La pregunta para iniciar esta nota podría ser: ¿Es compatible la paz con el incremento del armamentismo regional y mundial? O de modo adicional: ¿Cuáles son los centros que activan el armamentismo y, subsecuentemente, las políticas de guerra?
Como consideración preliminar, cabe sostener que el sigilo gobierna los actos de los Estados en esta materia. En democracia, también, las puertas que permitan conocer objetivos militares, relacionamientos con fuerzas de otros países, acciones diplomático-castrenses, inversiones y compras, etc., así como las orientaciones de los elencos políticos, están siempre en cuartos oscuros o penumbrosos.
De hecho prevalece la teoría de “la razón de estado”, formulada por Francesco Guicciardini (1512), ampliada por Maquivaelo (1532) y difundida por Botero (1589). Cada gobierno, se sostenía, debe propender a la conservación del Estado. Ello legitimaba acciones éticamente reprobables, el empleo de la violencia y el engaño por razones de seguridad. Francia no fue ajena a esta tendencia, que finalmente ancló en Alemania, como doctrina del estado potencia. Se hizo carne con el canciller guerrerista Otto von Bismarck (1815-1898) y se extendió con obras de Leopold von Ranke, Heinrich von Treitschke y Ernst Troeltsch. Y continúa desafiando al Estado de Derecho en el siglo XXI.
Con estas precisiones entraremos a un campo vedado, con una constancia más: escribir con datos actualizados y exactos es tarea casi imposible. Aún, sin la exactitud deseable, los disponibles orientan para una difusión primaria.
Hace unos veinticuatro meses, luego de 58 años de inactividad, la Armada de Estados Unidos restableció su Cuarta Flota, con el cometido de patrullar los mares latinoamericanos.
Las unidades de guerra responden al Comando Sur y están surtas en Mayport (Estado de Florida). Alejandro Sánchez, analista del Consejo de Asuntos Hemisféricos, organismo de investigación estadounidense, señaló que el resurgimiento de la fuerza ha sido “una decisión política, más que militar”… En paralelo, el teniente Myers Vásquez, responsable naval de las relaciones externas del Comando Sur, insistió con la ocurrencia: la reactivación era apenas una medida más de corte administrativo!
La flota de guerra que circunvala las aguas de América Latina y el Caribe estaba disponiendo de 4 buques, del portaaviones George Washington y del U.S. Boxer, alcanzando en total entre 8 y 9 unidades.
Esta presencia tutelar guarda relación con la existencia de gobiernos con perfiles más autonómicos en las Américas y en la dificultad de U.S.A. para obtener nuevas bases militares (por encima de las que ya detenta).
En 2009 Colombia facilitó a Estados Unidos la friolera de 7 emplazamientos, lo que le asegura la instalación en el continente (y en proximidad a los territorios amazónicos) de sofisticados equipos, así como el despliegue de fuerzas. Ecuador, por su parte, no renovó el permiso para la base de Manta, recuperando soberanía en un espacio considerado estratégico.
Los periplos constantes de la Cuarta Flota por las aguas caribeñas y del sur originan contactos con las armadas nacionales, ejercicios combinados y formas de ingerencia atípicas, mimetizadas -a veces- con rótulos de ayuda humanitaria. Ello da pretexto para mini asientos militares, como el existente en Santa Catalina, en el Cerro de Montevideo.
A todo esto, los gastos militares se incrementan en América Latina. Un vistazo a la relación de estas erogaciones con el producto bruto interno de cada país, permite apreciar los porcentajes siguientes: Colombia 4%; Chile 3,4.; Ecuador 2,9%; Brasil 1.5%; Uruguay 1,3%; Venezuela 1,3; Perú 1,2%; Argentina 0,8%; Paraguay 0,8%. (1)
Las cifras cambian, a poco que se tomen en cuenta las decisiones de Brasil de disponer de un submarino nuclear y una flotilla aérea modernísima y de las medidas de Venezuela de comprar armamento ruso, ante la negativa norteamericana de suministrar repuestos y equipos actualizados de reemplazo.
En Uruguay, sectores del gobierno alientan compras para las FF.AA., aunque despertando reservas de algunos legisladores que aspiran a racionalizar y limitar los gastos castrenses.
Las cifras cambian, a poco que se tomen en cuenta las decisiones de Brasil de disponer de un submarino nuclear y una flotilla aérea modernísima y de las medidas de Venezuela de comprar armamento ruso, ante la negativa norteamericana de suministrar repuestos y equipos actualizados de reemplazo.
En Uruguay, sectores del gobierno alientan compras para las FF.AA., aunque despertando reservas de algunos legisladores que aspiran a racionalizar y limitar los gastos castrenses.
En el marco de una creciente tensión internacional, con tambores de guerra sonando como fondo, surge la necesidad de conocer acerca de estas cuestiones.
Habrá más para este boletín.
(1): Fuente: Instituto para la Paz Internacional de Estocolmo (Suecia). Datos 2007.
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