UNA POSTAL INVALUABLE DE EDUARDO VÍCTOR HAEDO
mailto:walter.celina@adinet.com.uy- 11.02.2012
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Me he referido a los aspectos más generales de la obra del Lic. José Olazarri, atinente a la historia particularizada de Soriano. Del tercer tomo me ha parecido ilustrativo extraer una página invaluable, perteneciente a la pluma de Eduardo Víctor Haedo.
El autor de la postal, aunque para muchos resulte ocioso recordarlo, fue un ilustre y controversial político, perteneciente al ala herrerista del Partido Nacional. Su proficua actividad se extendió desde 1901 a 1970, habiendo alcanzado las más altas dignidades conferidas por la soberanía popular. Entre ellas, la de presidente del Consejo Nacional de Gobierno (equivalente en el sistema colegiado a la de primer magistrado).
Tal vez, su fidelidad más constante haya sido la valoración de las virtudes de su madre, una mujer laboriosa que cinceló su carácter. Audidacta, orador de fuste, amante de las artes, acompañó la decisión de Luis Alberto de Herrera de participar en el gobierno del dictador Gabriel Terra, siendo ministro. En el proceso democrático posterior, es recordable su vehemente retórica oponiéndose a la instalación de bases navales norteamericanas en suelo patrio.
Desafiando la tesitura prevalerte en el Partido Nacional, recibió a Ernesto Ché Guevara, en su chalet La Azotea, en Punta del Este, en circunstancias de tramitarse la expulsión de Cuba del sistema interamericano. Corrían los años 60 del siglo pasado, cuando la emblemática casa albergaba su atelier de pintura, siendo cenáculo en la vida intelectual de la península.
¿Cómo era Mercedes en 1910, cómo sus gentes y estamentos sociales? Eduardo Víctor Haedo lo recuerda con enorme frescura y penetración. He aquí algunos fragmentos aportados por su memoria:
“Mercedes era una ciudad destinada a residencias de una reducida burguesía que tiene en los campos feraces de Soriano el motivo de sus ocupaciones y en las costumbres rurales el ordenamiento sencillo de su existencia.”
“No excedía los 8 mil habitantes, esparcidos la mayoría, sobre las estribaciones de una suave colina que desde el norte se mira en el Río Negro, que termina entregándose blandamente en extensas alamedas, apenas interrumpidas por un muelle de los “Aguateros” y un “Puerto Viejo”, construido con piedras coloradas, distribuidas sin obedecer a otra inspiración que la buena voluntad de quienes durante años agregaban toda clase de desperdicios.
No había casas de señorío. Las mejores eran de construcción simple, del tipo que difundieron los constructores genoveses que llegaron al Río de la Plata en las inmigraciones de 1880.
Frente a la plaza principal, la Iglesia consagrada al culto de la virgen de las Mercedes, entonces sin torres, ofrecía un pórtico amplio, de líneas severas, arcos y pisos de ladrillo rojo y portales de madera dura sin tallas.”
“La vida transcurría durante el día en menesteres sin trascendencia y por la noche, al término de la “novena” en la Parroquia a las ocho, era la hora del recogimiento y del silencio; apenas interrumpido en la Plaza Nueva, situada al sur de la ciudad, por frecuentes candombes en el Cuartel…”
“A medianoche sólo permanecían tenuamente iluminados el Club Progreso, donde hacían sus partidas de solo, gofo y billar una elite reducida de doctores y hacendados, las casas de juegos, los lupanares y algunas modestas casas de familia en las que la lotería de cartones distraía a las ancianas, permitía el escarceo amoroso de los jóvenes, mientras los hombres maduros daban y recibían informes de conspiraciones y asonadas…”
Transcripciones como esta, tomada de la Breve Historia de Soriano, dan amenidad a la sucesión de hechos que registra el Lic. José Olazarri en su original estudio sobre una porción de la vida regional de Uruguay.-
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