UN
CONTEXTO HISTÓRICO
Las sociedades están en permanente movimiento; la transformación y
el cambio son una especie de ley universal que acompaña al hombre histórico. La
brevedad del ciclo humano hace que no pocos interpreten que hay un orden fijo,
que le es dado al individuo casi como cosa insuperable, incluida una moral
inmutable. Esta reflexión elemental podría ayudarnos a apreciar el salto al
progreso que tuvieron los pueblos cuando instituyeron las repúblicas, dejando
atrás las monarquías, centradas en el
absolutismo.
Como nada ocurre porque sí, los cambios tecnológicos y científicos
revolucionaron los sistemas productivos y, consecuentemente, aparecieron las
nuevas formas institucionales que superarían a las muy clasistas existentes,
asentadas en títulos nobiliarios, fuerte presencia religiosa y, por denominador
común, exclusión de las grandes masas de los asuntos públicos.
La lucha política e ideológica, como no podía ser de otra manera,
fue dinamizadora de ese salto de avance, como lo será de los sucesivos. Las
Revoluciones Norteamericana (1776) y Francesa (1789) iluminaron la escena de la América del Sur
encendiendo faros, al momento en que la invasión napoleónica a España (1808)
producía lo que los juristas denominan la retroversión
del poder. Ante la abdicación de los monarcas los pueblos van en pos de la
soberanía y se declaran sus depositarios legítimos.
La mejor tradición republicana de Uruguay viene de la vertiente
artiguista, inspirada en aquellas doctrinas: las más revolucionarias de su
tiempo. Las fórmulas institucionales vernáculas tuvieron un alto contenido no
sólo político, sino social y económico.
Los debates alimentados por centros anarquistas; círculos de la Iglesia Católica,
liberales racionalistas y presencias muy estimuladoras, como las de Don José
Batlle y Ordóñez, más cierto fervor promovido por la Revolución de Octubre
(1917) en sectores laborales, conformaron un escenario vivaz en la sociedad
uruguaya, ya despuntado el siglo XX.
Hechos adicionales galvanizarían esta consistente tendencia
republicana y democrática nacional: el rechazo al Golpe de Estado de Terra
(1933) y, en lo internacional, la gestación del fascismo en Europa, con una
terrible Guerra Civil en España (1936-1939), la caída de su 2da. República y la
instauración del militarismo franquista, hasta la muerte del jefe, en 1975.
El pueblo uruguayo maduró una concepción firme de libertad,
igualdad, independencia, trabajo y justicia para un marco republicano y
democrático en expansión.
SEMBLANZA
UNA COMBATIENTE MASONA
La figura de Mercedes Pinto sólo puede entenderse -y admirarse- en
su ligazón con este contexto.
Raúl Ronzoni, periodista uruguayo de trayectoria, alterna entre su
país y España y a él corresponde el mérito de redescubrir a esta mujer de
talento y empuje.
Los rasgos de la poetisa, escritora y militante social están
condensados, con amenidad e ilustración, en “Mercedes Pinto – Indómita y seductora – Una guerrera con Batlle, Brum y la masonería” (1).
Nació en 1883 en Cristóbal de la Laguna, Canarias, España. Residió en Madrid,
vivió exiliada en Montevideo, recorrió América Latina y falleció en México, en
1976.
A los años 20 selló amistad
con Ortega y Gasset, Carmen de Burgos y Unamuno. Colaboró con diarios y revistas, caso
de Prensa Gráfica, La
Acción, o Lecturas.
Ofició como secretaria de la publicación Los
Ciegos. Su primer libro de versos, Brisas
del Teide, lo edita en 1921.
Imparte conferencias y se integra a la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas, presidida
por su amiga Carmen de Burgos.
ESCÁNDALO POR EL DIVORCIO
El hecho que marcó su
trayectoria y su ulterior peregrinaje ocurrió
el 25 de noviembre de 1923 al disertar en la Universidad Central de Madrid acerca de “El divorcio como medida higiénica”,
razón por la cual fue desterrada a Bioko (Isla de la
Guinea Española) por orden del dictador Primo de Rivera (2).
Es de recordar que bajo la
segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez, según un proyecto de Domingo
Arena, en 1913 quedó aprobada la causal de divorcio
por la sola voluntad femenina.
Diez años después, en la
España oscurantista
el punto estaba verde. En la
audiencia de aquella memorable reunión en el paraninfo madrileño se encontraba
el príncipe Luis Fernando de Baviera y Borbón (3), quien no repudió lo
escuchado y, sorprendido, dialogó con la expositora.
Pero, la reacción oficialista
no tardó en producirse. Es citada al despacho de José Antonio Primo de Rivera:
-“¿No sabe Ud. que España
tiene un concordato con el Vaticano?”
- “¡No señor, no lo sabía…!”,
espetó con ironía la abolicionista.
La consecuencia estaba
resuelta y era el destierro. Ronzoni ofrece el relato y se refiere a filmes
pornográficos y amoríos oblicuos de la realeza concordataria de Alfonso XIII
(4).
EL DESTIERRO URUGUAYO
Informada de la orden inicua,
decidió exiliarse a Uruguay junto a su segundo esposo y un hijo de ambos.
En Uruguay funda la Casa del Estudiante para la cultura popular. Allí llegaron
nada menos que Rabindranath Tagore y Luigi Pirandello. Dio vida a la revista “Vida Canaria”. En 1926 escribe
la novela “Él”, adaptada al cine por Luis Buñuel, 1952, y otras como “Cantos de muchos puertos” o “Un
señor cualquiera”, ésta estrenada en el “Teatro Solís” en 1930. Escribió en”Mundo
Uruguayo” y “El Día”. Creó
la “Compañía Teatral de Arte
Moderno”, siendo asesora literaria y directora artística. En ella debutan
en el mundo escénico todos sus hijos.
La vida de esta mujer iba abriendo espacios, derribando muros y
gestando derechos. De Batlle -el viejo- a Brum -el mártir- y la masonería,
partícipe en la lucha de ideas -y menos preocupada por los entronizamientos
personales-, convergieron manos fraternas de apoyo a la gran Mercedes.
El trabajo de Raúl Ronzoni permite saber que Uruguay tuvo una
formidable escuela republicana, empinada hacia el futuro, con heroínas civiles
como la notable batalladora canaria.-
NOTAS
(1): Editorial Fin de Siglo – IX/2013 –
MVD-UY
Padre del fundador de la Falange
(formación fascista), José Antonio Primo
de Rivera y Sáenz de Heredia, III Marqués de Estella (1903-1936).
Acusado de conspiración y rebelión militar, fue condenado a muerte por un
tribunal popular, en Alicante.
(3):
Luis Fernando María
Carlos Enrique Adalberto Francisco Felipe Andrés Constantino de Baviera y de
Borbón (1859-1949). Militar, médico cirujano, filántropo.
(4): Alfonso XIII de Borbón, apodado el Africano (1886-1941),
fue rey de España desde
su nacimiento hasta la proclamación de la II República,
el 14 de abril de 1931.
Apoyó la dictadura de Primo de Rivera y fue acogido por el Duce Benito Mussolini.