Escribe Walter Ernesto Celina
18.11.2012
Al
concluir la 2da. Guerra Mundial el tríptico de los héroes -Churchill, Stalin y
Roosevelt- se transfiguró y aquellos hombres pasaron a ser los nuevos villanos.
Tras los personajes, como telón de fondo, campeaban la opresión colonialista
inglesa, el desdoblamiento absolutista de la revolución rusa y el expansionismo
sin tope de los Estados Unidos. Advino una nueva puja. Se le conoció como la
“guerra fría”, aunque no lo fue tanto, como lo recuerdan el conflicto de Corea,
el escudo de misiles en Cuba, apuntando hacia el norte, y la guerra de Vietnam.
El
anticomunismo, lanzado como una maldición bíblica, azotó las cabezas. Fue un
instrumento propagandístico que reconoció desde las formas más grotescas a las
más sutiles.
Finalmente,
la implosión de la Unión Soviética
epilogó un fenómeno político condicionante del siglo XX.
Si
Carlos Marx, Federico Engels y Wladimir I. Lenin habían sido denostados antes,
ahora no pocos sentenciaron el entierro
definitivo para el sistema de ideas políticas, económicas y filosóficas que
ellos desarrollaran.
Las
apariencias engañan y hay noveles evidencias.
A
despecho de todo lo que generó el anticomunismo craso de los años 50 y
siguientes, el pensamiento marxista comenzó a ser analizado en las
universidades. También en la
UDELAR.
El
Prof. Dr. Isaac Ganón, propulsor de la Sociología en Uruguay, incluía a Marx como
fundador de la disciplina. Otro catedrático, el Prof. Dr. Aníbal Barbagelta, al
explorar las facetas de la
Teoría del Estado, aludía a las consecuencias de la teoría
leninista -contenida en “El Estado y la Revolución ”, la contundente extensión de la
doctrina de Marx-, una visión -hacia
1917- de cómo concluir con el capital y el Estado en su modalidad de asociado-protector.
No
se trataba de comentarios de panfleto. Eran enfoques -compartibles o no- que
ubicaban a la doctrina citada en un sitial de relevancia inocultable.
En
la contrapartida a la vulgarización burda del anticomunismo, los soviéticos,
matrizados en un perfil stalinista, transformaron las ideas marxileninistas en
una especie de catecismo. Otro anacronismo que cabezas cerradas aún no lograron
ver…
Es
propiedad del agua que fluye bajo los puentes limpiar los cauces. Y voy a la
cuestión central.
La
reciente muerte del historiador e investigador Eric Hobsbawm, británico de
adopción, puso sobre el tapete -en todos los medios del mundo- la obra de uno
de los analistas mayores del marxismo de los siglos XX y del actual.
Un
ilustrado columnista compatriota, Jorge Abondanza (1), recordaba tres estadios
de la “La Era de
las Revoluciones”, recorridos en 125 años y que comprenden desde la toma de la Bastilla hasta el
estallido de la lra. Guerra Mundial, según el académico desaparecido. El
primero va desde la
Revolución Francesa de 1789, a 1848, año este en
que Marx y Engels formulan su “Manifiesto”; luego el período 1848-1875 de
afloración de la forma social llamada capitalismo y, en tercer lugar, la era
imperial, entre 1875 y 1914, momento que deja paso tanto al reparto mundial de
las potencias dominantes, como al estallido de la Revolución de Octubre o
rusa.
La
“Historia del Siglo XX” cierra la producción de Eric Hobsbawm. Hablando sobre
la necesidad de cambiar la perspectiva en el estudio de la historia -y
siguiendo a Abondanza- el pensador sostuvo que “hay que liberarla del viejo
molde cronológico para optar por otro más independiente del calendario. Al
largo siglo de las revoluciones, antes citado, opuso otro que fue el siglo XX,
al que calificó como “un siglo corto”, que se inició con la guerra de 1914 y
terminó en 1991 con el desmantelamiento
del bloque soviético.”
De
la vida de Hobsbawm cabe recordar que acompañó los movimientos internacionales
antifascistas, se afilió al comunismo británico, fue crítico del stalinismo, de
las intervenciones en Hungría y Checoeslovaquia, así como de las británicas en
Afganistán e Irak. Como académico jamás renunció a la perspectiva marxista en
la interpretación de los fenómenos sociales. Rechazó los conflictos armados.
Las
situaciones económicas y políticas se dan en contextos particulares,
interpretándose según los parámetros de la doctrina de que se trate. Cuando las
condiciones varían, una fórmula anterior -aplicada a un caso similar- se vuelve
defectuosa o ineficaz. En este sentido es que se ha sostenido que “el marxismo
es tan sólo una guía para la acción” y no una solución de pizarra. El capitalismo no tiene partida de
eternidad y los marxistas propugnan por su caída. Hobsbawm ha reflexionado sobre este punto así: “Marx
creía que el capitalismo sería
sustituido. Yo también, pero de modo diferente.”
He
aquí algunos conceptos de “Cómo cambiar
el mundo”, su publicación póstuma: “¿Cuál es la trascendencia de Marx en el
siglo XXI? El modelo tipo soviético de socialismo, hasta ahora el único intento
de construir una economía socialista, ya no existe. Por otro lado, ha habido un
enorme proceso de globalización y la mera capacidad de los humanos de generar
riqueza. Esto ha reducido el poder y
alcance de la acción económica y social de los estados-nación y, por
consiguiente, las políticas clásicas de los movimientos socialdemócratas, que
dependían fundamentalmente de forzar reformas a los gobiernos nacionales. Dada
la preeminencia hegemónica del mercado, este ha generado desigualdades económicas extremas dentro de
los países y entre regiones y ha traído de nuevo el elemento de catástrofe al
ritmo cíclico básico de la economía capitalista, incluyendo lo que se convirtió
en la crisis global más grave desde la década de 1930.”
Ha
subrayado, además, que la expansión incontrolable de la economía global mina el
entorno, siendo menester controlar los impactos sobre la biósfera. El mercado
capitalista tiene su verdadero Talón de Aquiles. Está en el crecimiento
continuado, que sólo se propone el beneficio por el beneficio mismo. Sería pues,
la brutal concentración de riqueza-poder lo que autodestruiría esta
construcción histórica. Obsbawm no abdicó de Marx y, cómo él, fue un pensador
independiente.
En
el campo estrictamente político otras formulaciones de la escuela marxista
tratan cuáles serían los medios idóneos para acelerar la caída de una formación
tan egoísta e injusta. Pero, eso es harina de otro costal y forma parte de un
debate universal apasionante.-
(1): “EL PAÍS” MVD - D4 - 07.10.2012
6 comentarios:
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