto y absolutamente unilateral, el traslado de los restos de José Artigas al palacete de Plaza Independencia, que otrora fuera sede del Poder Ejecutivo.
No entré al fondo del asunto ya que la falla del procedimiento no dejaba mérito para una reflexión sobre la oportunidad y conveniencia de la medida proyectada.
Recordé con qué rara unanimidad los uruguayos, en 1950, habían concertado los vastos homenajes de la nación a su máxima personalidad independentista.

En democracia no existe el poder omnipotente de un mandatario, quienquiera sea.
La ciudadanía uruguaya y los sectores que la agrupan y expresan declararon que, tratándose de una cuestión de la naturaleza de la puesta en juego, lo que se imponía era la búsqueda de un consenso previo.
Se hizo evidente que el Presidente había errado el camino.
En efecto, Artigas es de todos. De nadie en particular.
Vázquez Rosas, que goza de aceptación mayoritaria a los ojos de la población, debió reconocer su error de inmediato, pero estuvo reacio a admitirlo. Por lo menos, vaciló bastante. En lluvia recibió justificadas críticas. Algunas, marcadas por las circunstancias electorales que se viven. Por eso, siempre es bueno separar paja de trigo.
Ni el Presidente, ni sus asesores políticos y técnicos, calibraron bien la iniciativa. En verdad o con desacierto, hubo quienes pensaron que no estaba exenta de un propósito proselitista y, aún, teñida por un interés personalista.
Costó que el mandatario entendiera. Al final, optó por “abrir su cabeza”, como ahora se dice. Y no insistirá, de momento, en el traslado de los restos del Prócer.
A todas luces, no es el momento.
El Poder Legislativo, por su parte, aprobó estampar varias de las célebres frases de Artigas en el área en que se ubican hoy sus restos.
El mausoleo de Plaza Independencia tendrá o no retoques en su arquitectura. Un museo reverenciará al gran conductor de pueblos y mostrará los humildes elementos que le pertenecieron, instalándose a pasos de la plaza. A su vez, este espacio público podrá reacondicionarse, a fin que adquiera la dignidad y funcionalidad de que carece.
Nadie ha formulado objeciones fundamentales a que así se haga.
El episodio muestra que la crítica pública importa.
Y que el Presidente -más allá de su popularidad-, pudo ser ayudado por sus compatriotas a poner su dificultosa “marcha atrás”.
Por todo, no podrá olvidar la lección de Juan Pueblo.
21.09.2009

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