Escribe Walter Ernesto Celina
06.05.2014
Primera Internacional
Emblema del Consejo Federal de España de la AIT.
El
1º de Mayo no es una fecha cualquiera, aunque por desconocimiento existan
personas que no adviertan su relevancia.
En
las relaciones de trabajo el operario de una fábrica, el empleado de un
comercio, el oficinista, el enfermero, el maestro, el peón urbano o rural, el bancario, etc. tienen algo
en común: su dependencia de sus respectivos empleadores. En un trazo grueso,
puede afirmarse que pertenecen a una clase. La clase trabajadora tiene
intereses generales propios, más allá de las
especificidades o particularidades de las distintas ocupaciones.
El
desconocimiento total de los derechos de quienes brindaban su fuerza de trabajo
en minas y centros fabriles de Europa; la insalubridad más absoluta de las
condiciones de desempeño en los conglomerados laborales, así como jornadas de
14 y 16 horas, determinaban que niños, mujeres y hombres murieran a raudales.
Formas
de organización secreta -como los gremios artesanales- se habían conocido en la
sociedad medieval. Con el maquinismo y la industrialización y la nueva forma de
producción animada por el incipiente capitalismo, los trabajadores se fueron
agrupando en “uniones”. Surgían los sindicatos.
Se
trató del primer foro del trabajo de varias nacionalidades y contó con el apoyo de Karl Marx, Friedrich Engels y
Mijail Bakunin. Los dos primeros sustentaron la concepción del “socialismo científico”, cuyo gran
resumen está dado por el denominado “Manifiesto
Comunista” (1848). Bakunin propugnaba por el “anarquismo colectivista”.
En
este momento Marx y Engels abogaron por la formación de partidos obreros en los
distintos países y su mancomunidad; por un programa social reivindicativo
mínimo de los obreros y por el posicionamiento de su clase en el poder. Se
concebía la acción de los partidos bajo una operativa de centralidad. La
corriente anarquista bregaba por una “federación
social”, sin coerción estatal.
La
entidad anticapitalista emigró de la casa londinense en 1872 para Nueva York,
donde se disolvió en 1876.
La
sucedió la 2da. Internacional (1889) y, a esta,
la 3ra. Internacional (1919). La escisión de la segunda se motivó en la
adhesión de las corrientes socialistas que apoyaron a sus respectivos
gobiernos, votando los créditos para participar en la 1ra. Guerra Mundial.
La
tercera, encabezada por el líder soviético W. I. Lenin, estableció determinadas
bases, conocidas por “las 21 condiciones”,
tras las cuales se alinearon las formaciones comunistas de diversos países.
Entre ellas, las del novel Partido Comunista de Uruguay. Resultó abolida en
vísperas de la Conferencia
de los Aliados (2da. Guerra Mundial), en Teherán, año 1943.
La
pugna por mejores condiciones materiales de existencia de la clase laboral
tiene aquel lejano origen. Su marcha histórica no ha transitado por lechos de
rosas.
Las
crudas represiones padecidas por los trabajadores del mundo han hecho que, por
encima de enfoques sindicales diversos y de variantes ideológicas, cada 1ro. de
Mayo se empine sobre la montaña del tiempo y en su cima ondeen las banderas de
un tiempo nuevo, por bienestar, libertad y justicia.-
MARX Y
ENGEL
ESTUDIABAN
JUNTOS EN LA BIBLIOTECA DE
LONDRES,
FIN