sábado, 31 de mayo de 2008

LAS COSAS POR SU NOMBRE: PEDERASTIA

Escribe Walter Ernesto Celina

SOBRE ALGUNOS MALES URUGUAYOS

Sin duda que es muy grave lo que ocurre en el interior de muchas familias uruguayas en lo referente a las formas del maltrato infantil.
Toda sociedad, medianamente civilizada, debería apreciarse de proteger el desarrollo físico y psíquico de sus integrantes y, en particular, de su porción más débil e indefensa: la de sus niños.
Hemos sostenido en el discurso lo que no hemos cuidado en la práctica. Hemos desatendido los factores que hacen a una sana convivencia. Y, ahora y como por arte de magia, los problemas explotan en nuestras narices.
Fuimos tolerantes en no cuidar el trabajo nacional y en no articular políticas internacionales en defensa de bienes nacionales y regionales.
Hemos facilitado que administraciones sucesivas dilapidaran bienes colectivos. Usamos la denuncia como arma, pero no nos exigimos tanto -como debiéramos- para evitar que lo negativo y pernicioso se repita.
Así y por ejemplo, tardamos decenas de años en incorporar la educación sexual en la enseñanza y la seguimos ignorando en el hogar.
No potenciamos las aulas para que jueguen el papel transformador que pueden tener. Las hemos mantenido alejadas de los padres, la familia y la sociedad.
Hemos tardado demasiado en apuntalar a los núcleos con déficits de distinta índole y, cuando hemos llegado, a menudo, hemos colocado un parche fuera de tiempo.
Padecemos, entre otras cosas, de ineficiencia. Abundamos en el diagnóstico y, a la hora de obrar, no somos operativos. Cultivamos la incoherencia.

PEDERASTIA: VER LOS ÁRBOLES Y EL BOSQUE

Hasta ahora habíamos apretado los ojos ante algo que era conocido: eso que denominamos -casi eufemísticamente- maltrato infantil. Debimos señalar que la particular desviación, conocida como pederastia, está alojada en muchos hogares. Tal vez, en una proporción que no imaginamos. Por supuesto, tras cada puerta, el silencio se torna una cortina muy pesada.
En estos días nos hemos detenido más en los árboles que en el bosque, aunque importe -y vaya si interesa- que la gente sepa cómo, tantas veces, ciertas perversiones y conductas licenciosas pueden vincularse al crimen.
No somos una sociedad educada sexualmente. Hemos sido hipócritas y nos hemos mentido. No se puede tapar el sol con una mano, como para que no imperen los rayos de luz.
Hablamos de la niña de Maldonado, vejada y asesinada; de padres prostituyendo a su hija, del “ojo por ojo y diente por diente” en la cárcel de Tacuarembó, del violador de Rivera, de tal “abuelo” o “padrastro”, del monstruo holandés José Fritzl, etc., ¿y después?

¿Qué medidas urgentes y de emergencia se van a dictar? ¿Y las de fondo?
¿Cuáles son las acciones y programas institucionales, oficiales y privados?
¿Se conoce alguno proveniente de un órgano de educación, de algún centro asistencial, de núcleos profesionales (médicos, psiquiatras, psicólogos, educadores, etc.)?
Si algo se ha hablado es probable que, aún, se mantenga entre cuatro paredes.
¿Qué nos hace ser tan lentos e irresolutos?
¿No somos capaces de mirarnos a nosotros mismos? ¿Por qué no nos preguntamos cuándo y cómo vamos a actuar y de qué manera nos ayudaremos?
¿Queremos, acaso, continuar con el fragelo encima?

SOBRE EL ABUSO INFANTIL

El abuso sexual infantil no lo inventamos los uruguayos. Se sabe.
Existe desde tiempos remotos, lo que no es excusa.
En la Grecia clásica era frecuente el contacto homosexual de varones con prepúberes.
En Roma, los hijos de los esclavos podían ser destinados para usos pederásticos (pueri meritorii, ephebi, concubini, fellatores).
La pedofilia (pederastia) consiste en excitarse sexualmente con fantasías, visiones o contactos con niños, de 13 o menos años. Se considera que el abusador debe tener, al menos, 5 años más que la víctima.
Existe toda una gama de formas de pederastia: desde desvestir al menor y/o acariciarlo hasta someterlo a actos de sexo vaginal, anal u oral, en forma activa o pasiva.
El trastorno ocurre, predominantemente, en varones (nueve a uno en comparación con mujeres). Algunos pederastas son incapaces de mantener relaciones con adultos.

LAS SECUELAS

En Uruguay, uno de los escasos estudios sobre las secuelas del aprovechamiento sexual infantil reveló, para un universo limitado de menos de 40 pacientes, en una clínica psiquiátrica, que un 86% de las víctimas habían sido abordadas por familiares y que en un 90% los hechos no trascendieron, ni adoptaron la forma de denuncia. 9 mujeres fueron violadas, 7 fueron objeto de masturbación, 6 tuvieron sexo oral y otras, vistas pornográficas y manoseos.

Respecto de las consecuencias, fue general la adquisición de una postura pesimista ante la vida; 29 padecieron cefaleas y trastornos ginecológicos, 12 depresión, 4 estrés postraumático, 5 trastornos alimenticios, 4 alcoholismo y drogadicción. Alteraciones en la sexualidad se manifestaron en todos los casos. El abuso sexual infantil conlleva, ciertas veces, lesiones duraderas en el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal, con repercusiones disociativas y de la memoria.
La cuestión ha sido apenas esbozada dentro de los límites de esta nota.
Personas especializadas debieren opinar con la autoridad de sus estudios.
Hay que abrir un debate sin tabúes. Con la gente y para la gente, que somos todos.

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