domingo, 15 de mayo de 2011

NUESTRAS CIUDADES

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy

06.04.2011


El Sr. Domingo Ayarza ha tenido la amabilidad de entregarme la última edición de “Ciudades”, publicación que coordina como miembro de la Cámara Inmobiliara Uruguaya. Con una cuidada presentación, el número 32 registra actividades profesionales de la entidad y una selección de visiones referentes a este sector del mercado.
Deseo detenerme, brevemente, en el aporte que realiza Juan Francia Rava. Bajo el título “Asentamientos e inversiones en Soriano” alude a expresiones de un legislador oficialista local y a las del intendente, en punto al lacerante tema de los conglomerados habitacionales precarios.
¿Su erradicación, más allá de la entrega de unidades cumplida, cuánto tiene de transitoria y cuánto de definitiva?
Ambos políticos han recordado el volumen de los recursos aplicados para subsanar la cuestión de los sin techo.

El autor de la nota apunta a preguntar si la ciudad ofrece la funcionalidad suficiente para que el aludido paisaje de carencias amontonadas no se continúe reproduciendo.
Se sorprende de la “liviandad” con que se ha encarado el ordenamiento territorial departamental por parte de los actores que deben llevar adelante los estudios de la materia, comprendidos el titular del ejecutivo municipal, los ediles y, por su carácter de referente político, el diputado que porta el atributo de enlace gubernamental.
Sostiene Francia Rava que, si a la sazón, si no se logra una mayor extensión del área urbana, “los grandes perjudicados serán, en primera instancia, los ciudadanos de menores recursos económicos”. Relaciona la mejor distribución de los emprendimientos inmobiliarios con la necesidad de acceso a viviendas decorosas -en la ciudad- para evitar nuevas precarizaciones habitacionales. En un pasaje recuerda el impulso que cobraron a nivel mundial, desde los años 70, las políticas desrregulatorias, con fines privatistas. Y evidencia, así, el peligro del retorno a un nuevo “laissez faire, laissez passer” (dejad hacer, dejad pasar), en que las funciones tuitivas del Estado se esfumen para el super acomodamiento de los menos.
Anota -a título de prevención- sobre los numerosos llamados explícitos a capitales externos y la repercusión con que impactan en los negocios inmobiliarios, incidiendo e incrementando la metamorfosis o transformación de las ciudades (Colonia, Fray Bentos, Punta del Este).
Estas y otras consideraciones del articulista abren un campo apto para reflexionar.
Agregaría algo más. Los ciudadanos -es decir, los miembros de las ciudades- tienen no sólo el derecho sino, también, la obligación de participar. Ser sujetos pasivos en el pago de los impuestos equivale a renunciar a un poder de alta gravitación.
En Soriano y fuera de este departamento el ordenamiento territorial y la conducción de las ciudades debe contar con el ojo escrutador y exigente de los miembros de la comunidad. Las ciudades podrán ser más disfrutables cuanto más intenso sea el involucramiento personal, con sana pasión, en su defensa y progreso.
La ciudad es, en esencia, un bien colectivo. Requiere imprescindibles y claras regulaciones democráticas. Cada ciudad es un ámbito apto para vivir armoniosamente; sin tener que soportar abusos.
Es justa la exigencia de un ordenamiento territorial racionalizado. Ciudad no es sinónimo de selva o lugar apto para el dominio de los más fuertes.
Es plausible que la Cámara Inmobiliaria Uruguaya abra su órgano de divulgación y enriquezca los debates con la contribución de sus colaboradores y especialistas.-

TRAS LOS VELOS MASÓNICOS



Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 25.03.2011

No es la primera vez que abordo periodísticamente el tema masonería y, seguramente, no ha de ser la última. Lo he hecho desde un plano general. Esta vez, variaré el ángulo de enfoque. El abordaje será más particularizado. Apelaré al conocimiento directo que adquirí en tiempos juveniles y a mi relación con miembros de esta organización político-religiosa.
En la sociedad mercedaria de fines de la década del 30 del siglo pasado, Ernesto Etulain Marchesse, hermano de mi abuela paterna, era un conspicuo integrante de la logia. Tenía una postura anticlerical. Los republicanos de entonces condenaban las políticas de la iglesia romana, subrayando el valor del Estado como poder autónomo. Muchos de estos masones eran activistas por la causa por la educación vareliana y defensores de sus tres pilares fundamentales: laicidad, gratuidad y obligatoriedad.
En las conversaciones de familia estas cuestiones se cruzaban con la condena al dictador Dr. Gabriel Terra, salido de la masonería. Algo rechinaba.

Hacia 1954, Humberto Ritorni Bourget, comerciante chaná, con establecimiento en la calle Florida (hoy Careaga) en su intersección con Sarandí, era jefe del círculo en la localidad. Dialogaba habitualmente con él. Tuvo un pretexto y un día me condujo ante el Gral. Armando R. Lerma, grado masónico 33. Mi vínculo con Ritorni Bourget fue de una fraternidad estimulante. En forma simultánea, crecían en intensidad mis comunicaciones con el Dr. Alfredo Alambarri, pediatra eminente, partícipe de la cofradía.
Nuestras coincidencias sólo tenían un punto de quiebre. Ellos no eran ateos. Aún los unía la idea de un “supremo creador”.

Ritorni Bourget falleció prematuramente. Estuvo poseído por una vocación de servicio. Había compartido escenarios en poblaciones olvidadas llevando el arte teatral del pionero Brussa. Su mano silenciosa estuvo dada para quienes la necesitaran. Masón ortodoxo, como político nunca pidió cargos a los que pudo acceder.
Alfredo Alambarri, intelectual de versación y científico de alma, levantaba su perfil de hombre independiente. Supo resistir los embates antidemocráticos de Jorge Pacheco Areco y de Juan María Bordaberry. Pasó por la Cárcel Central de Policía, siendo objeto de interrogatorios macartistas. Asistió a la formación del Frente Amplio. Con su saber, un día llegó a mi casa y me dijo con indescriptible entusiasmo: “Lee esto”. Había cruzado a las filas del marxismo. La masonería ya no lo trascendía.
El Lic. José Olazarri, en su generoso libro de reportajes “En un tiempo y un lugar”, facilita la recreación de más recuerdos a propósito de personajes vinculados a la logia esotérica en Soriano.
Una entrevista al Dr. Alfonso Fernández Cabrelli (socio en los años 50 en el estudio del Dr. Helios Sarthou -gabinete jurídico al que por un lapso me integré como procurador) da cuenta del “asalto” que, con gran escándalo, se produjera a la sede de la congregación de Mercedes, en 1926 o 1927.
Fernández Cabrelli explica que fueron alumnos del colegio católico “San Miguel”, de la orden salesiana, quienes -inducidos por sus monitores- irrumpieron en la sede ritual. “Fuimos manijeados”, sostuvo. Y se retiraron del lugar porque, acotó, “sentimos miedo”.

Corría el mes de julio de 1991. Poco antes, nuevos intrusos habían penetrado en la casa misteriosa de la calle Manuel Oribe y José Enrique Rodó, con fines de robo. Ahora, Fernández Cabrelli, daba una charla en el Centro Histórico local, sobre la trayectoria de la logia. Hablaba como masón. Y, como tal, se explayó también en la conversación con el Lic. Olazarri, ofreciendo importantes datos.
El Lic. José Olazarri me confió que quedó impresionado por la forma franca y coloquial de Fernández Cabrelli, de quien me consta su manera abierta de actuar.
En “Penumbras. La masonería uruguaya (1973-2008)”, Fernando Amado muestra aspectos contemporáneos de una entidad que, tras bambalinas, prosigue incidiendo en la vida del país.
Hay muchos velos para descorrer.-