lunes, 8 de agosto de 2011

FLOR DE FANGO

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 05.08.2011

Como custodiando al noble edificio de la Universidad de la República, sede de la Facultad de Derecho, la calle Tristán Narvaja une la Av. 18 de Julio con La Paz.
Los domingos, desde hace decenas de años, esta vía se colorea con el murmullo de la gente y el vocinglerío de los vendedores. Cobra fisonomía una gran feria popular, la más clásica del Uruguay.
Expandida hacia los espacios adyacentes, enmudece los restantes días de la semana. Sin embargo, algún vendedor con un improvisado muestrario de objetos viejos, ensaya en solitario la posibilidad de alguna venta.
La calle -que recuerda el mérito del codificador del derecho civil- escalona comercios, predominando las librerías. No faltan títulos de ninguna clase, casi de todos los tiempos.
Libros viejos, muchos sin especial significación, ocupan en días laborables mesas apostadas al paso de los transeúntes. Ofertas económicas y desvencijadas. Unidades a limpiar y reparar.

Acumulando años de existencia e, inevitablemente polvo, acabo de encontrarme con una de nominación tanguera: “Flor de Fango”.
Apenas tiene la señal de haber sido editada en Buenos Aires. En la tapa muestra un retrato al grafo de una bella mujer. Nada le hubiera envidiado a Marylin Monroe.
Mi primera sorpresa fue que no se trataba de ninguna historia emparentada con la música rioplatense de antaño. La segunda tuvo que ver con su autor: Vargas Vila.
De él nunca había visto libro, ni oído a quien lo hubiera leído. No obstante, pude rememorar que en mi infancia Vargas gozaba de popularidad. Se hablaba bastante de él. Mi recuerdo no llega a más.
Cuando los receptores de radio tenían difusión limitada, la telefonía era escasa y de la televisión no se tenía la más remota idea, los discos de pasta para gramófonos y las ediciones baratas de libros y revistas tenían excelente circulación.
¡Y vaya si aquella fama, hoy entrada en el más absoluto ocaso, estaba fundamentada, aunque las comunicaciones estuvieran espaciadas!

La contratapa del libro antiguo, sin pie de imprenta, ni fecha, se limita a anunciar la “Biblioteca de Obras Completas de Vargas Vila”, sin siquiera dar cuenta de su nombre de pila. El número uno de la serie corresponde a la citada en el inicio de esta nota. La 2 se denominaría “Los Césares de la decadencia”.
Un rasgo de la profusa literatura de José María Vargas Vila Bonilla fue su ampulosidad y, en lo político, su antinorteamericanismo y militancia anticlerical. Un liberal radical, con visos de anarquista.
Así describe en “Flor de Fango” la muerte de la maestra, en párrafo del final: “Un fulgor blanco despuntó en el cielo, cual si el ala de un pájaro de nácar hubiese roto la cortina umbría; y, allí, contra el muro, cerca de la reja, Luisa estaba muerta… Allí estaba, como una mirla blanca caída del nidal; como una rosa mustia que el viento arrebató de la rama florida. ¡Salve Virgen!”.La mujer había padecido un desprecio que la tildaba de pecaminosa…

El proficuo autor colombiano nació en Piedras (Tolima), en julio de 1860. Falleció en la generosa Barcelona, en mayo de 1933. Los fulgores de su acción comenzaron a extinguirse en las postrimerías de la Segunda Guerra. Nuevos usos e ideas lo desalojaron de la escena.
En 1898 ejerció funciones diplomáticas para Ecuador ante Roma. Negó arrodillarse ante el Papa León XIII, afirmando “no doblo la rodilla ante ningún mortal”. A raíz de su novela “Ibis” el Vaticano lo excomulgó en 1900.
Fundó en Nueva York, en 1902, la revista “Némesis”, tribuna de crítica a las dictaduras latinoamericanas y a los Estados Unidos por la ocupación de Panamá (Enmienda Platt). José Martí compartía sus columnas. Con motivo de su invectiva antiimperial de 1903, rotulada “Ante los bárbaros”, es expulsado del país norteño. En 1904, junto a Rubén Darío, vuelve a las funciones diplomáticas en España, para Nicaragua.
El gran Darío le dedica dos poemas: “Propósito primaveral” y “Cleopompo y Heliodemo”.
Maestro y soldado partícipe en luchas civiles, conoció tempranamente el exilio, que llevó como marca de su vida intrépida. Inscripto en la escuela modernista, cultivó la crítica punzante y la sátira ilustrada. Sobrepasó las cien producciones.
“Mi viaje a la Argentina” habría sido escrita en 1924. “José Martí, apóstol y libertador” vio luz recién en 1938, un lustro después de su muerte. “Flor de fango” venía de mucho antes. De 1875.
En la contratapa del viejo libro hallado, decía el editor bonaerense que se trataba de una “exaltación de la carne que se vende y se da”… Casi una provocación subliminal, a contraflecha de la moral porteña prevalerte.
José Vargas Vila sentenció de sí mismo: “Mi pasión por la libertad ha devorado mi vida”.
La calle Tristán Narvaja me llevó muchos años atrás, permitiéndome conocer a un rebelde formidable.-

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