EL PAPA FRANCISCO HACE UNA
CONDENA VERBAL
10.11.2013
El Papa Francisco acaba de denunciar la cultura del
soborno y la corrupción imperante en los ámbitos públicos y privados. Habló del
tráfico de "un dinero sucio" que se convierte en "pan sucio para
los hijos".
Aceptar sobornos "es un pecado grave", advirtió
durante la misa matutina que celebra en
la Casa Santa Marta, dentro del
Vaticano.
"Se comienza con un sobre y después es como la droga".
Y agregó: "Dios recomendó llevar el pan a la casa con nuestro trabajo
honesto" y "no dar de comer a los hijos con pan sucio".
"Hijos, quizás educados en colegios caros, quizás
crecidos en ambientes cultos, que han recibido de su papá como alimento la
suciedad, porque su padre, llevando pan sucio a casa ha perdido la dignidad. ¡Y
esto es un pecado grave!".
Se refirió, asimismo, a algunos "administradores de
empresas, administradores públicos, administradores del gobierno" -que si
bien podrían "no ser tantos"-, hacen de esto "una costumbre
mundana”, a la que tildó como “fuertemente pecaminosa".
El Papa Francisco, con claridad, pega en el clavo cuando
denuncia los métodos espurios.
Con facilidad podemos estar contestes -tirios y troyanos,
comulguemos donde comulguemos- que esta práctica corroe la institucionalidad
democrático-republicana y forma ladrones de guantes blancos, de doble apellido,
y una serie de ladronzuelos secundarios.
Cabría objetar que el Papa Francisco achica la cuenta al
momento de presentarla pues, no apela a ningún medio para que sea pagada.
No obstante, sus palabras no están desprovistas de valor.
Muestran una gran llaga contemporánea.
Agregaría que, más allá de cualquier forma pragmática de
sanción, en la exposición subyacen algunos items para una reflexión más
profunda. Entre otros ¿cuál es el origen de la moral, cómo se la practica, cómo
se la traduce en el derecho, cómo se
corrigen los incumplimientos?
Pero, sin ir tan a fondo, de algo estoy seguro.
Ejerciendo los mandamientos de la moral media prevalente -no ya los
deuteronómicos de “no robarás” o “no desearás a la mujer del prójimo”- este
aislado discurso papal no alcanzaría para convencer al ladrón, ni al hombre
adúltero y, menos aún, al tratante de blancas, quienes no cejarían en sus
hábitos.
Dentro de cada sistema económico la moral suele ser vista
desde ángulos distintos, según de quiénes se trate.
Alí Babá difícilmente hubiera podido cambiar la moral de
sus 40 acompañantes y, desde otro ángulo, es posible que mucha gente jamás hubiera
dejado de apostar por Robin Hood, aquel ladrón justiciero para los pobres.-
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