Escribe Walter Ernesto Celina
19 .01.2013
Me propongo retornar al ámbito
claustral y sigiloso de la X Conferencia de Ministros de Defensa, que en
octubre último tuviera por escenario la península de Maldonado.
A diferencia de cuando décadas
atrás las reuniones interamericanas se efectuaban en el Hotel San Rafael, con
servicios de seguridad corrientes y de inteligencia discretos, en esta ocasión
desde mar, cielo y tierra se ejerció un tutelaje tan vasto que podía detectarse
el más pequeño insecto en la arena. Los periodistas que cubrían el concilio de
secretarios de guerra no dieron un paso sin ser observados e impedidos en sus
movimientos.
Fue ostensible el freno a la libre
circulación de informaciones, aún de las más adictas y menos críticas de los
quehaceres de la Junta Interamericana de Defensa.
De ahí que la indagatoria sea
imprescindible. La cobertura nacional fue de trazo episódico y endeble. Poco
trascendente la internacional, aunque con excepciones que permiten ahondar la
mirada.
Por encima de la cuota de
pintoresquismo de los Sres. Mujica y Fernández Huidobro -que unos alaban y
otros censuran-, se apreció una cierta incomodidad en el ambiente.
En un medio pulido y circunspecto, la
alocución de apertura del Sr. Eleuterio Fernández Huidobro, Secretario de
Defensa de Uruguay, rozó el desafío: “En estos años hemos sufrido la acción de
organizaciones delictivas internacionales peores que las del tráfico de drogas,
armas, terrorismo. Estas organizaciones delictivas disfrutan con todos esos
crímenes, especialmente mediante el tráfico de dinero y el lavado.” Dijo
segundos después: “Hablo de una buena parte del sistema financiero que mediante rapiñas,
robos y estafas ha hecho estragos en los países más ricos del mundo (alusión a la 2da. Crisis Mundial de 2008, iniciada en Estados Unidos -
WEC) y,
especialmente, en sus poblaciones. Y están libres. Deambulan sueltos; es una
banda transnacional, altísimamente peligrosa, que no podemos omitir de nuestra
lista de amenazas y riesgos.”
Antes había hecho referencia a la “dilapidación” de
recursos que suponen los gastos militares, cuando es la “desigualdad” la que
subyace o sobrevuela todos los demás problemas. Ergo, ¡“no van a alcanzar todos los militares
del mundo para resolverla”!
Los aplausos fueron tibios, a lo
que José Mujica, sin hesitación, acotó: “Me siento
representado por lo que ha dicho mi viejo compañero”.
Si esta fue la portada del
cónclave, algo sugería que las instancias previas, donde la diplomacia militar
y política juegan sus cartas, no habían tenido el encanto de los te de la media
tarde, en los que prevalecían los más genuflexos asentimientos. Este
interamericanismo huele distinto.
A pesar del cambio de los tiempos,
Uruguay sigue siendo una presa codiciada por Estados Unidos, como lo fue por
otros poderes en tiempos coloniales. Es un punto geográfico estratégico, entre
Brasil y Argentina, un envidiable espacio terrestre y marítimo de control y de salida
para el Atlántico Sur, rumbo al Continente Antártico y las Islas Malvinas.
El gobierno uruguayo no ha dicho
qué le pidió el Gran Halcón del Norte, ni qué le respondió, ni a costa de qué
podría incrementarse el comercio hacia el enorme mercado norteamericano.
No obstante, el menos avisado
advierte que, el ex Director de la CIA y actual Ministro de Defensa de EE.UU.,
se vio sometido a una manifestación pública de desagrado, nada casual.
Más claro aún está que León Panetta,
tras una agenda cuidadosamente diseñada, sólo recibió de la mayoría de los
ministros concurrentes sucesivas votaciones que rebajaron los objetivos
buscados por su país.
Luego de 24 horas de estadía y tras
un discurso -a analizar-, lo requirió una reunión de la organización militar
del Atlántico Norte, OTAN. Partió raudo, insatisfecho y con las alforjas
vacías.
La superpotencia del planeta, la que
detenta el mayor despliegue militar conocido de la historia, la que administra un
peso casi irresistible dentro y fuera de sus fronteras, busca un control afín
al poder que custodia. Y no lo logra como quiere. No, al menos, por estas
latitudes, cuando otrora, de un fustazo,
hacía tambalear a los gobiernos de América Latina.
Estamos en otra fase de la
historia; nueva y no exenta de amenazas. Los ministros conversaron de defensa y seguridad, de nuevos tratados
y de la actualización de formalidades
operativas y revitalización
de los aparatos de coordinación…
Habrá que entrar a ese laberinto
para buscar los nuevos significados.-
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