Apenas dejé los pantalones cortos, me enrolé en concepciones de izquierda y, a lo largo de mi tiempo vital, bregué por ellas, en los más diferentes planos. No he sido ajeno, en consecuencia, ni a sus rigores, éxitos y vicisitudes.
Con Raúl Sendic tuve una relación muy fraterna, aunque sin compartir su metodología para el arribo al poder.
Mi trato fue asiduo y cordial con Enrique Erro. Tanto cuando fue legislador, como cuando estuvo en el llano. Y no olvido el momento en que perdió la única banca obtenida en la Unión Popular, junto a los socialistas. Así, con votos de izquierda, el Partido Nacional usufructuó de una diputación más, con Nenuca Soares de Lima.
Recuerdo perfectamente el momento en que la agrupación de Erro pidió su incorporación al flamante Frente Amplio, sujeta a determinadas condiciones. Ello motivó el aplazamiento del lanzamiento público que había acordado la nueva fuerza.
Era el tiempo de las 30 Medidas, hoy empaquetadas y archivadas.
Podría hasta citar la entrevista del dirigente con el Gral Líber Seregni, pues atendí la primera secretaría de la coalición.
En el conglomerado escindido del partido blanco estaba José Mujica, según las biografías que dan cuenta de su historial.
Tengo presente el inicio de su carrera política institucional y su ingreso a la Cámara de Representantes. Asimismo, su llegada al Palacio Legislativo en un birodado, lo que generó una sorpresa inusitada en el personal que, en principio, desconfiaba en franquearle el paso…
Algo parecido al caso del representante comunista Lizarraga quien, varias décadas atrás, no dejaba su overol cuando asistía a las sesiones. Una señal diferente, como para no empalidecer las ideas…
Pero, el destino de Mujica fue distinto, más allá de suscitar reminiscencias de la época dura, bizarra, de la izquierda marxista.
Su ascenso se hizo cada vez más consistente. Su personalidad entró a manifestarse en el nuevo escenario escogido.
El pueblo uruguayo lo acaba de ungir Presidente, en comicios libres, según las normas constitucionales y legales.
No obstante estas referencias -y otras que podría citar-, no lo conozco en persona. Tampoco lo he votado. Ni ahora, ni antes.
Guardo hacia él el respeto que me merecen los militantes que, superando las torturas, lograron sobrevivir con heroicidad.
No omitiré señalar que, muchos amigos míos pasaron por ellas. Otros están en el registro atroz de los desaparecidos.
El mundo tuvo cambios importantes. La globalización es la nueva coraza con que se presenta un sistema que amasa ganancias abusivas, somete y genera inequidades planetarias.
Las izquierdas europeas perdieron la brújula, buscaron el centro y cohabitan en el nuevo-viejo status. No se agiornaron. Carecen de banderas y programas de cambio. En nuestra América, la socialdemocracia mueve sus peones al compás del mundo desarrollado y se aclimata, como ha sido su comportamiento histórico.
Cabría preguntarse: ¿Y ahora hacia dónde va el Sr. Mujica?
En una audición dominical de Radio El Espectador, que difunde el publicista Edmundo Canalda, se analizó la figura de Mujica, horas antes de su asunción presidencial.
Entre los invitados, se encontraba un compañero de la pasada actividad clandestina del presidente.
Procuré encender una polémica.
Remití este mensaje de texto, el que fue leído: “Mujica: ¡Qué ironía histórica, remar tanto para llegar al neobatllismo!”
El conductor expresó: “¡Contundente ¿no?!”, pero ninguno de los asistentes recogió el guante.
Cuando los principios y la doctrina política se lavan en las aguas del pragmatismo -que es una postura filosófica ajena a la izquierda-, se corren riesgos.
Es de desear que José Mujica y su gobierno no los tengan y que la acción a emprender comience a enderezar el fiel de la balanza, con acento artiguista.
Si ello no sucediera, deslucidos quedarán el presidente, los acompañantes y su partido.
Tanto, como si los trajes confeccionados por la Sastrería Mutto fueran sumergidos en una solución con abundante hipoclorito.-
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