Nota 4
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 15.06.2010
El Presidente José Mujica, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, encaminó sus pasos hacia los cuarteles el 03.04.2010, pronunciando -en forma abierta y pública- una alocución ante militares de carrera y personal de tropa.
Con las diferencias que caben, un hecho de esta contundencia en los hábitos políticos uruguayos, no se registraba desde los tiempos del pachecato, en que el pro-dictador aceitaba sus relaciones con la maquinaria represiva del Estado.
Es que si “la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación”, la que “será ejercida directamente por el cuerpo electoral” (Arts. 4º y 82 de la Constitución), el poder público que de ella deviene y asume determinadas formas, se respalda en un sistema armado.
El Presidente Mujica propugna salvar la distancia existente entre los cuerpos militares y la sociedad civil con la bandera de la unidad nacional, así como con la exculpación, a las “fuerzas armadas de hoy”, las que a su personalísimo juicio “no deben cargar con ninguna mochila del pasado ante su pueblo”.
Reconocía, a la vez, que “los soldados rasos de mi patria navegan en la pobreza”, por lo que se impone ayudar(los) antes del venidero Presupuesto. Consignaba, asimismo, que “la seguridad del cielo y de las costas está muy comprometida”, tanto por falta de medios como por la vetustez de los equipos. Propuso una campaña solidaria contra la pobreza y esbozó algunas ideas para la integración del personal militar a determinadas tareas.
La esencia de este planteo pasa por incorporar recursos humanos y materiales ociosos del Estado -de muy alto costo-, a tareas de acción pública y, a la vez, tender un puente hacia un sector aislado de la comunidad nacional por un justificado recelo ciudadano.
Sucede que las fuerzas armadas de hoy -como ha manifestado el Sr. Mujica- no se han deslindado de las de ayer, siendo éstas las que participaron del ataque a la Constitución y del más oprobioso vilipendio de los derechos humanos, desde antes del golpe de estado del 27 de junio de 1973 hasta fines de 1984.
La “alta política” propuesta por el Presidente Mujica pasa, según afirmó, por “el arte de persuadir, sublimando el dolor en causas comunes que nos identifiquen…”
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