El mundo ha recordado el bicentenario de su nacimiento, ocurrido en la comunidad rural de Shrewsbury, Inglaterra. Simultáneamente, se ha celebrado el sesquicentenario de su trascendente obra El origen de las especies.
Su tesis, en efecto, revoluciona las concepciones sobre el surgimiento del hombre, asestando un golpe irreparable a la concepción bíblica, centrada en un acto creacional omnímodo, atribuido a un ente denominado Dios.
Lo que con exactitud y sobriedad escribe la docente mercedaria (Acción 23.12.2009, pág. 17), presenta tres aristas a destacar.
Una, primera y sustancial, vinculada a la aparición del hombre como resultado de un proceso de transformación de las especies del mundo animal. Nada que ver con un acto de prestidigitación divina.
La segunda es que, como consecuencia de su periplo en la nave HSM Beagle, relevando datos geográficos y tomando elementos paleontológicos, antropológicos y tipopologías diversas, el sabio ingresa a suelo uruguayo. De este modo, llega a una estancia a orillas del río Bequeló, en el Departamento de Soriano.
En tercer lugar, mueve a sorpresa, efectivamente, que tanto el bicentenario del natalicio, como el sesquicentenario de su tratado, hayan pasado casi desapercibidos en Soriano, en contraposición con las jornadas y debates de jerarquía cumplidos por doquier.
Hubo un momento político dominante, signado por intereses electorales. El mismo que dejó en el tintero otros importantes asuntos.
Suena a ironía: ¡En el siglo XXI abandonar a Darwin en aras a un llamado a preservar una denominación lugareña que podría resguardarse de otra forma!
Tal vez pudiera ser una forma indirecta de ignorar al sepulturero de los bíblicos Adán y Eva y, por extensión, a quienes históricamente han sostenido -y la ciencia lo ha demostrado-, que la generación espontánea no existe y que aquello del hálito creador es una mera fantasía.
En su divulgación, la profesora cita dos aspectos más, que merecen tomarse en cuenta.
Los conocimientos más actuales confirman las líneas centrales de la teoría darwiniana. La estructura del ADN lo demuestra. Es irrebatible.
En Estados Unidos, en regiones con ciertas predominancias religiosas, se prohibe divulgar en los colegios la teoría sobre la evolución de las especies y de la aparición del hombre en el planeta.
Concluyo: Si este oscurantismo se globalizara ¡en la escuela de Sacachispas también podría tacharse cualquier texto que mencionara al irreverente Charles Robert Darwin!