EL PAPA VISTO POR UMBERTO ECO
Escribe Walter Ernesto Celina
10.11.2013
¿Hay un Papa de izquierda en Roma?
No se trata de una pregunta original
puesto que se la formulan los católicos interesados en la superación de muchos
de los asuntos que sacuden a la Iglesia Apostólica Romana. La
interrogación está, asimismo, por fuera
de esta comunidad religiosa. Se corresponde a un estado de ánimo cierto.
También se la ha planteado una
personalidad mundial de relieve: el pensador Humberto Eco.
Se
trata de un miembro del Foro de Sabios de la
Mesa del Consejo Ejecutivo de Unesco y Doctor Honoris Causa en 38 universidades.
Nacido
en Alessandria,
en la Italia nórdica, vivió en un villorrio
piamontés y se educó con salesianos.
Doctorado
en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín, en 1954, su tesis fue “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”. Ejerció cátedras
en las Universidades de Turín, Florencia y Milán. En la Universidad de Bolonia trabaja en semiótica. Es
fundador de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos.
Él ha
puesto en la vidriera al Papa Francisco de una manera distinta, con erudición y
pensamiento autónomo, para dejar con mucha asepsia picando una pregunta final:
“El Papa
Francisco es un jesuita que eligió un nombre franciscano y prefiere hospedarse
en hoteles sencillos y no en los de lujo. Sólo le queda lucir un par de
sandalias y hábito de monje, echar del templo a los cardenales que manejan un
Mercedes Benz y regresar a la isla siciliana de Lampedusa para defender los
derechos de los inmigrantes africanos detenidos allí.
Por momentos, parecería que Francisco
fuera la única persona que queda, que dice y hace “cosas de izquierda”.
Sin embargo, también se lo ha criticado
por no ser suficientemente de izquierda: por no alzar públicamente la voz
contra la Junta Militar argentina de los años 70, por no apoyar la teología de
la liberación, que busca ayudar a los pobres y los oprimidos, y por no realizar
pronunciamientos definitivos sobre el aborto o la investigación con células
madre. ¿Cuál es exactamente la postura del Papa Francisco?
En primer lugar, creo que es un error considerarlo
un jesuita argentino. Tal vez deberíamos considerarlo un jesuita paraguayo.
Después de todo, es probable que su educación religiosa se viera influenciada
por el “sagrado experimento” de los jesuitas paraguayos. Hoy día, lo poco que
sabe la mayoría de la gente sobre esos acontecimientos se debe a la película de
1986 “La misión”, que protagonizan Robert De Niro y Jeremy Irons y que
–tomándose considerables licencias– condensa 150 años de historia en unas dos
horas.
Para resumirla en pocas palabras: de México a Perú, los
conquistadores españoles perpetraron masacres inenarrables con el apoyo de
teólogos que veían a los pueblos indígenas como salvajes y pensaban que tenían
justificación divina para conquistarlos.
A comienzos del siglo XVI, el valiente misionero e
historiador español Bartolomé de las Casas cambió de bando, renunció a sus
siervos aborígenes y volvió a España para abogar por una forma de colonización
más pacífica. Criticó la crueldad de conquistadores como Hernán Cortés y
Francisco Pizarro y presentó a los indígenas bajo una luz totalmente nueva.
A comienzos del siglo XVII, los misioneros jesuitas
decidieron reconocer los derechos de los aborígenes (en especial los guaraníes,
que vivían principalmente en Paraguay en condiciones casi prehistóricas) y los
organizaron en “reducciones” o comunidades autosuficientes. Los jesuitas les
enseñaron a autoadministrarse, en total comunión con los bienes que producían
–aunque con la meta de “civilizarlos”, lo que quiere decir convertirlos–. A
algunos indígenas también les enseñaron arquitectura, agricultura, el alfabeto,
música y arte, produciendo en algunos casos escritores y artistas talentosos.
La estructura socialista de esas aldeas podría hacernos
pensar en la “Utopía” de Tomás Moro o en “La ciudad del sol” de Tommaso
Campanella, pero los jesuitas se inspiraban en las comunidades cristianas
primitivas. Aunque crearon consejos de aborígenes electivos, en última
instancia eran los Padres los que controlaban la administración de justicia.
“Civilizar” a los guaraníes también significaba prohibir la promiscuidad, la
pereza, la ebriedad ritual y a veces el canibalismo.
En suma, los jesuitas establecieron un régimen paternalista
estricto. Y por eso, como ocurre con todas las llamadas utopías, puede que
desde afuera admiremos la perfección organizativa, pero de ningún modo
querríamos vivir allí.
Más tarde, el
conflicto por la esclavitud y la amenaza de los “bandeirantes” o cazadores de
esclavos llevó a la creación de una milicia popular –respaldada por los
jesuitas– que combatió valerosamente contra los dueños de esclavos y los
colonos. Poco a poco, los países católicos de Europa llegaron a ver a los
jesuitas como agitadores peligrosos y, en el siglo XVIII, siguiendo una
directiva del Papa Clemente XIV, España, Portugal, Francia y otros países los
expulsaron. Con ello, el “sagrado experimento” llegó a su fin
Muchos pensadores de
la era del Iluminismo arremetieron contra el gobierno teocrático de los
jesuitas considerándolo el régimen más monstruoso y tiránico que hubiese visto
el mundo, pero otros tenían una visión distinta: Ludovico Antonio Muratori, por
ejemplo, hablaba de comunismo voluntario inspirado por la religión, y
Montesquieu dijo que los jesuitas habían comenzado a curar el flagelo de la
esclavitud.
Ahora bien, si decidimos interpretar las acciones de Francisco desde este punto de vista, debemos tener en cuenta el hecho de que han pasado cuatro siglos desde el “sagrado experimento”; que la idea de libertad democrática hoy tiene amplio reconocimiento, incluso entre los integristas católicos; que el Papa actual seguramente no tiene intenciones de llevar a cabo experimentos similares en la isla de Lampedusa; y que sería bueno que lograra desarticular paulatinamente el “Istituto per le Opere di Religione”, el llamado Banco Vaticano. Sin embargo, de vez en cuando, no es tan malo ver un atisbo de la historia en los acontecimientos que hoy se desarrollan a nuestro alrededor.”
Ahora bien, si decidimos interpretar las acciones de Francisco desde este punto de vista, debemos tener en cuenta el hecho de que han pasado cuatro siglos desde el “sagrado experimento”; que la idea de libertad democrática hoy tiene amplio reconocimiento, incluso entre los integristas católicos; que el Papa actual seguramente no tiene intenciones de llevar a cabo experimentos similares en la isla de Lampedusa; y que sería bueno que lograra desarticular paulatinamente el “Istituto per le Opere di Religione”, el llamado Banco Vaticano. Sin embargo, de vez en cuando, no es tan malo ver un atisbo de la historia en los acontecimientos que hoy se desarrollan a nuestro alrededor.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario