lunes, 5 de diciembre de 2011

CUANDO LA HISTORIA VA PASANDO
Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy - 02.12.2011

Hace pocas semanas el suplemento Todo Soriano, que se publica en páginas coleccionables del semanario Entrega 2000, rastreó una interesante nota radial, concedida tiempo atrás por el escritor Miguel Aguirre Bayley, hijo de un estimado republicano, el Dr. Adolfo Aguirre González, cofundador de la primera coalición política de izquierda unitaria, encabezada por dos entrañables amigos: Rodney Arismendi y Luis Pedro Bonavita.
La evocación de hechos relacionados con la confrontación armada de Paso Morlán, ocurrida en los inicios de 1935, puso sobre el tapete nombres como los de Francisco (Paco) Espínola, Carlos Quijano, Justino Zavala Muniz, personalidades a las que conocí, traté o de las que tuve referencias muy directas.
Más aún, encendió vivencias de mi sorprendida niñez, que por sus contenidos de dignidad y, aún de arrojo, me mostraron modelos de conducta que siempre atesoré.
En el reportaje en el que hago pie, indicaba Aguirre Bayley que Paco Espínola fue uno de los 36 guerrilleros que sostuvieron el fuego en Morlán, contra los uniformados que respondían al bando del usurpador Gabriel Terra.

El inolvidable autor de Sombras sobre la Tierra, en el relato ofrecido, piensa que tras ser capturado y trasladado por comisarías y cuarteles, finalmente, sería fusilado. Pero, sobrevivió. Y, consecuente con su trayectoria, enfrentó al pachecato. Cuando otro golpe de estado sacude al país en 1973, fue a más. Hizo pública su adhesión al Partido Comunista de Rodney Arismendi, un partido constructor que alimentó sueños de trabajadores e intelectuales y padeció impiadosa persecución.

La hermana de Paco, Doña Victoria, era esposa de Luis Pedro Bonacita, autor de Las Barras del Día, periodista y emigrante calificado del Partido Nacional, especialista de temas agropecuarios.
Hombres de la izquierda, como el doloreño Ricardo Paseyro y Carlos Quijano fueron partícipes de las acciones armadas antiterristas.
Decenas de años después, Don Carlos Quijano me suministraba antecedentes de la situación financiera del país, de los que se valía Arismendi cuando promovía sus interperlaciones a los Ministros de Economía. Otras veces, lo veía corregir e inspeccionar las planchas de las páginas de Marcha, en la vetusta imprenta del Sr. Sosa, en la calle Piedras y Treinta y Tres (de Montevideo), a quien conociera en el círculo íntimo del Presidente Andrés Martínez Trueba, otro de los alzados contra Terra. Con sus huesos había ido a dar a la inhóspita Isla de Flores. Siendo muy joven, me distinguió con su confianza y afecto.
El olvidado Julio César Grauert, asesinado en la carretera a Pando por balas policíacas, fue otro componente de aquel núcleo duro rebelde. Por entonces, Alba Roballo, Enrique Rodríguez y Arismendi se conocían en las acciones callejeras. Anhelaban transformaciones democráticas profundas, hacia un cambio radical del sistema.

Vuelvo atrás. Tuve un prematuro conocimiento del levantamiento armado de Morlán. Nací meses después del golpe del 31 de marzo de 1933. La declinación del denominado “marzismo” tuvo su manifestación con las elecciones de 1938. Con 5 años, veía venir por el fondo de la calle Florida (hoy De Castro) y Rivera, caminando hacia el centro de Mercedes -pasando por el dominio de los edificios singulares creados por el catalán Matosas-, a un hombre erguido, que vestía traje y sombrero gris, o azul. Despertaba mi atención su saludo ceremonial a mis padres al tomar, invariablemente, su sombrero con la mano izquierda. Es que la manga derecha del atuendo estaba recogida sobre el bolsillo del saco. Le faltaba un brazo.
-¿Quién es mamá?, interrogaba mi asombro.
- Es el Sr. Maneiro.
-¿Papá, papá, por qué no tiene brazo?
-Una granada le explotó en un enfrentamiento

Dionisio Ernesto Celina Etulain y Aurora Juliana Vespa Cruz eran batllistas auténticos y antidictatoriales. Estuvieron atraídos desde siempre por los ideales de libertad y justicia social.
Los primos de mi padre lo carteaban desde San José. Los Díaz Etulain saboteaban las líneas de comunicación del terrismo y tenían “imaginarias” en sus domicilios. De aquellas manos tomé libros de Justino Zavala Muniz, sin entender nada aún.

Después, supe que existe el sagrado derecho de los pueblos a la rebelión contra la opresión. El que los Paco y los Maneiro habían pretendido ejercer para la conquista de la institucionalidad democrática.
Cuando un río de pueblo le dio la extremaunción a los encaramados en el poder desde 1973, abriendo las puertas al acto soberano de 1984, me retrotraje a la sencilla escena de aquel hombre que venía y retornaba por la vieja calle Florida. Y pensé en los nuevos Julio César Grauert que pagaron por nosotros con sus vidas.
Pasa el Sr. Maneiro, pasa la historia con otros actores. La antorcha de la libertad está encendida.-
Post scriptum: Al momento de despachar estar nota de fuente oficial se confirma que los restos de un esqueleto encontrado el 21.10.2011, en el predio del Batallón 14 del Ejército Nacional, ubicado en la localidad de Toledo (Canelones), corresponden al del maestro Julio Castro, desaparecido el 1º.08.1977.
Amigo de Carlos Quijano, fue otro de los cruzados antiterristas. Con 68 años, tras pasar por el suplicio, sus verdugos lo asesinaron disparándole en la cabeza. Atado, fue arrojado en un foso de más de metro y medio, en un lecho de piedra con cal viva.



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