Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 26.07.2010
Desde las páginas en que habitualmente realizo reflexiones, en mi calidad de ciudadano y periodista independiente, di una opinión acerca de este embrollo apellidado Reforma del Estado.
En una nota reciente me detuve en el amplio campo que la normativa constitucional vigente concede al Estado para desplazar a funcionarios incapaces, que faltan a los deberes de su función o que puedan estar incursos en delitos de corrupción, manejado el término en su mayor extensión conceptual.
Cuando el ex presidente Tabaré R.Vázquez hizo referencia a la madre putativa de todas las reformas (en el sentido de madre que presumió de serlo y no lo fue nunca), el centro de la campaña oficialista se centró en la inamovilidad, calidad jurídica dispensada al personal de carrera en la administración estatal.
Con los instrumentos que disponen los gobernantes ¡vaya si ha habido y hay resortes para desalojar a un empleado fallido!
La verdad es que la falta de operatividad reside en las limitaciones, en la carencia de idoneidad y, aún en la ausencia de probidad, de numerosos jerarcas políticos. También, en la escasez formativa y en las limitaciones de muchos hombres de gobierno para abordar sus cometidos.
Al menos, ha dedicado algún comentario al tema, como el del 19.07.2010. Contestaré, sencillamente, con firma y contrafirma.
Un colgado estampa: Lento, ineficiente, caro, de espalda a la ciudadanía, reino de las corporaciones, ingobernable y burocrático. El título es: ¿Habrá o no reforma del Estado?
Sin firma, los que informan y comentan, a nombre de la sociedad periodística.
Regreso a la titulación. El implacable tono sentencioso con que arranca el informe no parece ser el de quienes quieran transformar y agiornar al Estado. Deja la sensación de aquellos que lo rechazan in límine, para hacerlo una dócil pieza del laissez faire, laissez passer (dejad hacer, dejad pasar), despojándolo de los roles tutelares, de raíz republicano-democrática y humanista. De los que abrieron las luchas populares del siglo XX, alcanzando formas atenuadoras de la crudeza con que el capital transita cuando no se le oponen trabas, en amparo a los trabajadores y núcleos débiles de la sociedad.
No hablaré de las deformaciones históricas, de la falta de proyección, ni de los debe en el desenvolvimiento de sus actividades contemporáneas. Tampoco de los embates de los organismos internacionales, de su intervencionismo pernicioso. Menos, de los recordados desembarcos piratas…, en tierras que se preciaban de soberanas.
La sedicente reforma se trabajó a espalda de los funcionarios de la Administración Central, a la que especialmente se dirige (con exclusión de las áreas militar, policial y diplomática), luego que el Presidente de la República sostuviera que serían llamados, en prioridad. Para los trabajadores no hubo Conrad ni Radisson.
Lo real, mal que le pese a la agencia noticiosa y su elenco, es que el famoso borrador de la reforma del estado es un pobre apuntecito general, carente de ideas. De yapa, hace gala de una terminología medioeval, que lo hace impresentable.
A todo esto, como se sostiene en la nota de marras, los reformistas disponen de dos enfoques encontrados: Uno, liberal, de Conrado Ramos, funcionario de la Oficina de Planeamiento, y otro, social, de Pedro Narbondo, especialista universitario. Como el Sr. Mujica no esconde su deleite por los enfoques empresariales, dispone del consejo de Daniel Ferrère, director de un staff de profesionales al servicio de inversores de gran porte.
“Éramos pocos y parió mi abuela”…
Cuando se pierde la brújula, navegar con rumbo cierto es imposible.
Desde el blog uruguaypress y páginas amigas iré al examen del borrador con el que días atrás trabajara el Sr. Mujica y su Consejo de Ministros.
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