Escribe Walter Ernesto Celina
20.12.2013
La música es un fantástico pasaporte al mundo de la sensibilidad
de otros individuos, de otras culturas, del presente y del pasado. Supone un
viaje enriquecedor a nuestro propio interior. Alegra, ennoblece. Anima y empuja
a andar.
Ciertas subdivisiones formales suelen categorizarla, lo que a
veces concluye en un ejercicio de elitismo discriminatorio.
Prefiero ver esta manifestación del hombre social e íntimo como
un mar abierto, de variados cielos; de aguas quedas y turbulentas, con peñones
y rocas sumergidas de corales. La música popular es componente indisoluble de
estos estados.
UNA PERSONALIDAD RESISTENTE
Alfredo Zitarrosa, en los años 70 del siglo anterior, fue una
personalidad preclara del canto nacional. Su alto índice de popularidad lo hacía visible hasta
para los más distraídos.
Nació en 1936 en Montevideo. Como preparando una despedida de
abrazos, en 1989, fue llegando a la cofradía de melómanos íntimos, tejió
reconciliaciones con otros más distantes y partió.
En la colección “A
viva voz”, dirigida por Mario Benedetti (1), son presentadas un conjunto de
canciones de su autoría. En la introducción aparece el testimonio de quien
fuera su representante, el periodista y escritor Enrique Estrázulas: “El espíritu de Zitarrosa se modeló
a raíz de su desamparo, de la gesta de vivir y sobrevivir una infancia
durísima.”
La mitigación de un dolor profundo lo lleva por sus riberas a la
poesía, crea músicas y hace de la guitarra su compañera esencial.
Supo sobreponerse a las adversidades. Descolló con su talento.
Fue ciudadano de coraje. Y dejó una huella profunda en el canto uruguayo del
último medio siglo.
RELANZAMIENTO DE LA MILONGA
Recreó la milonga con nuevo perfil. Asumió lo contemporáneo bajo
una forma expresiva vieja, simple y maestra. Su voz, su manera gardeliana de
llegar al escenario y su personalidad, dan esplendor y vida a la poética
propia. O a la prestada, como la de Yupanqui. Hace que lo vernáculo compita con
lo exótico del mercado del disco. Y con sus milongas inmortales, irán estilos,
zambas, vidalitas, cifras, chamarritas, tangos, candombes, siempre con
resplandores de encordados.
Al costado de la Generación del 45, casi en paralelo, surgía
otra menos visible, de la que Zitarrosa, a la postre, resultó figura
descollante. El centro imantador había sido el Bar Barrucci, en la esquina de
la Av. 18 de Julio y la ex Olimar, hoy Ing. Germán Barbato, en MVD.
Frecuentador del mismo y personaje emblemático de sus ruedas fue el poeta
Vicente Basso Maglio, radialista de la misma emisora que contara con las voces
de Salvador Puig y Alfredo Zitarrosa.
El cantautor pudo lucir su letrística llevándola repetidas veces
al surco. No es menos cierto que acudió y exaltó otras plumas valiosas.
Así graba, de Ignacio Suárez y Yamandú Palacios, “Poeta al Sur” (2). Tomo esta estrofa, que A.Z. la
remarca -casi como suya-, al reacentuar los versos finales, que dicen:que
sólo de andar cantando y en el dolor, / aprendemos a morir.
Este es el fragmento:
Gris oficio el de poeta,
deber y culpa, tal vez,
andar y ser de sombra y luz,
surco en el aire y sentir
que sólo de andar cantando y en el dolor,
aprendemos a morir,
que sólo de andar cantando y en el amor,
aprendemos a vivir.
deber y culpa, tal vez,
andar y ser de sombra y luz,
surco en el aire y sentir
que sólo de andar cantando y en el dolor,
aprendemos a morir,
que sólo de andar cantando y en el amor,
aprendemos a vivir.
Se trata de la relación crucial entre vida y muerte, el amor y
dolor y sus no previstos caminos. También refiere al trabajoso oficio del poeta
y al quehacer cotidiano. Al propio y al compartido con muchos otros. Él
no fue un artista adocenado, de los que beben y se retroalimentan solícitos con
el poder. Razones todas, más que suficientes, para entonar por milonga y
empuñarla como un desafío y un himno superior.
A PROPÓSITO DEL AMOR
La ternura y el amor a sus semejantes llegarán siempre desde su
proscenio pero, cuando el querer viene casi con el empaque de una primera
persona, aparece el filo del desgarro; de algo que pudo ser hermoso pero
encontró un escollo para no materializarse (3):
Cuando te vuelva a encontrar,
nos podremos sonreír,
prefiero verte partir,
como te he visto llegar.
Cuando vuelvas a pensar,
que una vez te conocí,
y que nomás porque sí,
te compuse una canción,
cantará en tu corazón,
lo poquito que te di.
nos podremos sonreír,
prefiero verte partir,
como te he visto llegar.
Cuando vuelvas a pensar,
que una vez te conocí,
y que nomás porque sí,
te compuse una canción,
cantará en tu corazón,
lo poquito que te di.
VOCACIÓN ARTIGUISTA
Sobre el centenario de la muerte de José Artigas -1950- una
pléyade de historiadores revalorizaron su proyección política y social y, a la
vez, indagaron sobre la disidencia del Gran Jefe con la burguesía de
comerciantes porteños, en antinomia con las masas desvalidas orientales.
Surgió un nuevo artiguismo, al que Zitarrosa le cantó (4):
Vidalita acordate de José Artigas,
y endulzate la boca, cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron,
mintiendo los martirios del traicionado.
…………………………………..
Vidalita orientala, lejana y pura,
a la patria cantala sin amargura.
No hay más huella, canejo, que la de Artigas,
y jugate el pellejo, cuando la sigas.
y endulzate la boca, cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron,
mintiendo los martirios del traicionado.
…………………………………..
Vidalita orientala, lejana y pura,
a la patria cantala sin amargura.
No hay más huella, canejo, que la de Artigas,
y jugate el pellejo, cuando la sigas.
LOS QUE NO MUEREN
Su cancionero no omitió la condena de los horrendos crímenes
dictatoriales que ocurrían en Uruguay, por lo que alzó -más de una vez- sus
versos serenos por los mártires. Su canto circulaba en cintas magnetofónicas
escuchadas clandestinamente (5):
Fruto maduro
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Puede morir,
pero quiere
cantarle sólo a la Vida,
que no la olvida.
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Puede morir,
pero quiere
cantarle sólo a la Vida,
que no la olvida.
…………………..
Sombra de Gancio y de Mora,
de Fernández, de Mendiola,
no canta sola.
Quiere ser flor
y se cierra
como un puño;
que la cuide,
eso me pide.
Sombra de Gancio y de Mora,
de Fernández, de Mendiola,
no canta sola.
Quiere ser flor
y se cierra
como un puño;
que la cuide,
eso me pide.
En la versión original, de 1972, Zitarrrosa, recuerda estos
nombres, así: "A Arbelio,
a Líber, a Hugo, a Susana, a Recalde, a Nieto, a Espósito, a Gutiérrez, a
Abreu, Cervelli, López y González; obreros y estudiantes, mártires del pueblo,
unidos para siempre, y unidos más que nunca en nuestros corazones".
CON EL ALMA A LA IZQUIERDA
En el libro de reciente aparición “No me vengas con historias”,
del comunicador Diego Zás (6), hay un breve capítulo dedicado al formidable
personaje. Analiza visiones político-ideológicas que no ocultó. Votante de Luis
Batlle Berres, tuvo inclinaciones hacia el anarquismo. Participó de los
procesos unitarios por una izquierda sin exclusiones. Militó para el Movimiento
Popular Unitario, de extracción batllista, que convergió con el Frente
Izquierda de Bonavita-Arismendi. Posteriormente, con Eduardo Platero -dirigente
sindical municipal en Montevideo-, ingresaron al Partido Comunista. Zitarrosa
estuvo exiliado en México y Europa.
CUENTAN QUE SUCEDIÓ…
El escritor Eduardo Galeano en "El
cantor", relataba más o menos lo siguiente:"Cuando Alfredo
Zitarrosa murió en Montevideo su amigo Juceca (Julio César Castro, humorista.
WEC) subió con él hasta los portones del Paraíso, por no dejarlo solo en esos
trámites. Cuando volvió, contó lo que había escuchado.
San Pedro preguntó ritualmente por nombre, edad, oficio.
-Cantor, terminó Alfredo. El portero celestial quiso saber más: -¿Cantor de
qué? -De milongas, contestó. Pero San Pedro no las
conocía. Picado por la curiosidad, le ordenó: -¡Cánteme alguna! Zitarrosa cantó.
Una, dos, cien milongas. San Pedro quería que aquello no acabara nunca.
La voz de Alfredo, que tanto había hecho vibrar los suelos,
estaba haciendo vibrar los cielos. Entonces Dios, que andaba por ahí
pastoreando nubes, paró la oreja. ¡Fue la única vez que Dios no supo quién era
Dios!"
NOTAS:
(1)
Editora Espasa Calpe Argentina - Bs.As. – 1997
(2)
POETA AL SUR
MILONGA
IGNACIO SUÁREZ -
YAMANDÚ PALACIOS
Porque estás vivo y al Sur
entre los muertos y el mar
y canta tu corazón,
cuando quisiera llorar,
llorar por eso de andar
solitario y sin saber
en qué verso has de beber
la lluvia azul del atardecer.
Vienes de barcos que están
pintados sobre la piel,
unos queriendo zarpar,
otros queriendo volver,
volver sin andar el mar,
gastados de andar y ser
versos, barcos de papel,
ocaso azul antes de amanecer.
Y en el andar hacia vos
por esas calles, estás
herido de bandoneón,
enfermo de eternidad,
desnudando el corazón,
golpeado de realidad,
soñando lunas tendrás
la luna azul de tu tiempo y el mar.
Gris oficio el de poeta,
deber y culpa, tal vez,
andar y ser de sombra y luz,
surco en el aire y sentir
que sólo de andar cantando y en el dolor,
aprendemos a morir,
que sólo de andar cantando y en el amor,
aprendemos a vivir.
entre los muertos y el mar
y canta tu corazón,
cuando quisiera llorar,
llorar por eso de andar
solitario y sin saber
en qué verso has de beber
la lluvia azul del atardecer.
Vienes de barcos que están
pintados sobre la piel,
unos queriendo zarpar,
otros queriendo volver,
volver sin andar el mar,
gastados de andar y ser
versos, barcos de papel,
ocaso azul antes de amanecer.
Y en el andar hacia vos
por esas calles, estás
herido de bandoneón,
enfermo de eternidad,
desnudando el corazón,
golpeado de realidad,
soñando lunas tendrás
la luna azul de tu tiempo y el mar.
Gris oficio el de poeta,
deber y culpa, tal vez,
andar y ser de sombra y luz,
surco en el aire y sentir
que sólo de andar cantando y en el dolor,
aprendemos a morir,
que sólo de andar cantando y en el amor,
aprendemos a vivir.
(3)
MILONGA PARA UNA NIÑA
Milonga
Alfredo Zitarrosa
El que ha vivido penando,
por causa de un mal amor,
no encuentra nada mejor,
que cantar y d'ir pensando.
Y si anduvo calculando,
qué culpa pudo tener,
cuando ve que una mujer,
no conoce obligaciones,
se consuela con canciones,
y se olvida de querer.
por causa de un mal amor,
no encuentra nada mejor,
que cantar y d'ir pensando.
Y si anduvo calculando,
qué culpa pudo tener,
cuando ve que una mujer,
no conoce obligaciones,
se consuela con canciones,
y se olvida de querer.
Por eso niña te pido,
que no me guardes rencor,
yo no puedo darte amor,
ni vos podés darme olvido.
Yo sé que en cualquier descuido,
me iba a bolear contra el suelo,
y aunque me ofrezcas consuelo,
yo no lo puedo aceptar,
puedo enseñarte a volar,
pero no seguirte el vuelo.
que no me guardes rencor,
yo no puedo darte amor,
ni vos podés darme olvido.
Yo sé que en cualquier descuido,
me iba a bolear contra el suelo,
y aunque me ofrezcas consuelo,
yo no lo puedo aceptar,
puedo enseñarte a volar,
pero no seguirte el vuelo.
Yo no te puedo entregar,
un corazón apagado;
cuando falla el del costado,
no hay nada que conversar.
Hay una forma de amar,
que es un modo de conciencia;
hay un amor que es paciencia,
y otro que es solo aromar.
¿Cuál amor te podría dar,
quien amara tu inocencia?
un corazón apagado;
cuando falla el del costado,
no hay nada que conversar.
Hay una forma de amar,
que es un modo de conciencia;
hay un amor que es paciencia,
y otro que es solo aromar.
¿Cuál amor te podría dar,
quien amara tu inocencia?
Cuando te vuelva a encontrar,
no podremos sonreír,
prefiero verte partir,
como te he visto llegar.
Cuando vuelvas a pensar,
que una vez te conocí,
y que nomás porque sí,
te compuse una canción,
cantará en tu corazón,
lo poquito que te di.
no podremos sonreír,
prefiero verte partir,
como te he visto llegar.
Cuando vuelvas a pensar,
que una vez te conocí,
y que nomás porque sí,
te compuse una canción,
cantará en tu corazón,
lo poquito que te di.
(4)
A JOSÉ ARTIGAS
Vidalita
Carlos
Bonavita - Alfredo Zitarrosa
Vidalita acordate de José Artigas,
y endulzate la boca, cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron,
mintiendo los martirios del traicionado.
A la huella vieja, vidalitay,
que te estoy buscando,
junto a Lavalleja, vidalitay,
yo quiero oírte andando.
A la huella, primero, de José Artigas,
y sacate el sombrero, cuando lo digas.
Lararailaira, lararairá,
y sacate el sombrero, cuando lo digas.
Vidalita orientala, lejana y pura,
a la patria cantala sin amargura.
No hay más huella, canejo, que la de Artigas,
y jugate el pellejo, cuando la sigas.
Patria sola y patria, vidalitay,
patria sola y muda,
rompé tu silencio, vidalitay,
vamos en tu ayuda.
En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten caballos;
vamos mano con mano, los uruguayos.
Lararairara, lailararará;
vamos mano con mano, los uruguayos.
Zitarrosa cambió luego estos versos, los que quedarían así: “En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten baguales; / vamos mano con mano, los orientales”.
y endulzate la boca, cuando lo digas.
A la huella de un siglo que otros borraron,
mintiendo los martirios del traicionado.
A la huella vieja, vidalitay,
que te estoy buscando,
junto a Lavalleja, vidalitay,
yo quiero oírte andando.
A la huella, primero, de José Artigas,
y sacate el sombrero, cuando lo digas.
Lararailaira, lararairá,
y sacate el sombrero, cuando lo digas.
Vidalita orientala, lejana y pura,
a la patria cantala sin amargura.
No hay más huella, canejo, que la de Artigas,
y jugate el pellejo, cuando la sigas.
Patria sola y patria, vidalitay,
patria sola y muda,
rompé tu silencio, vidalitay,
vamos en tu ayuda.
En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten caballos;
vamos mano con mano, los uruguayos.
Lararairara, lailararará;
vamos mano con mano, los uruguayos.
Zitarrosa cambió luego estos versos, los que quedarían así: “En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten baguales; / vamos mano con mano, los orientales”.
(5)
LA CANCIÓN QUIERE
Milonga
Alfredo Zitarrosa
Fruto maduro
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Puede morir,
pero quiere
cantarle sólo a la Vida,
que no la olvida.
No tiene miedo a la bala,
ni a la bomba,
ni al infierno,
canta "pudiendo".
Lleva en las manos heridas
una flor con una espina,
agua y harina.
Canto del Pueblo que ama,
también canta por dinero
como un obrero.
Sombra de Gancio y de Mora,
de Fernández, de Mendiola,
no canta sola.
Quiere ser flor
y se cierra
como un puño;
que la cuide,
eso me pide.
Nombra la carne horadada
de la Vida más amada,
la desarmada.*
Fruto maduro
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Quiere ser flor
y se cierra como un puño;
que la cuide, eso me pide!
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Puede morir,
pero quiere
cantarle sólo a la Vida,
que no la olvida.
No tiene miedo a la bala,
ni a la bomba,
ni al infierno,
canta "pudiendo".
Lleva en las manos heridas
una flor con una espina,
agua y harina.
Canto del Pueblo que ama,
también canta por dinero
como un obrero.
Sombra de Gancio y de Mora,
de Fernández, de Mendiola,
no canta sola.
Quiere ser flor
y se cierra
como un puño;
que la cuide,
eso me pide.
Nombra la carne horadada
de la Vida más amada,
la desarmada.*
Fruto maduro
del árbol del Pueblo,
la canción mía
siempre porfía.
Quiere ser flor
y se cierra como un puño;
que la cuide, eso me pide!
(6)
Editorial Fin de Siglo - Set./2013 - MVD-UY
1 comentario:
Muy buen aporte!! Abrazo! Gracias!
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