lunes, 6 de abril de 2009

UD. NO LO ES. ¿ELLA TAMBIÉN?

Escribe Walter Ernesto Celina


“Donde veo unas polleras
no me fijo en el color
...Las viuditas, las casadas y solteras
para mi son todas peras
en el árbol del amor”
Carlos Gardel
Grabación del 11.Set.1933

Una muestra sexológica en Montevideo determinó que un 61% de los hombres y alrededor de un 40% de las mujeres, unidos como parejas, han quebrantado el principio de fidelidad mutua. Se apartaron, por consecuencia, de la relación monogámica, que supone un vínculo exclusivo entre una mujer y un hombre.

El matrimonio, visto como institución social, estatuye compromisos recíprocos en orden a los cónyuges y la familia.
Esta convención tradicional tiene la posibilidad de no cumplirse, en una variedad de casos.
Hay aspectos de la cuestión que encuadran en análisis que corresponden a la medicina, la sexología, la sociología, etc.
La historia no es reciente, como para confirmar el aforismo que recuerda que “en todas las épocas se cuecen habas”.
El adulterio no es otra cosa que la relación sexual o amorosa que mantiene una persona casada con otra, diferente de aquélla con quien hubo contraído matrimonio.
Una leve mirada a las fórmulas con que se han organizado las familias -centro de reproducción y conservación de la especie-, permite observar modalidades culturales que no dan para encender las alarmas uruguayas.


En el matrimonio poligámico (la voz “poli” equivale a muchos) impera la pluralidad. Poliandria es el matrimonio con varios hombres. Poliginia, la unión con varias mujeres.El matrimonio o noviazgo entre niños (en la Melanesia) es el resultado de la importancia que se le confiere a la familia, al mantenimiento del linaje y a las alianzas de propiedad. En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884), F. Engels aporta un estudio pionero.El levirato permite que un hombre se case con la mujer de su hermano fallecido. Fue practicado por los hebreos para preservar intereses de familias.
El sororato facilita que el individuo pueda casarse con una o más hermanas de su mujer, al fallecimiento de esta o cuando no pueda procrear.
Según normas islámicas el hombre puede poseer hasta cuatro mujeres, proveyendo a su bienestar.
Véanse algunos detalles más:
La poliginia fue practicada en Utah (Estados Unidos), en el siglo XIX, por la secta mormónica.
La poliandria existe en regiones de Asia Central, sur de la India y Sri Lanka.
En ambas situaciones es frecuente que las uniones se realicen con dos o más hermanos o hermanas.
La poliginia a veces conlleva el mantenimiento de un hogar para cada mujer, aunque lo más normal es que toda la familia comparta el mismo techo (caso de los musulmanes y, antes de la colonización, por indígenas norteamericanos).

Se llamó “amor cortés” al código de comportamiento que definía las relaciones entre enamorados pertenecientes a la nobleza en Europa occidental durante la Edad Media. Influido por las ideas coetáneas de la caballería y del feudalismo, este amor requería la adhesión a ciertas reglas, divulgadas en canciones por los trovadores, entre finales del siglo XI y los últimos años del siglo XIII, las que provenían de la obra “Ars amatoria”, del poeta romano Ovidio.
De acuerdo con esas convenciones, un noble, por lo general un caballero, enamorado de una mujer casada, de igual o más elevado rango, tenía que demostrar su devoción mediante gestas heroicas y escritos amorosos, presentados de forma anónima a su amada.
Una vez que los amantes se habían prometido uno al otro y consumado el acto sexual, debían mantener completo secreto. Esto porque la mayor parte de los matrimonios de la nobleza en la Edad Media no eran más que meros contratos de negocios. El “amor cortés” era una forma de adulterio aprobado. No molestaba. No suponía una amenaza al contrato matrimonial, ni al sacramento religioso.
La literatura sobre la tradición del amor cortés incluye obras como Lancelot, del siglo XII; Tristán e Isolda (1210); Le roman de la rose (1240); y los relativos a la leyenda del Rey Arturo. El tema se desarrolló, luego, por Dante Alighieri y Petrarca.
La infidelidad entre los amantes era considerada más pecaminosa que el adulterio de esta relación extramarital.

En Uruguay, acercándose raudamente los guarismos femeninos a los masculinos en materia de infidelidad, será menester que aparezca un nuevo Gardel. El que sea capaz de cantarle a la igualación tras la que corre el “bello sexo”. Tal vez, una Adriana Varela o una Malena Muyala.

En tanto, que “El Mago” siga cantando sus porfiados versos, esos que no envejecen:

“...Es el destino
que me arrastra a serte infiel!”

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