martes, 3 de julio de 2012

ENCUENTRO INESPERADO DE “EL CUQUE”, QUE ESCRIBE Y PINTA


Por Walter Ernesto Celina
No soy amigo del Cuque y tampoco conocí a Gardel. Sólo me acostumbré a sus voces y, por sus respectivas historias, a saber un poquito de ellos y a retenerlos en el oído. En cuanto al Pepe, lo tengo metido en casa.
El Cuque que, si por algo se caracteriza es por ser polifacético, un  día iba con su caballete de pintor intrépido y desenfadado, llevando colgando de su otro brazo una valijita con  algunas pinturas, unos pinceles y su vieja paleta. ¡Y zas…! Se topa con el Pepe, cuando aspiraba ser primer mandatario.

Fue cuando Jorge Cuque Sclavo, con buen talante, le dio color a este cuadro:
“¡PUTA QUE ES DIFÍCIL HACERLE UN RETRATO A Ud., que para cualquiera hubiese sido un boniato o un  bollo, como lo prefiera!
Pero si me será difícil que hasta las mayúsculas y las minúsculas se me entreveran, ¿se da cuenta?
Y hasta lo fácil que hubiese sido que lo tuteara, que razones no me faltan. Ud. es tupa, mis hermanos también. Estuvieron en cana, como Ud.
Y como para que no diga que soy un batidor, le digo que yo también estuve al lado suyo, de algún modo, cuando empezó su lucha.
Yo tenía el bulín de la calle Espartero 1518, el famoso Depto. 1, que suplió a la Casa Clandestina y se transformó en el 1er. Cuartel Tupamaro que tuvo la Orga., yo vivía allí y qué lindo cuando era joven y tenía la “Vespa”, que en honor a la verdad, jamás me afanaron Uds. para sus enlaces u operativos. Vivió el “Ruso” Rosencof conmigo y me dijo de entrar en la Orga pero yo le dije que no, porque yo era bolche.
Sé que allí, en Espartero hubo de todo, a lo mejor hasta para decirle al “Che” que Uds. no le prestaban gente para la guerrilla de Bolivia, tal como dijo el “Ruso” después en sus Memorias, en el libro de Miguel Ángel Campodónico.
Después de la salida del Penal recuerdo que el Paco mi hermano y Juancito Almiratti lo visitaban por la cuestión de los emprendimientos que los presos políticos llevaban. Ud. tenía lo de las flores, junto con Lucía. Pudo ser justicia poética. Algo así como la “Vespa” que yo usaba para ir a “El Popular” y la suya para ir al Palacio Legislativo. ¡Qué lo parió!

A mi me gusta Gardel, tanto como a Ud. No tanto las canciones camperas, que los especialistas dicen que las canta con un refinamiento hasta arqueológico, con el perdón de la palabra. Yo soy más de los tangos, más urbano y disculpe mi cajetillismo no pocitense, sino del Reducto, donde nos criamos todos los Sclavo, barrio entonces obrero, cuando mi vieja nos ponía, a medida que nacíamos, colgados de la rama de un paraíso, al que luego mi Viejo poetizó, pintándola con barniz y usándola como un perchero. Cuentan que los obreros que pasaban por allí, los de la Fábrica de Fósforos, aquella sueca, los de los Laboratorios “Galién” y los de la metalúrgica “Mantero” nos columpiaban al pasar. También las putas de los quilombos de la calle Caridad, a quienes supe hacerles mandados, ya más grande, y a los propios fiolos que las explotaban.
Y con esto no quiero hacerle un tango. Así como Ud. no querrá llorarme la milonga. Sobre todo, porque no voy a votarlo. Ni a Ud., ni a Astori, ni a nadie…

Siguió un  poco más, cerró su valija y, dando una media vuelta, emprendió por su propia senda, más orejano que nunca.

(Fragmento de “50 años al santo bleque” - págs. 14/15 - Edic. El Galeón - 2009)

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