martes, 20 de mayo de 2008

CRIMEN EN BUENOS AIRES

Escribe Walter Ernesto Celina

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.

Antonio Machado – Fragmento El crimen


TRES HOMBRES ÍNTEGROS

Sobre cada 20 de mayo las lumbres del recuerdo se avivan. La sangre derramada pide la explicación que no llega. Autores intelectuales y ejecutores materiales de los más brutales asesinatos políticos del siglo XX son sombras entre las sombras. No viven, apenas reptan. Comulgan en la impunidad de una moral amorfa, matrizada en las escuelas de la “seguridad nacional”.

Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y Manuel Liberoff fueron personas de mi conocimiento y de trato político asiduo.
El primero, senador y cofundador de la coalición de fuerzas de izquierda, en la que oficié como secretario técnico en sus horas iniciales.
El segundo, Presidente de la Cámara de Representantes, ciudadano entrañable, con quien estuve en contacto como secretario parlamentario.
El tercero, médico y militante de organizaciones políticas y sociales con las que tuve afinidad.
Los tres, hombres íntegros, a carta cabal. Uruguayos con perfiles distintos y cualidades que amalgamaban firmeza de ideales, pasión por el debate enaltecedor, espíritu solidario y amor a la libertad.

Tras el golpe de estado de Juan María Bordaberry y las fuerzas armadas, del 27 de junio de 1973, el exilio en Buenos Aires fue la vía que quedó expedita para estas tres personalidades y decenas de connacionales.
Cabe recordar que, el 20 de mayo de 1976, a los tres muertos citados, se les sumaron dos más: Rosario Barreto y William Whitelaw Blanco.
Wilson Ferreira Aldunate, líder indiscutido del Partido Nacional de aquella hora, lo mismo que otros legisladores opuestos al golpismo, habían buscado refugio en la vecina orilla.
En ocasiones diversas, en el ámbito parlamentario dialogué con el talentoso hombre público. Fui testigo de su irresistible ascenso político.
En circunstancias en que su vida también corría peligro, dirigió una extensa carta al dictador argentino, teniente general Jorge Rafael Videla, No fue para hablar de sí, aunque su secuestro y asesinato, como el de sus amigos parlamentarios, estaba planificado.

La comunicación de Ferreira Aldunate es un extraordinario documento de época, digno de ser evocado.
Condensa por su forma, como por su contenido, la esencia de la intrepidez uruguaya cuando debe alzarse la voz por la libertad y la vida, por muy difícil que sea la hora. Trasunta la pulsación de los que aman los derechos ajenos como propios, de los que sienten el verbo de la fraternidad en la lucha por el destino de un país. A el me referiré.


PREANUNCIO DE MUERTE

En una misiva del 5 de mayo de 1976, Zelmar Michelini le manifiesta a Roberto García, de “La Opinión”, de Buenos Aires: “En estos días he recibido amenazas telefónicas anunciándome un posible atentado y además, un traslado por la fuerza y contra mi voluntad a Uruguay.
Me llega, asimismo, información que el ministro uruguayo (Juan Carlos Blanco) plantearía ante las autoridades argentinas la necesidad de que se me aleje de este país…”
El 18 de mayo, a las 02:30, seis personas vestidas de civil derriban la puerta del apartamento de Héctor Gutiérrez Ruiz, en el céntrico Barrio Norte de la capital argentina.
Encapuchan al dueño de casa y se alzan con cinco valijas repletas de bienes.
-“Si avisa a otros uruguayos, especialmente a Zelmar Michelini, matamos a su marido”, le espetan a Matilde Rodríguez Larreta, la esposa.
Poco después, un grupo secuestrador toma posesión de la habitación 75 del Hotel “Liberty”, en Corrientes y Florida.
-“Zelmar: Te venimos a buscar. Ha llegado tu hora…”, grita un esbirro.
Le vendan los ojos y lo sacan a puntas de metralletas. Hurtan efectos diversos.
Mensajes telegráficos caen sobre la Casa Rosada desde diversas partes del mundo. Requieren garantías para la vida de los secuestrados.
El gobierno promete investigar…


WILSON FERREIRA ALDUNATE INTERPELA AL DICTADOR

En una corajuda comunicación al teniente general Jorge Rafael Videla, el senador Wilson Ferreira Aldunate documenta, para la historia de las grandes infamias, la sucesión de episodios que condujeron al asesinato de los dos legisladores uruguayos.
Su estocada va al corazón del régimen que avasallaba los fueros del pueblo hermano, bajo la siniestra coordinación conocida como “Plan Cóndor”.

He aquí algunos pasajes memorables, tomados de la carta fechada el 24 de mayo de 1976:


CONFIANZA EN LA NACIÓN ARGENTINA

“Sr. Presidente: Dentro de pocas horas buscaré el amparo de la embajada de un país democrático, cuyo gobierno respeta las normas que rigen la conducta de las naciones civilizadas. Antes de hacerlo, tengo el deber de escribirle estas líneas. No sé si llegará a leerlas, pero creo que le haría bien hacerlo.
Hace tres años, a consecuencia de los acontecimientos políticos ocurridos en Uruguay, Héctor Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini y yo, uruguayos los tres, confiamos, como multitud de otros compatriotas, nuestra seguridad y la de nuestras familias a la protección de la bandera argentina. Poco o nada nos importó, entonces ni después, cual fuera el gobierno o el régimen político que imperara en este país, pues en quien depositamos nuestra confianza fue en la propia nación.”



HÉCTOR GUTIÉRREZ RUIZ

“Héctor Gutiérrez Ruiz es -porque eso no puede quitárselo nadie- el Presidente de la Cámara de Representantes del Uruguay. Representa en ella al Partido Nacional, a pesar de un comunicado expedido desde Montevideo por quienes se ceban, como algunos animales inmundos, en los propios cadáveres.
La condición de integrante del Partido Nacional, de blanco, como decimos los Orientales, la damos y la quitamos los blancos mismos, y no está al alcance de los enemigos de su patria y de su partido.
Tenía 43 años y presidía una maravillosa familia cristiana que integraba con su mujer y sus cinco hijos. Todos vivían, desde 1973, en Buenos Aires.”



ZELMAR MICHELINI

“Zelmar Michelini es padre de diez hijos, y también desde 1973 trabajaba de sol a sol para mantener a su mujer y sus hijos pequeños, y para ayudar a los un poco más grandes, que todos son muy jóvenes. Diputado, ministro, senador, siempre militó en filas políticas distintas que las de Gutiérrez y mías. Pero todos sentimos siempre por él un inmenso respeto, que se volvió, hace ya bastantes años, amistad entrañable.”


CONTRA LA VIOLENCIA INJUSTA

“Toda mi vida política se desarrolló, Sr. Presidente, cerca de estos hombres: uno al lado, y el otro enfrente. Pero en lo que nunca discrepamos fue en la necesidad de combatir toda forma de violencia injusta, cualquiera fuera su origen, y de afirmar la libertad y la dignidad de toda criatura humana.
Organizaciones democráticas, en los más diversos países, hombres destacados de todas las nacionalidades, su santidad el Papa y muchos gobiernos (entre los que no se contaba, desde luego, el de su propia patria), ponen en juego todos los medios para obtener la liberación de los secuestrados.”

NO REGISTRAN DENUNCIAS DE LOS SECUESTROS

“El gobierno argentino manifiesta que “en ciertos casos no existen las respectivas denuncias ante las comisarías de la Capital Federal”. No es verdad. Las denuncias existieron, pero la policía se negó a tomar constancia de las mismas. Inmediatamente después de llegar a su casa los primeros amigos, la Sra. de Gutiérrez Ruiz compareció ante la comisaría de policía correspondiente a su domicilio, sita en la calle Suipacha 1156, donde recibió una cerrada respuesta a registrar su denuncia ya que se le dijo, “era sólo desperdiciar papel”. Todo esto ocurrió en presencia del Representante en la Argentina del programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, antiguo amigo de la familia, En estas circunstancias, la Sra. de Gutiérrez Ruiz se dirigió a las Oficinas Centrales de Telégrafos, a fin de enviar telegramas al Ministerio del Interior, al Jefe de Policía, a los Comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea y a Ud., Sr. Presidente, pero dichos telegramas no le fueron aceptados por carecer de documentos. De nada valió el argumento de que los asaltantes se los habían llevado, conjuntamente con los de toda la familia, ni el ofrecimiento de quienes le acompañaban, que exhibieron su propia documentación, de hacerse responsables del texto de los telegramas y de la identidad de quien los expedía.
La señora debió volver, entonces a la Seccional 15ª. de Policía, a denunciar el hurto de sus documentos, pero, nuevamente, las autoridades policiales se negaron a recibir la denuncia, ya que quienes hurtaron o “retiraron” las cédulas de identidad podrían ser policías. Luego de muy larga discusión, se aceptó la manifestación de que habían sido “extraviados”, y con esta constancia, la señora pudo al fin volver al Telégrafo y enviar sus mensajes.
Exactamente la misma pesadilla vivieron los hijos del senador Michelini y quienes los acompañaban.
Al cerrarse la noche que va del 18 al 19 de de mayo, la policía no ha aceptado denuncia alguna; ningún agente se ha hecho presente en los lugares de los hechos; el juez federal competente no ha ordenado ninguna diligencia o pericia; no se ha recibido contestación a ninguno de los telegramas enviados, entre ellos, el que se encuentra dirigido a Ud., Sr. Presidente; las huellas dactilares de los criminales están esperando ser reveladas, en un país donde todos los habitantes -nacionales y extranjeros- tienen las impresiones de sus diez dedos archivadas y clasificadas en un registro único de carácter nacional. Aunque entonces, ni sus familiares ni sus amigos lo sabíamos, a Zelmar Michelini y a Héctor Gutiérrez Ruiz les quedaban 48 horas de vida.”

UN 20 DE MAYO FATÍDICO

“El día 20 de mayo no ocurrió, aparentemente, nada nuevo, salvo la progresiva angustia de todos, familiares y amigos uruguayos y argentinos que seguían los acontecimientos en Buenos Aires, así como de aquellos que hacían llegar su emotiva solidaridad desde el exterior. Una fuente reservada, pero de nuestra confianza, nos había hecho saber que los dos compatriotas estaban presos en una unidad militar. Pero las fuentes oficiales insistían en negar todo conocimiento de los hechos.
A la noche, en una recepción, el Ministro de Defensa, brigadier mayor (r) José María Klix, formuló, primero a un corresponsal extranjero, y luego a otro, la misma sorprendente manifestación a la que me he referido al comienzo de esta carta: “Se trata de una operación uruguaya”, y agregó, en forma aún más increíble: “Todavía no sé, si oficial o no.”


ESTAN SIENDO ASESINADOS

“Las familias de ambos no han recibido aún contestación a sus mensajes, ni del Ministro del Interior, ni del Jefe de Policía, ni de los Comandantes en Jefe de la Fuerza Aérea, ni de Ud., Sr. Presidente. No saben que en estos momentos estos dos hombres, que eran y son orgullo de mi país, están siendo asesinados en la forma repugnante y sucia en que lo fueron, y que no le describo porque Ud. ya debe saberlo, Sr. Presidente, y porque me costaría demasiado hacerlo.
Familiares y amigos ven disminuir, cada vez más, sus esperanzas, pero aún no saben que hace ya 24 horas que fueron asesinados Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, y que sus cuerpos habían sido “encontrados” por la policía.”

UD. NO CONTESTÓ

“Ud. no consideró necesario contestar ninguno de los mensajes que se le dirigieron. Ninguna autoridad o miembro de su gobierno expresó su pena o presentó sus condolencias a los familiares de estos huéspedes ilustres de la República Argentina, vilmente asesinados en su suelo.
Y nadie pensó siquiera en notificar a las familias de las víctimas, para evitar que recibieran la noticia en la calle, leyendo los diarios u oyendo la radio. La única referencia que tuvieron de Ud., Sr. Presidente, fue la notificación de que el telegrama que se le dirigió, recién le fue entregado el día 24 y de que su señora, Sr. Presidente, se había negado a recibir el que le estaba destinado.”

UN COMUNICADO REPUGNANTE

“Me he abstenido, deliberadamente, de hacer calificativos, pero nadie vacilará en decir que el comunicado expedido por la Policía Federal es repugnante.
Como se ve, los asesinos intentan atribuir sus crímenes a la subversión y vincular los muertos con ella. No me detengo siquiera a considerar esta posibilidad: no hay un solo uruguayo o argentino decente que crea en ella; quizá por eso mismo nadie, ni siquiera los autores del comunicado, han insistido en la versión.”

ABYECCIÓN PARA APUNTALAR LA MENTIRA

“Pero sí quiero decirle algo sobre los otros dos compatriotas cuyos cuerpos sin vida fueron “encontrados” junto a los de nuestros amigos. No los conocía. Se dice que pertenecían a una organización guerrillera, pero no tengo ningún modo de saber si ello es cierto o no. Pero, si tal fuera el caso, resuelta evidente que se los mató al sólo efecto de hacer aparecer a nuestros amigos como vinculados con la guerrilla. Y no sé si esto no es lo más abyecto de todo este sucio episodio: quitar la vida a dos seres humanos por la única razón de apuntalar una mentira.”

PERSECUCIÓN POLICÍACA

“La policía argentina ha ido a buscarme a mi casa hace unas pocas horas. Hace ya varias noches que no duermo en ella y, como le dije, buscaré ahora en amparo de la embajada de un país cuyo gobierno se respeta a sí mismo, y por ello respeta y ampara la vida humana.
Cuando llegue la hora de su propio exilio -que llegará, no lo dude Gral. Videla-, si busca refugio en el Uruguay, un Uruguay cuyo destino estará nuevamente en manos de su propio pueblo, lo recibiremos sin cordialidad ni afecto, pero le otorgaremos la protección que Ud. no dio a aquellos cuyas muertes hoy estamos llorando.”
Y firma: Wilson Ferreira Aldunate.


CON LA VIDA EN UN HILO

La hidalguía del senador compatriota no se agota en el magistral documento contra el crimen político que lo enfrenta, de por sí y en solitario, al dictador militar y sus verdugos.
El periodista César Di Candia, amigo de la familia Michelini, llegó en la hora aciaga al domicilio montevideano del asesinado.
En medio de la congoja y del incesante sonar del teléfono, registra este diálogo de un hermano del senador muerto con un interlocutor, al habla desde Buenos Aires:
-“Andate de ahí. No te quedes más. Te estás exponiendo. No tenés necesidad. Te van a ir a buscar en cualquier momento. Yo salgo para ahí en un ratito, voy en un avión taxi. Te lo pido por favor, cuidate, no seas loco.”
Repitió los conceptos. Cortó. Al darse vuelta miró a familiares y amigos y recordó:
-"Estaba hablando con Wilson. No quiere separarse del cadáver de Zelmar hasta que yo llegue. Es un amigo increíble.”

Con gestos como estos se escribió la historia reciente del pueblo uruguayo.
Con esta savia se nutre el árbol de la libertad.


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