Escribe Walter Ernesto Celina
11.05.2013
“La
diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco.”
Salvador Dalí
Las artes escénicas nacionales tienen una prestigiosa
trayectoria y recintos de extraordinaria jerarquía. En este marco, el Teatro Solís y el Auditorio Nacional del SODRE están en condiciones de acoger espectáculos de primerísimo nivel.
Asimismo, la cultura encuentra en otras salas -varias en el
Interior del país- el encuadre adecuado para la presentación de artistas y
compañías -locales, de visitantes y extranjeras-, que un amplio público aplaude
con deleite y gratitud.
Es lo que ha estado ocurriendo con el elenco de La Verità, primera magnificente representación de la fusión de dos
grupos teatrales innovadores: Sunil e Inlevitas.
Su experiente director -y guionista- es el trotamundos Daniele Finzi Pasca (oriundo
de Lugano, Suiza, 1964), cineasta, gimnasta, clawn. Un sujeto cultivado que
sacude con representaciones audaces, que él timonea por el planeta a través de
varios colectivos teatrales.
Finzi Pasca tiene seguidores entusiastas en Uruguay. Ya estuvo
en el Solís (con Ícaro) y, bastante antes en el
Teatro del Notariado, cuando en 1994 se alzó con el Florencio por El mejor
espectáculo extranjero, un cautivante unipersonal.
Por el momento baste decir esto, para señalar que su
empresa artística, puso sobre la boca del escenario del Auditorio Nacional una gigantesca tela de 15 por 9 metros,
perteneciente a la genialidad del catalán Salvador Dalí (1904-1989), maestro
del surrealismo.
Esta última palabra se vuelve clave en la composición
alcanzada por Finzi Pasca y sus cruzados. No parece un
hecho casual que el término, desarrollado por Guillaume Apollinaire, en 1917, para el
programín relativo al musical Parade.
Decía que se trataba de algo así como de una
alianza entre la pintura y la danza, entre las artes plásticas y las miméticas,
que es el heraldo de un arte más amplio aún por venir. Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar,
creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado,
inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el
escenario no se parece a la vida que representa, más que una rueda, una pierna.
El escenario del gran Auditorio
Nacional se llena de movimientos, luces y colores, de cantantes-acróbatas,
de músicos-malabaristas, de bailarines-equilibristas-contorsionistas. De
hombres y mujeres que giran velozmente. También con ruedas. Fluyen poesía y
humor, en un tempo lúdico,
totalmente inusitado. Revolotean por delante de los trazos imponentes de la
cortina de Dalí, cada vez que es desplegada.
Cabe establecer que la joya de
esa tela ha privilegiado a Uruguay. Vio luz en 1940, en Nueva York, cuando el
exiliado catalán preparada su Tristan Fou (Tristán Loco) para una
versión propia.
La crítica Jennifer Whisper, colaboradora del director
suizo, ha recordado que el espectáculo actual no se inspira en el ballet de
Léonide Massine, para el que Dalí escribió el guión, creó decorados y trajes.
Su telón es la representación de Tristán e Isolda con los tintes dramáticos en que se asoman amor, muerte y locura.
Su telón es la representación de Tristán e Isolda con los tintes dramáticos en que se asoman amor, muerte y locura.
En esta creación el artista reprodujo una carretilla en la
espalda de uno de los personajes y una flor apareciendo en la cabeza del otro.
¿Raro, misterioso?
No. La excentricidad de Dalí se funda en los rasgos de una
personalidad multiforme, en que la genialidad no cede a eventuales disturbios.
Las figuras del gigantesco lienzo alumbran formas humanas con rasgos
evanescentes que se conectan con la realidad y, a la vez, las transportan a
mundos imaginativos. Cabezas, cuerpos, manos, pliegues sólo hablan de una
pericia alucinante, navegando por cielos como mares y ocasos. De esta visión se
alimenta el espectáculo presentado.
La Compagnia Finzi
Pasca da dimensión a un teatro acrobático con acciones que acoplan y
moldean, con armonía y lujosa destreza, artes diversas. Estamos ante escenificaciones
caleidoscópicas, con imágenes sugerentes. Es un pasaje a un mundo de
ensoñación, surrealístico, que dura alrededor de hora y media.
A modo de ficha técnica, algunos datos.
La Compañía fue
creada en 2011 y La Verità se estrenó
en Montreal, Canadá, en enero de este año.
Sus figuras directrices son Daniele Finzi Pasca, Antonio
Vergamini (Italia, 1967), Hugo Gargiulo (Uruguay, 1967. Discípulo de Luis
Cerminara), Julie Hamelin (Canadá, 1972) y María Bonzanigo (Suiza, 1966).
Las obras del director se han escenificado en no menos de
20 países. Trabajó para Cirque Éloize y Cirque
Le Soleil. Ha merecido nominaciones diversas como para el Desk Award de Nueva York. Diseñó y
condujo la ceremonia de los Juegos
Olímpicos de Invierno de Turín (2006). Obtuvo un Swiss Award al Teatro y fue nominado para el XIII Premio Europa de Nuevas Realizaciones Dramáticas (2008). Fue aclamado en el Festival Chejov de Moscú. En San
Petesburgo dirigió Aída (Verdi), con
el maestro Valerie Gergei (2009-2010). Hizo óperas en Nápoles y San Carlo
(2011). Actualmente ensaya Carmina Burana y se proyecta al cine con
Piazza San Michele, producida por
Julie Hamelin, su esposa.
Antón Chejov supo decir que un artista observa, selecciona,
adivina y sintetiza. Es,
precisamente, lo que ha elegido este magnífico grupo humano para mostrar nuevas
esencias en el teatro de siempre y en el mundo creativo que lo rodea.-
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