Escribe Walter Ernesto Celina
En las elecciones internas todos los candidatos del Partido Colorado movieron poco o nada el fiel de la balanza política, alcanzando porciones minúsculas del electorado nacional.
Un hijo político del Dr. Jorge Batlle, e hijo legítimo del dictador José María Bordaberry, pasó a comandar la derechización final de colectividad en que supieron brillar las ideas de Don José Batlle y de algunos de sus destacados discípulos.
En este partido exánime, Pedro Bordaberry agitó la galera de sus ancestros familiares e inventó un candidato a la vicepresidencia que lo acompañará: el señor Hugo de León, ex jugador de fútbol de éxito, ahora volcado a los negocios agropecuarios, a las transacciones inmobiliarias y al patrocinio de una cofradía de “notables” que consumen sus ocios con unas fiestas en el Club de Yates del Buceo (por su nombre en español...).
El “Bocha”, excelente humorista de una publicación diaria capitalina, aludió a la situación, recordando cuán atrás jugaba el candidato:
Interlocutor 1: -¿Viste que el compañero de Bordaberry es Hugo De León?
Interlocutor 2: -Tendría que haber elegido un goleador, no un defensa!
Trasladado el juicio humorístico al plano político podría decirse, precisamente, que de eso es que se trata.
El escogido no maneja ideas. El debate no le interesa. No se postula como senador, diputado, edil o miembro de junta electoral.
Tampoco funciona como back. Está por encima del bien y del mal, por fuera de todo. Como los dioses, no reza. ¡Es un outsider!
Pelea fuera del campo de batalla. Llegó al coloradismo después de 50 años de nula actividad ¡al sólo efecto que los ciudadanos que emigraron de la colectividad, retornen!
Así las cosas, alguien podría preguntarle:
-¿Tiene Ud. alguna autoridad para pedir el regreso de los que se fueron, defraudados por líderes y caudillos que cayeron en el mayor descrédito público?
-¿Mientras el partido se fundía, por los pésimos gobiernos de colorados -consorciados con los blancos-, en qué trinchera se ubicaba Ud.? ¿No era que corría tras la pelota y los dólares, para después convertirse en “empresario exitoso”, como lo indicara el mismísimo Pedro?
Con este invento, Bordaberry (hijo) termina pareciéndose a Fu Man Chú, quien por el arte de la prestidigitación sacaba del sombrero cosas sorprendentes.
El candidato tiene pleno derecho a postularse, como cualquier ciudadano.
No por ello dejará de ser un invento insustancial, tan volátil como algo que surge de la nada.
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