lunes, 5 de octubre de 2009

¿ESTÁN BAÑADITOS? ¡ES LA HORA DEL TÉ...!

NOTA 1
Escribe Walter Ernesto Celina

En el Uruguay de la postmodernidad, en el MERCOSUR de las discriminaciones, en la América Latina donde la palabra soberanía está empobrecida y se pronuncia a medias, en el mundo de la debacle económica y financiera que pagan los pueblos, los pobres -cada vez más- ¡huelen mal!
Además de carentes, son enjutos, feos y aún deformes, por obesidad alimentaria o glandular. Tienen cabellos clinudos y dientes con caries. Llevan celulares pero usan championes sin suela. Son mal educados, hablan a los gritos, apenas leen algo. No emiten una sonrisa. Sus modales denuncian que no poseen una vida ordenada.
Viven en sucuchos y pocilgas. No habitan en barrios escogidos.

Luis Alberto Lacalle es el hombre que les ofrecerá maná, con la ayuda de su familia, de sus amigos y de la docta clase social del Uruguay idílico, preelectoral por cierto.
¿Cómo?
Para empezar, tendrán ducheros confortables, con agua calentita en la puerta de los asentamientos (antes “cantegriles” y, más atrás todavía, “pueblos de ratas”...). Nadie los correrá de su nuevo paraíso. Ni con tridentes diablescos, ni motosierras malvadas. Es una distinción del liberalismo o, si se prefiere, una concesión graciosa del mercado.

La esposa del candidato presidencial blanco, la ex senadora Julia Pou, como una perfecta hada, llegará a las 17 horas en punto (five o´clock= las 5 pasado meridiano), con la delicadeza de las costumbres imperiales y les servirá -por una vez- un reconfortante y delicioso té inglés (procedente de la China o Sri Lanka), del más exquisito aroma.
Lo hará exactamente con el rigor con que lo ensayara en aquella fría tarde de junio, antes de las elecciones internas partidarias, cuando llegó a la residencia de Pocitos de una sobrina del que fuera el más carismático líder que tuviera el Partido Nacional.
No es una ironía. El relato fue dado en el Diario “El País”, cuya especialidad en descripciones de fiestas sociales -y movimientos cervicales acordes- es proverbialmente reconocida.
La atildada dama había salido de la política tras las imputaciones que, han recordado últimamente periodistas memoriosos: presuntas comisiones en transacciones bancarias, cuando su esposo fuera Presidente de la República. Tal como consta en una sentencia judicial.
Ahora, en puntas de pié, Julita reingresa al ruedo. Esta vez, para paladear el té con adminículos de repostería. Lo hizo a la hora exacta, siguiendo el canon estatuido por la realeza británica. Naturalmente, quiso parlamentar con correligionarias/os antes de lanzar una alocución acerca de las masas desposeídas.

Leyendo la crónica de “El País” se intuye que esto es lo que galvaniza y da brillo a un candidato que seduce con la temática de llevar al pináculo de la gloria, higiénica y alimenticia, a los no pudientes.
Los consternados pobres, se apiñaron en los quioscos para enterarse de aquel evento que, organizado en algún momento pensando en ellos, los catapultaría a la gloria.
Los más extremosos pensaron que así sería el reparto de la torta nacional. Y que si la justicia había llegado para Juan María Bordaberry (sí, papá de Pedrito), Gregorio Álvarez, Greno, Cambón, el extinto Braga, ahora -con signo distinto, por fin- habría de hacerse para ellos.
No son pocos los que son afectos a pensar que “¡la justicia tarda, pero llega!”...
Con ilustración a color, el matutino nonagenario explicó cómo es que a que a Doña Julia Pou de Lacalle le gusta servir el té.
La crónica soslayó, sutilmente, detalles que resultarían -para algunos- más que redundantes.
Una foto fue ilustrativa: mostró a la gentil anfitriona, permitiendo que se recortara la presencia de un mozo, con atuendo gastronómico, lo que revela la autenticidad de los hechos.
Para estos casos es menester disponer de personal experiente, acicalado y de hábitos elegantes. La cumplimentación pasa por el servicio de mesa (mantelería, porcelana, cristales, cubiertos con platería y oro) y la excelencia de los bocadillos, tortas, helados y refrescos frutados. Nada de pan fresco, de ayer o duro. Omitir las mantecas vacuna o vegetal y los dulces, por aquello que sostienen los Dres. Cormillot, en Buenos Aires, o Pisabarro, en Montevideo: estropean arterias y venas. El té sólo necesita agua bien caliente, de primer hervor.
Por supuesto, los asistentes, fueron ingresando con la invitación, que con displicencia monárquica debían entregar a un conserje, casi mirando para otro lado.
En la sala principal imperaba el estilo dieciochesco. Paredes cubiertas de oleos, sillones de cuero repujado (como en el tango memorable) y el suave aroma de la hierba. Más que las tazas limoges, cruzaban por el aire, sobre platillos en brillantes bandejas labradas, pan mollete con bondiola magra, salmón ahumado, petit pan integral con muzzarella de búfala derretida, empanadillas de espinacas al horno, sandwiches de carne de ñandú, mini alfajores de chocolate y nieve, masitas, porciones de tartas, etc.
Nada de pildoritas, pizzas, ravioles, lengua a la vinagreta, ni flanes con dulce de leche o pasteles criollos.

Quizás, por aquello que Walt Whitman celebrara del hombre que “come, bebe y engendra”, la Sra. Pou de Lacalle lamentó que el candidato opositor a su marido no tuviera descendencia... Ella y familia velarán por las de los demás.
La revolución del Sr. Lacalle permitirá que su esposa, con las damas de compañía, digan en la puerta de los asentamientos: “¿Están bañaditos ya? ¡Es la hora del té...!”


30.09.2009

No hay comentarios: