Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy - 11.09.2012
Las modalidades de
la improvisación y del acomodo, históricamente criticadas desde la izquierda,
se trasladaron al progresismo palaciego, esto es, a los gobiernos nacionales y municipales que licuaron los principios y
postulados programáticos que un día buscaron cambios reales en el país.
El rico acervo que
llevó a construcción del Frente Amplio
y a su reconstrucción, tras los años de plomo y mordaza, cayó en saco roto. No
hay día en que, a contramano de la inteligencia corriente, el gobierno no
sorprenda con alguna rareza. En
puridad, no se trata de excentricidades. La intención siempre está como el
cangrejo debajo de la piedra. Y, como para darle mayor desvalor agregado, con
insoportable ignorancia.
Me detendré en un
adefesio que ingresó al Parlamento con la Rendición de Cuentas -modificación anual del
Presupuesto Quinquenal-, cuyo tratamiento está boqueando en el Senado.
Se trata de unas
pocas palabras, contenidas en una disposición proyectada en seno del Poder
Ejecutivo.
Navegó el
esperpento bajo las miradas chuecas del Presidente Mujica y sus ministros, por
lo que lleva la firma de cada uno de los componentes del colectivo. Más aún: de
toda la gruesa camada de subsecretarios y de tres áreas especializadas: la
oficina de Planeamiento y Presupuesto, el Ministerio de Economía y Finanzas y
el block burocrático de la
Secretaría de la Presidencia más la Oficina del Servicio
Civil, enclavadas en la torre ejecutiva,
que le dicen…
Es difícil, no
imposible, saber entre cuántos funcionarios de particular confianza, especializados en la nada -y muy bien pagos
(por todos los compatriotas)- pasó el monstruito.
Se trata de una
compilación de términos que desmerecen el idioma, que hacen ininteligible el
uso de las palabras y concluyen agrediendo el sentido lógico de una oración.
¿Qué diere decir
este mazacote?: “Artículo 7º. La remuneración del funcionario en relación
al puesto de trabajo en el organismo se integrará por la retribución referida
al cargo, por un componente ocupacional o de función de conducción relacionado
con responsabilidad y especialidad y un componente de criticidad de carácter
variable y coyuntural referido al valor estratégico, escasez y dedicación exclusiva.”
Es una criatura
inviable fruto del delirio acomodaticio que, como floración de pantano, crece
con cada gobierno.
La llamada carrera administrativa, establecida en la Constitución , se
transformó en una meta inasible, tanto para los buenos funcionarios, como para
la eficacia en la gestión de los servicios.
Los escalafones se
desjerarquizaron y, lo que existía, fue atomizado. Muestra palpable son los
datos a diciembre de 2011. Unos 270.000 funcionarios están etiquetados como
presupuestados (30 mil en la
Administración Central ) y el resto contratados,
respondiendo a variantes como las de permanentes,
zafrales, eventuales y otros. No
es todo. Hay unos 13.600 becarios,
pasantes, arrendamientos de obra, más
contratos especiales: artísticos, temporales
y otros…
“La madre de todas las reformas” -se
recordará a su mentor-, reanunciada por el mandatario de hoy (con el aliento
del principal del Ferrère y Asociados),
es más de la desestructuración caótica de un sistema público, dirigido por cada
vez más acomodados. Si al son de la cabeza van los miembros, la conclusión es
clara.
El artilulejo
citado, de ignominiosa redacción y de reprobación fulminante para quien
aspirare a ingresar a un curso de derecho, fue ideado para pagar más a algunos.
¿A quiénes? A los orangutanes que se descuelgan de los escalafones como
trapecistas, saltando por encima de los que están cursando objetivamente su
carrera funcional y a los que entran por la ventana, pisoteando derechos.
-“¡Cosas veredes, Sancho!” podría decir
el personaje cervantesco.
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