Escribe Walter Ernesto Celina
tangocultura@hotmail.com – 15.11.2010
tangocultura@hotmail.com – 15.11.2010
Una declaración de la prestigiosa Academia Porteña del Lunfardo, en la que es figura relevante el maestro José Gobello, me puso ante el filme “El Mural”, cuyo centro es el célebre muralista mexicano David Alfaro Siqueiros.
Según como se mire hay, al menos, dos aspectos a tratar.
Uno, la apreciación de la Academia respecto de la secuencia referente a las honras dispuestas por el gobierno de Agustín Pedro Justo ante el fallecimiento de Carlos Gardel (Medellín 1935). El homenaje oficial habría respondido a un interés circunstancial, diversionista, al que contribuyó el periodista Natalio Botana -propietario-director de “Crítica”-, y no al sentimiento de conmoción real que afectaba a la opinión pública.
La “mitificación de Gardel no comenzó en las páginas de “Crítica”, anotan los académicos, creo que con acierto.
Esta había nacido décadas atrás y su crecimiento incesante alcanzaba nuevas y extraordinarias formas.
El asesinato, en el seno del Congreso Argentino, del senador Enzo Bordabehere, a cuyo lado estaba sentado el opositor destinatario de la agresión, Lisandro de la Torre, ocurría en horas concomitantes con la tragedia de Medellín. Un hecho bien podía disipar el otro, si se le utilizaba en forma adecuada, según la fórmula conservadora de derecha.
Es claro que la estatura -rioplatense e internacional- del cantante sobrepasaba, con largueza, cualquier especulación que quisiera tramitarse desde la prensa.
Más allá de la forma asumida por el guión cinematográfico, hay coincidencia en la crítica en señalar los aciertos de la reconstrucción de los escenarios de los años 30, en que se inserta el cuadro aludido.
El segundo elemento es muy trascendente. El filme no es una pieza documental. Posee el valor de una recreación, muy rica, de época, aparte del relato novelado.
Su director, Héctor Olivera, fue un puntal del cine argentino entre los años 60 y 70 y una conmovida voz contra la opresión. Le pertenecen “La Patagonia Rebelde”, “La Noche de los Lápices” y “No Habrá Más Penas ni Olvidos”. También los celuloides testimoniales “Argentinísima” y “El Canto Cuenta su Historia”.
“El Mural” es un tributo al Bicentenario de la Revolución de Mayo. Su tema es la presencia de Siqueiros (1896-1974) en el Río de la Plata, quien es, también, una figura revolucionaria, tanto por su proclamado embanderamiento ideológico (Emiliano Zapata y Wladimir I. Lenin), cuanto más por su concepción artística, asumida desde el indigenismo.
El artista llega al Río de la Plata en los años 30. Montevideo no lo seduce lo suficiente y consolida vínculos con Buenos Aires. No obstante, capta al escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro. Su relación es intensa con la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, esposa de Natalio Botana. La mujer, que entonces se proclamaba sandinista, termina sus días como pinochetista…
El Botana empresario había servido en las montoneras saravistas y ejercido el oficio de comunicador en Montevideo. En Buenos Aires fundó “Crítica”. Falleció en 1941, en un extraño accidente, a bordo de su auto Roll Royce.
Al conocer a Siqueiros le requiere componga un gran mural en su quinta “Los granados”. El mexicano accede y se instala en la villa residencial.
La crisis del sistema financiero de 1929 anima los debates, dentro y fuera de la izquierda. Siqueiros, Neruda, Victoria Ocampo, la mujer de Botana y éste conforman el friso de la cinta.
Existe coincidencia en los cinéfilos en cuanto a calidades diversas del producto: actuaciones, fotografía, fidelidad en el encuadre temporal, etc. Ciertos pasajes eróticos han dejado de ojos duros a gente con sensibilidad puritana.
Pero este tipo de desaprobación se relativiza, a tenor de las ideas que sobre el particular tenían los personajes en cuanto a la liberación sexual femenina. Tomaban mayor cuerpo en ese momento, con la potenciación de los enfoques socialistas, anarquistas y la aureola que dimanaba del comunismo soviético.
El Botana empresario había servido en las montoneras saravistas y ejercido el oficio de comunicador en Montevideo. En Buenos Aires fundó “Crítica”. Falleció en 1941, en un extraño accidente, a bordo de su auto Roll Royce.
Al conocer a Siqueiros le requiere componga un gran mural en su quinta “Los granados”. El mexicano accede y se instala en la villa residencial.
La crisis del sistema financiero de 1929 anima los debates, dentro y fuera de la izquierda. Siqueiros, Neruda, Victoria Ocampo, la mujer de Botana y éste conforman el friso de la cinta.
Existe coincidencia en los cinéfilos en cuanto a calidades diversas del producto: actuaciones, fotografía, fidelidad en el encuadre temporal, etc. Ciertos pasajes eróticos han dejado de ojos duros a gente con sensibilidad puritana.
Pero este tipo de desaprobación se relativiza, a tenor de las ideas que sobre el particular tenían los personajes en cuanto a la liberación sexual femenina. Tomaban mayor cuerpo en ese momento, con la potenciación de los enfoques socialistas, anarquistas y la aureola que dimanaba del comunismo soviético.
Con “El Mural” ha regresado David Alfaro Siqueiros trayendo la gloria de su arte. Se trata de una historia bella. Rioplatense. Tanto nos pertenece, que casi la podemos asir.-
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