Se trata de una actividad vinculada al área de los entretenimientos.
El escaso empeño para alentar cuestiones atinentes a las ciencias, la educación, las artes, y la cultura, en general, es una circunstancia archiconocida.
Estas empresas son apenas permisarias, disponiendo de autorizaciones revocables. Su finalidad no es otra que el ejercicio de una actividad lucrativa.
A través de noticieros y algunos programas afines, su dominio lo han extendido al campo de las informaciones,.
En base a este sesgo, se autoproclaman medios de difusión, y, a la par de acceder a exoneraciones impositivas, sustentan inmunidad como agentes de difusión.
Debe reconocerse que producen información sistemática, lo que se aprecia por los contenidos y estilos, medidos en tiempos determinados. Por consecuencia, operan, también, como un factor en la formación de tendencias sociopolíticas y psicológicas del público consumidor.
Hablar de la regulación de estos medios es tema casi tabú.
Se advierte que durante sus campañas políticas los partidos disputan espacios en los picos de audiencia y tratan de obtener favores en los precios de sus mensajes tarifados.
Asimismo, es una constante el desvelo de legisladores, dirigentes partidarios y de entidades sociales por tener visibilidad en noticieros centrales. Y, como un favor con otro ha de pagarse, esta publicidad gratuita compra silencios cuando llega la hora de hablar.
Por esto, los que antes criticaban a los entes televisivos, ahora están tan mudos como sus antiguos criticados.
Pero, dejemos esta referencia poco elegante sobre los actores de marras.
No hay duda: sería positivo un debate sobre la televisión nacional y respecto de la oficial, todo lo que ya es una deuda añeja.
Volvamos, por un instante, a la noción abordada en la legislación vigente hacia la primera mitad del siglo XX sobre la protección intelectual y moral de la minoridad.
Como lo precisé al comienzo, esto tiene que ver directamente con los contenidos que ofrece la pantalla chica. El angelical horario de resguardo de los menores reventó sus costuras dentro y fuera de televisión. En locales de cybers, en los dvd, en los juegos electrónicos y por los canales abiertos, campea la violencia, mostrando las prácticas criminales como esparcimientos seductores, desprovistos de moraleja.
En la comunidad hispanohablante norteamericana está arrasando la modalidad de las narco-telenovelas, las que en cualquier momento pueden integrarse a los paquetes que llegan circuito sudamericano, en el que aparecen unidos Argentina, Uruguay y Paraguay.
La apología del narcotráfico aparece reflejada en recientes títulos colombianos, mexicanos y mixtos. He aquí algunos: El cartel, El pantera, Sin senos no hay paraíso, Niños ricos pobres padres, El capo.
El Estado debe ejercer funciones tuitivas primordiales, anticipándose a eventos de carácter pernicioso que en cualquier momento puedan desencadenarse.
Habrá que ver cómo y quién le pone el cascabel al gato.
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