martes, 23 de octubre de 2007

LA VOZ DE LOS ARTISTAS

Escribe Walter Ernesto Celina
De seguro, será posible concordar con los lectores en estas dos afirmaciones sustanciales:
1) La cultura es un bien que enaltece la condición de cada individuo y, 2) La cultura es, asimismo, un bien eminentemente social (por tanto compartido), que potencia la capacidad realizadora de un país. Es pues, la condición para un desarrollo incesante.

La cultura supone un disfrute, siendo -a la vez- una necesidad.
Uno de sus grandes impulsores es el sistema educativo, aunque aquella no depende exclusivamente de él.
En política: ¿Cuánto se piensa, se proyecta y se hace por este instrumento de transformación genuina?
Las acciones creadoras que movilizan agentes culturales, privados y oficiales, no han desaparecido del escenario nacional. Más: podría decirse que florecen en cada estación, más allá de las alternativas de un clima, no siempre adecuado para los emprendimientos y sustentación de los talentos.
La suma de generosos impulsos no supone -por encima de su importancia real- la existencia de un modelo o proyecto cultural nacional. Las realizaciones surgen al margen de cualquier idea de coordinación o planificación integradora.
Cabe afirmar que este estado de cosas afecta, de modo directo, a los artistas de los más diversos géneros.

Recientes acciones de sensibilización de la opinión ciudadana, llevadas a cabo por la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA), a la que sumaron su concurso la Asociación Uruguaya de Músicos, la Asociación de Danza del Uruguay, la Federación de Teatros Independientes, la Asociación de Teatros del Interior y los Directores de la Asociación de Espectáculos Carnavalescos puso de relieve, negro sobre blanco, la inexistencia de una Ley de Seguridad Social y del Trabajo para el importante grupo de los gestores culturales.

Nuestros artistas están discriminados: carecen de un sistema de salud y de previsión social. Viven un desamparo dramático. Y la cultura, que es el objeto de su labor, no tiene en el voluminoso Presupuesto Nacional norma alguna referida a la forma de producir y proteger los elementos constitutivos de este gran patrimonio, enraizado con la identidad uruguaya.
En los ámbitos de los Ministerios de Trabajo y Seguridad y de Educación y Cultura -menos en éste que en el primero- se han venido manejando fórmulas para un anteproyecto que atienda los problemas expuestos.
Se trata de esbozos para dar garantías mínimas a los trabajadores de la cultura, comenzando a reconocer derechos elementales.

Por unos días los artistas ganaron la céntrica Plaza de Cagancha, difundiendo sus aspiraciones y dialogando con el público. Fueron acogidos con natural simpatía por los ciudadanos.
Es deseable que, a la brevedad, el Poder Ejecutivo pueda enviar al Parlamento las iniciativas atinentes a los puntos comentados.
La atención a los artistas nacionales no será promover privilegios, sino acordar pautas para poner en práctica una legislación adecuada a la especifidad de las tareas.
Volvamos al principio. Estimulando a los actores -de todos los géneros- se cimentará la cultura, que es el gran motor que hace que las naciones asciendan a mejores destinos.

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