viernes, 25 de mayo de 2012

LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS


Escribe Walter Ernesto Celina

Que los jóvenes sustentan la rebeldía, casi como una forma consustancial a su etapa vital, es una verdad generalmente admitida. No todas esas manifestaciones están signadas de la misma forma, también es cierto.
Apostar a los jóvenes, desde la familia, desde la sociedad y, en particular desde la educación, es una hermosa tarea. Ellos son el futuro y no hay futuro si cada progenitor, si cada docente, si cada ciudadano se desprende de la responsabilidad de facilitar la proyección humana y social de las generaciones que van en pos de su realización.
Todas la comunidades transitan los cambios. A los jóvenes de hoy no podemos medirlos con los raseros con que nosotros, los mayores, antes fuimos medidos.
La elevación de un adolescente, a la condición de joven vigoroso y ciudadano libre dependerá, en gran medida, de los suministros de que sea provisto.

 En 1950 -año más, año menos- los estudiantes de Montevideo y muchos del interior, agrupados en centros, asociaciones y federaciones, efectuamos un paro de actividades, por toda una jornada, para manifestar solidaridad con el patriota portorriqueño Pedro Albizu Campos, quien se había levantado con un puñado de compañeros contra el intento -materializado después- de poner a su país bajo la bandera de una nación opulenta y anexionista: los Estados Unidos. El oprobio se denominó “estado libre asociado”
Para el manejo de sus asuntos internos ellos cuentan con una “constitución”, ¡sujeta a los poderes revocatorios del Congreso de USA…!  
Nuestra generación había tenido oportunidad de abrevar en las ideas políticas del artiguismo, en el soplo dado por la Cruzada Libertadora que culminó en acciones militares y en la proclama independentista de La Piedra Alta, que declaró “írritos nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación, aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos de las Provincia Oriental por la violencia de la fuerza”.
Más aún. La afrentosa segunda conflagración mundial había fortalecido las ideas de paz y liberación y en el país se encendía un credo de justicia. La cultura se expandía por el magisterio de la escuela vareliana y la enseñanza en sus diversos niveles. El deporte brilló con Maracaná. La fuerza obrera y las capas medias crecían.
El gremialismo estudiantil asumió por entonces una presencia inusitada, dando su palabra.
Con ojos históricos, aquella decisión juvenil fue muy honrosa.
Albizu Campos falleció en la cárcel, torturado e infiltrado por radiaciones lascerantes. Precio de un patriotismo indoblegable.
 La banda musical  portorriqueña Calle 13, ganadora de numerosos premios “Grammy Latinos” y “MTV”, pasó recientemente por Uruguay. Fue aclamada en el estadio deportivo “Gastón Güelfi”, de Montevideo. Sus integrantes pidieron por el reconocimiento de su nación en los foros regionales.
Miles de jóvenes uruguayos conocen el tema “Calma Pueblo”, una de cuyas estrofas dice: “Creo en la gente, creo en mi bandera. Creo que los que me señalan con el dedo me tienen miedo, porque yo no tengo miedo. Calma pueblo que aquí estoy yo. Lo que no dicen, lo digo yo. Porque yo soy como tú, tú eres como yo.”
Cantan con los torsos desnudos. Piensan, hacen música y la lanzan al viento. Como su bandera. Y piden libertad. Viven y ofrendan su patriótica rebeldía.
Albizu Campos no ha muerto. Voces jóvenes lo reivindican.

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