miércoles, 3 de octubre de 2007

LA CONCEPCIÓN HUMANISTA DEL DR. ALFREDO ALAMBARRI

Escribe Walter Ernesto Celina

En 1956 el entonces presidente del Consejo del Niño, Dr. Alfredo Alambarri (1), creó a modo de ensayo varios servicios asistenciales. Uno de ellos lo denominó Brigada Móvil de Acción Social.
El Estancamiento productivo y la merma en las colocaciones de la producción nacional en el exterior, más la caída de los precios internacionales, jugaban a la contracción de la economía.
El funcionamiento de las familias experimentó la presión de estos factores que, entre otros, se manifestaron expeliendo niños a las calles, especialmente en Montevideo, aunque el fenómeno se visualizaba, asimismo, en el Interior.
La Brigada Móvil integró a personas de buena voluntad y adecuada preparación.
Comenzó a operar como un instrumento social activo. Recorría los barrios capitalinos, detectaba menores que permanecían fuera de sus hogares. Orientaba a las familias. Brindaba socorros y estímulos. Cohesionaba grupos humanos desarticulados.
Sostenía el Dr. Alfredo Alambarri que “el Estado no debía renunciar a sus funciones tuitivas sobre la minoridad” y que, por consecuencia, se hacía menester “ir al encuentro de los problemas de la sociedad”. Se trataba de reencausar a los núcleos parentales con dificultades y proteger a niños y adolescentes de los efectos perniciosos de la vagancia y de los “trabajos”, muchos de los cuales encubrían la explotación de personas de corta edad por mayores. Abogaba el insigne pediatra social por medidas que permitieran devolver a los niños a su medio natural, junto a sus padres o, en su defecto, para que fueran acogidos en algunos de los tipos de “hogares sustitutos”, evitando internaciones.
Tanto en Ituzaingó, donde estaba emplazado el establecimiento “Martirené”, como en Montevideo, fueron instituídos agrupamientos dirigidos por matrimonios, algunos formados por maestros, donde transitoriamente eran alojados los menores en estado de abandono.
La repartición creada funcionó con escasísimos recursos y con personal honorario, en su mayoría.

Orientaciones distintas se sucedieron en el organismo de la infancia tras el alejamiento del Dr. Alfredo Alambarri y, aunque la Brigada Móvil no desapareció, subsistió discretamente.
Importa decir que la noción básica, de raíz humanista, acerca de la irrenunciabilidad de las tareas protectoras del Estado respecto a la niñez, estaba establecida de modo sólido, al menos teóricamente. Nadie la objetó desde el punto de vista jurídico, lo que hace a una orientación honrosa del derecho uruguayo, así como a una práctica con pasajes muy enaltecedores.
El principio tuitivo cruzó, pacíficamente, el escenario nacional por unas cinco décadas, como mínimo, más allá de aciertos o de insuficiencias organizativas o institucionales que siempre es posible advertir.
Nadie sostuvo que el niño lanzado a la vía pública no debía ser protegido con inmediatez.

Otros vientos soplaron y, un mal día, la concepción pareció tambalearse. Fue cuando el jerarca del Instituto Nacional de la Niñez y la Adolescencia (INAU, sucesor del INAME y del Consejo del Niño) manifestó que no se sentía obligado a conceder la necesaria asistencia a los menores incursos en abandono callejero.
Un Fiscal recogió el guante, señalando luego la Justicia que el INAU no puede resignar unas de las labores que fundamentan su propia existencia. Los menores que padecen el debilitamiento de sus vínvulos familliares o los tienen destruidos, tienen que ser amparados.
Así las cosas, los puntos fueron colocados sobre las íes, volviendo las cosas a su lugar.

Extraña concepción la de quien, por un instante, pensó que no debía hacer lo que estaba en la tapa del libro: brindar atención, como un buen “pater familias”, a todo menor que carezca de un ámbito acorde para crecer en salud y desarrollar de su personalidad modo pleno.
Un yerro lamentable y, al fin, una decisión plausible.
Ahora, lo importante, es que se cumpla.

(1): Diputado batllista en la legislatura 1950-54. Accedió a la dirección del Consejo del Niño bajo la presidencia de Andrés Martínez Trueba, permaneciendo en el instituto hasta el advenimiento del gobierno blanco-chicotacista. Defensor de los principios de laicidad, sus ideas entroncaron con las concepciones varelianas y el pensamiento social avanzado de su época, adelantándose con nociones hoy firmemente admitidas en los planos pedagógicos y de la pediatría social.
Sus primeras obras pioneras tuvieron lugar en los Establecimientos “Chopitea” y “Vizcaíno” de la ciudad de Mercedes, donde dejó la marca indeleble de su inteligencia puesta al servicio de una sociedad más justa, inspirada por los principios del bien público.
Sufrió interrogatorios y detención por su oposición al autoritarismo de los años 70 y su adhesión a las ideas de libertad. Condenó al bordaberrismo y emigró del Partido Colorado y la Masonería.

waltercelina1@hotmail.com

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