Por Walter Ernesto Celina
No soy amigo del Cuque y tampoco conocí a Gardel. Sólo me
acostumbré a sus voces y, por sus respectivas historias, a saber un poquito de
ellos y a retenerlos en el oído. En cuanto al Pepe, lo tengo metido en casa.
El Cuque que, si por algo se caracteriza es por ser polifacético,
un día iba con su caballete de pintor
intrépido y desenfadado, llevando colgando de su otro brazo una valijita
con algunas pinturas, unos pinceles y su
vieja paleta. ¡Y zas…! Se topa con el Pepe,
cuando aspiraba ser primer mandatario.
Fue cuando Jorge Cuque Sclavo, con buen talante, le dio
color a este cuadro:
“¡PUTA
QUE ES DIFÍCIL HACERLE UN RETRATO A Ud., que para cualquiera hubiese sido un
boniato o un bollo, como lo prefiera!
Pero si me será difícil que hasta las mayúsculas y las minúsculas se me
entreveran, ¿se da cuenta?
Y hasta lo fácil que hubiese sido que lo tuteara, que razones no me
faltan. Ud. es tupa, mis hermanos también. Estuvieron en cana, como Ud.
Y como para que no diga que soy un batidor, le digo que yo también
estuve al lado suyo, de algún modo, cuando empezó su lucha.
Yo tenía el bulín de la calle Espartero 1518, el famoso Depto. 1, que
suplió a la Casa Clandestina
y se transformó en el 1er. Cuartel Tupamaro que tuvo la
Orga. Sí , yo vivía allí y qué lindo cuando
era joven y tenía la “Vespa”, que en honor a la verdad, jamás me afanaron Uds.
para sus enlaces u operativos. Vivió el “Ruso” Rosencof conmigo y me dijo de
entrar en la Orga
pero yo le dije que no, porque yo era bolche.
Sé que allí, en Espartero hubo de todo, a lo mejor hasta para decirle al
“Che” que Uds. no le prestaban gente para la guerrilla de Bolivia, tal como
dijo el “Ruso” después en sus Memorias, en el libro de Miguel Ángel
Campodónico.
Después de la salida del Penal recuerdo que el Paco mi hermano y
Juancito Almiratti lo visitaban por la cuestión de los emprendimientos que los
presos políticos llevaban. Ud. tenía lo de las flores, junto con Lucía. Pudo
ser justicia poética. Algo así como la “Vespa” que yo usaba para ir a “El
Popular” y la suya para ir al Palacio Legislativo. ¡Qué lo parió!
A mi me gusta Gardel, tanto como a Ud. No tanto las canciones camperas,
que los especialistas dicen que las canta con un refinamiento hasta
arqueológico, con el perdón de la palabra. Yo soy más de los tangos, más urbano
y disculpe mi cajetillismo no pocitense, sino del Reducto, donde nos criamos
todos los Sclavo, barrio entonces obrero, cuando mi vieja nos ponía, a medida
que nacíamos, colgados de la rama de un paraíso, al que luego mi Viejo poetizó,
pintándola con barniz y usándola como un perchero. Cuentan que los obreros que
pasaban por allí, los de la
Fábrica de Fósforos, aquella sueca, los de los Laboratorios
“Galién” y los de la metalúrgica “Mantero” nos columpiaban al pasar. También
las putas de los quilombos de la calle Caridad, a quienes supe hacerles
mandados, ya más grande, y a los propios fiolos que las explotaban.
Y con esto no quiero hacerle un tango. Así como Ud. no querrá llorarme
la milonga. Sobre todo, porque no voy a votarlo. Ni a Ud., ni a Astori, ni a
nadie…”
Siguió un poco más, cerró su valija y, dando una media
vuelta, emprendió por su propia senda, más orejano que nunca.
(Fragmento de “50 años al
santo bleque” - págs. 14/15 - Edic. El Galeón - 2009)
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