Escribe Walter Ernesto Celina
17.01.2013
Desde aquellos días fríos y húmedos
del Punta del Este de agosto de 1961, en que el clima comprimía los bronquios
del Ché Guevara, sin impedir que su palabra fluyera de manantial sereno en la Conferencia del CIES (Consejo Interamericano
Económico y Social - O.E.A), hasta hoy no se habían registrado episodios de
autonomía política como los acontecidos en el cónclave de ministros de guerra
de la región, celebrado en octubre último en el balneario esteño.
La Cuba de entonces fue comparada
con la gallina de los huevos de oro
pues, a su influjo, los Estados Unidos proyectaban inyectar en la destartalada
América Latina -tapizada de dictaduras-, 20.000 millones de dólares como para cambiarle
un poco el rostro a la desigualdad imperante, por ellos mismos acelerada.
Pero, nada cambió. Se fue de mal en
peor. La fementida Alianza para el
Progreso no tuvo fruto alguno.
Conviene recordar. En abril de 1961,
un ejército mercenario -preparado y financiado por agencias de la gran potencia
norteña- invadía Cuba por Playa Girón, siendo reducido a escombros.
En enero de 1962, en una nueva
Conferencia de Cancilleres, otra vez reunida en la solariega Punta del Este, se
declaró la incompatibilidad del Estado de Cuba con el sistema interamericano. El marxismo
leninismo fue el pretexto escogido. La amputación debía ser de raíz. El
escarmiento imprescindible para servir a un alineamiento dócil, tras la
locomotora imperial. Ese también fue el rumbo del gobierno uruguayo. En otros
casos, las dictaduras militares eran el guante perfecto para hacer la guerra fría, con el asesinato político
como norma rectora.
Ya de rodillas, Uruguay padeció la
suya.
Como era previsible -y fue sustentado explícitamente por sectores de izquierda-,
el camino de la guerrilla urbana
propiciada por los tupamaros y grupos
afines, no tenía porvenir. Fracasó estrepitosamente. Fue de consecuencias
negativas. Como saldo, sólo quedaron actos de arrojo o de sensación política (secuestros espectaculares o la apertura de
cajas fuertes bancarias, que guardaban documentos comprometedores). En
principio, hubo personas seducidas por tales métodos.
El ajusticiamiento, por parte del
MLN (Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros), del principal agente de la
CIA en Uruguay, Dan Mitrione, puso al rojo vivo la represión y la expandió. E hizo
pasar por la justicia militar a muchos de los actuales gobernantes. Fueron arrojados
a las mazmorras, tras torturas infames, sin juicios en regla, con condenas
larguísimas y nuevas dosis de profundización del despotismo de Estado.
¿Qué tiene esto que ver con el
Punta del Este de octubre de 2012 y con presencia del presidente José Mujica y del
Ministro Fernández Huidobro, encabezando la Conferencia de Ministros de Defensa
de las Américas?
Creo que bastante. En principio,
parece una ironía de la historia que León Panetta, desde 2009 jefe de la CIA y
desde 2011 Ministro de Defensa de Barak Obama, estuviera con los excondenados
en una mesa de intercambio para acuerdos
atinentes a la guerra y a la paz en las tres Américas.
¿Qué ha cambiado en el mundo, en la
región, en Estados Unidos y en los actores individuales? Muchísimo. En primer
lugar, numerosas naciones zafaron del yugo oligárquico-militar impuesto. Las
democracias, criticadas y criticables, no admiten comparación con los regímenes
de violencia pura. Ya América -otrora llamada el patio trasero- no es la misma.
Oportunamente me detendré en
ciertos aspectos de fondo, referentes al temario del evento de octubre pasado.
León Panetta, por estar donde estuvo y está, obviamente
no es un santo.
Cabe retener que, antes del inicio
de la conferencia interministerial, Panetta abordó con Mujica dos cuestiones,
seguramente eslabonadas: Defensa y Comercio. Nada ha informado el Sr.
Presidente, que es tan locuaz.
¿Qué pidió Uruguay, qué Estados
Unidos? ¿Qué ofreció uno y otro? ¿Qué condicionó uno u otro? ¿Hubo acuerdos o
desencuentros bilaterales?
Silencio sepulcral.
¿Los ciudadanos no tienen derecho a
saber qué temáticas y posiciones se manejan en la política exterior? Ciertos
politiquillos, que pelean por una paja de escoba en el piso, tampoco han
abierto sus bocas.
Hubo un impensable y paradójico momento para
los Sres. Mujica y Fernández Huidobro: ¡Qué inauguraran una conferencia de esta
naturaleza! El Presidente musitó, parafraseando al Quijote: “Cosas veredes Sancho, si vivieres.” Aludió,
después, a la implícita incongruencia que se celebren “cumbres de defensa para buscar la paz”. En tanto, Fernández
Huidobro reflexionó que la Junta Interamericana de Defensa se fundó en 1942, “cuando en el mundo pasaban cosas muy feas…”
(¡!) y, que la susodicha junta esté tan vieja, como él mismo!
¡Muy graciosos los sesgos que,
entre filosóficos y desdeñosos, tuvieron los anfitriones ante León Panetta y
demás concurrentes.
Descartado el mero alarde, cabe
indagar ¿Qué existió detrás de los epifenómenos de la X Conferencia de los
Ministros de Guerra? ¿Qué se oculta en el fondo de la gran olla tapada?
Hay bastante para introducir el
bisturí. Será conveniente “ir por partes”.
¡Como enseñara Jack, the ripper, el
célebre destripador norteamericano!
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