15.01.2010
La tentación demagógica acecha con habitualidad a ciertos políticos, ávidos por recibir el favor popular.
En medio de la última campaña electoral hubo numerosas muestras de esta vieja predisposición.
Una muy notoria fue dada a través de la publicidad institucional del Banco de Previsión Social, rematada con el anuncio del presidente de la entidad, maestro Ernesto Murro, quien se presentó un día ante la opinión pública poniendo miel sobre las hojuelas: los jubilados recibirían un aumento del 15% en sus haberes a partir del 1º de enero de 2010.
Acostumbrado a hacer porcentajes salariales para el sindicato de los madereros, por el que pasara tras la reinstitucionalización democrática, anticipó ahora su aritmética, en evidente muestra de arrojo.
Sorprendía que faltando varios meses para el cierre del año pudiera dar el guarismo del aumento anual, mostrándose como un poseedor de la bola de cristal cuando la crisis financiera mundial mostraba inestabilidades por doquier.
Resultó evidente que tal temprana sapiencia tenía el obvio ánimo de influir, por elevación, sobre la gran masa electoral de afiliados -jubilados y pensionistas- del BPS.
Pasaron los comicios, volvió a triunfar el Frente Amplio y concluido ya el año 2009, reingresó a la escena el calculista Murro. Esta vez, para decirles a los trabajadores del ayer que aquel cálculo sabihondo estaba equivocado en varios puntos. Y, como la prestidigitación escabulle a la realidad, el 15% ya no sería tal. Los afiliados al BPS tendrían ahora que conformarse con 12 por ciento de incremento y fracción.
¿Pudo merecer Ernesto Murro una observación del Presidente Tabaré Vázquez?
Sí. Pero no la tuvo.
¿Por qué no? Por algo muy sencillo: el matemático, aún no siendo candidato a nada, había colaborado -sin intención aviesa, por supuesto- al triunfo del partido de gobierno…!
Para los creyentes en la magnanimidad del Presidente de la República quedó patente, asimismo, que pudo disponerse desde el Poder Ejecutivo que se cumpliera con la palabra empeñada. Pero Vázquez, vuelto de espalda a los jubilados, permaneció quieto, como un ciego sordomudo.
Alguien, podría concluir, sin equivocarse, que entre bueyes no hay cornadas.
Este proceder culminó con una escena de genuflexión olímpica, digna de figurar en el Libro de los Récords de Guiness.
La organización oficialista de los hoy pasivos (otrora militantes sindicales de izquierda), que tiene sentado a un representante en el Directorio del BPS, y el del PITCNT, que encaramó sin elección a otro, pusieron un cierre en sus bocas. Silencio sepulcral. Nada tuvieron que reclamar sobre el porcentaje que se incumplirá con más de 400.000 personas.
Peor aún. Se montó una escena poco digna. El Sr. Ernesto Murro fue recibido bajo palio por la gremial de los jubilados citada y, en vez de recibir una censura, fue aplaudido.
Los burócratas gozan y relinchan con el invento de las prestaciones básicas. Están bien. Desprecian el aumento de las retribuciones. No reivindican, ni exigen nada.
Demostrando que han renegado de todo principio de independencia respecto de los partidos y los gobiernos de turno e, incurriendo en una obsecuencia jamás vista, también tuvieron su acto de fe. Rezaron para que en Murrolandia el fallido aritmético vuelva a ser emperador en el BPS.
Verdaderamente lamentable, todo.
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